miércoles, 6 de octubre de 2010

My Plural Way (otros apuntes sobre el estilo)

¿Hasta qué punto se corresponden pureza e incontaminación?
Una vez más me encuentro defendiendo ardientemente lo desparejo (¿otro dejo de Gombrowicz?), ese punto donde lo disímil se reinventa en sus coincidencias, en el cual lo heterogéneo funda el mejor de los diálogos.

El malentendido ya está instalado. No debemos extirparlo (qué viejo sería). Más bien, nuestra intención será siempre modularlo.

Pequeña ebullición. En mi adolescencia pensar a Nick Cave junto a Robert Fripp hubiera sido imposible. Hoy los escucho en este video donde lo antes inconexo se funde en lo trash. Todavía recuerdo mi alegría cuando descubrí la obra de Federico Peralta Ramos con Berni y la momia. Ahora vuelvo a alucinar con Yoko Ono junto a su hijo Sean, Iggy Pop y Lady Gaga. Yes, I’m Witch ¿no fue acaso un precioso ejercicio de pluralidad?

Quiero releer el texto que Fabio Kacero escribió para Vicky Colmegna (la dimensión conchetina del Maestro Nemebiax).

Escribí, pregoné y sigo sosteniendo en tanto ensayista que las mejores hipótesis son las más exageradas. Cuanto más arriesgada es una hipótesis, más riesgoso se vuelve su desarrollo y por lo tanto posiblemente más zigzagueantes sus resultados. El llevar a buen puerto la más imposible de las convivencias sigue siendo la clase de desafíos que más me emocionan.

Miente quien afirma que una coyuntura Charly García – Palito Ortega era siquiera pensable una década, dos o tres atrás.

Una vez más: no se trata sólo de acercar disparidades, sino de un buen funcionamiento de esa sociedad.

A ver. Denominamos estilo a la interacción y presencia de un conjunto de elementos, ya sean procedimientos o estímulos. Cada uno de nosotros es un sistema, partamos de eso. Quiero decir, un estilo (sea cual fuere) es necesariamente un conjunto cultural, una multiplicidad, incluso una convivencia. Un modelo de coexistir: varios elementos en funcionamiento simultáneamente.

Un funcionamiento que nos posiciona en el mundo: ¿acaso no reconocemos a los demás según la lectura que hagamos de su estilo? ¿Cuándo describimos a alguien no lo hacemos según pautas que señalan un estilo?

Todo puede analizarse según su estilo. Para empezar, en la autopregunta sobre el estilo de nuestra mirada.
Y cuando, una vez más, aparece aquel que se pregunta sobre la importancia del arte ¿no es el arte acaso el mayor laboratorio de estilos que conocemos?

No es raro descubrir que aquello que más me interesa es lo que está salido. Algo del conjunto está por fuera. Volvamos al arte: en el mejor de los casos, éste viene a señalarnos la diferencia. Un desvío. ¿En qué sitio exacto encontramos a Wonderland? ¿Dónde está el espejo que nos conecta a sus locaciones? Si algo nos enseñó Lewis Carroll, es que Wonderland no es el paraíso. Si algo nos enseñó Maurice Sendak es que en el paraíso muy probablemente habiten monstruos.
Si el monstruo se reconoce en la singularidad de su mostrarse ¿no estamos refiriéndonos ante todo a un estilo?

No hay dudas en que un monstruo también es un sistema, como el paraíso. Un conjunto de heterogeneidades. Un estilo. Este es el ejercicio: analizar los modos de conceptualizar cada estilo. De repensarlo.

De focalizarlo detenidamente, de profundizarlo. Pocas preguntas menos complejas que las que fundan la descripción de un estilo. Es un ejercicio político y epistemológico: implica la historia del arte, la crítica cultural, la historia de las ideas, la cronología de las modas, la sociología del gusto, etc.

En la dinámica que sea, siempre es gracioso toparse con puristas. Observándolos de cerca ¿qué es lo que defienden? ¿una fórmula de interacción de elementos? ¿un equilibrio de existencias? Por otra parte ¿qué es un estilo sino un link para llegar a otro estilo?

Hablé recién de ejercicios. Un estilo es también un ejercicio, algo que se pone a prueba. Y poner a prueba no es nada distinto a cotejar efectos. Quería terminar con esto: todo estilo es impensable sin un objetivo. Un objetivo concreto que va más allá de las necesidades que ya conocemos: la seducción, la intimidación, la persuasión, etc. Leer y entender ese objetivo sigue siendo uno de los imperativos de nuestra tarea.