jueves, 30 de septiembre de 2010

Tecnotribalismo y glamour

El futuro es aburrido” suele contestar Mark Dery cuando se lo consulta sobre la transformación de su foco de atención (de su interés en torno a las ciberculturas hace quince años a la inmersión en un enciclopedismo de patologías culturales en los últimos tiempos).
Creo que mucho tenemos que aprender de esta respuesta.

Uno. ¿las ciberculturas siguen lucrando –más no sea teóricamente- con el futuro como era tradición? Una vez más la lectura de Maffesoli nos sale al paso: si realmente estamos reconquistando la tribalidad por otros medios ¿de qué futuro estamos hablando?

Dos. Para narrativas como las de Dery y Erik Davis (regresemos a Techgnosis) las ciberculturas se manifestaban como pura alteración de nuestros principios de realidad cultural. Actuaban como una suerte de droga mística (no tan lejos de su reverso: Terence McKenna promulgando que la cultura es nuestro sistema operativo). Este movimiento de quiebre (la tecnología divorciada de la ideología del progreso de la modernidad, entronizada como novísimo misticismo) se convierte en una ecuación que sigue modificándose frente a nuestras narices.

Ni más ni menos: las relaciones entre tecnología y religiosidad (nuevos ritos, viejos mitos) reaparecen una y otra vez, remixadas con otros parámetros.

Tres. La frontera entre lo físico y lo virtual sigue estando mediada por el fantasma de la muerte. En este cruce, los enunciados religiosos se ponen a la orden del día. La virtualidad digital exige mucha energía física (mantener un canal de Twitter demanda muchas horas frente a una pantalla). Y a la vez, la visualidad resultante sigue amplificando el reino de la mediación (las intermodificaciones entre visualidad y virtualidad son uno de los núcleos más duros de nuestra contemporaneidad).

Nuestros avatares no envejecen. ¿Existirá algún tiempo en el que la digitalidad envejezca como un lienzo o como los óleos?
Seguimos siendo nuestro(s) soporte(s).

Cuatro. Envejece el diseño, no la virtualidad. Envejece la visualidad, no los bits. No existe religión que no se alimente de la vulnerabilidad de nuestros cuerpos.

Cinco. Los maquinistas nunca fueron muy bien considerados socialmente. Seguramente por esto crearon sus logias, sus sectas. Era el modo de cultivar un secreto al margen de sus patrones.

Seis. La tecnofobia tampoco es lo que era. Si el tecnófobo no se reconocía por su aversión a lo tecnológico sino, por el contrario, en su elección de una tecnología anterior, hoy este margen resulta cada vez más delgado. Pensemos como lucen los arquetipos-adalides, dentro y fuera de la narrativa de ficción.

Los verdaderos creadores de las ciberculturas –de Richard Stallman a Jaron Zepel Lanier- lookean más cerca de Berger en la película Hair que de Neo en Matrix-. Más acá, pensemos sino en el hacker Plaga de la trilogía Millenium de Stieg Larsson. ¿Acaso Sillicon Valley no es la capital de la moda contemporánea? Los geeks lo saben mejor que nadie.

Siete. La mejor tecnología reinventa nuestras neurosis. Y lo hace de modo tan fino que rearticula nuestra percepción de realidad sin que lo advirtamos. ¿Cuántas veces leemos la palabra Twitter en las páginas de un diario? Ni más ni menos: Twitter, Facebook o Youtube son palabras que aparecen repetidas en los medios con más frecuencia que tantos tecnicismos de política y economía que hasta hace poco recorrían los enunciados de las noticias.

No es que repentinamente todos amen escribir o filmar(se). Diversamente, nadie quiere dejar de decir presente en la virtualidad.

Ocho. La cultura de la virtualidad digital promovida por internet es por definición ubicua. Está en todos lados. Incluso en tus bolsillos –en tu iPhone, ese ciberespacio adaptado a tus pantalones-. Inscribirte –redes sociales mediante- en la virtualidad alimenta la fantasía de estar siempre presente, aunque muy pocos se enteren. ¿Puede existir hoy por hoy la opinión pública sin la web?

Nueve. El vudú hoy se practica en código fuente. ¿Hasta qué punto modificando tu presencia en la virtualidad no estamos alterando tu integridad en el mundo físico?