viernes, 18 de enero de 2008

Deformable al infinito

Ya lo sabés: esto no es una página web. Es un blog. Y los contenidos de los blogs están afectados por el tiempo de otra forma. Si este texto lo posteo mañana se transforma en otra cosa.
El tiempo de la blogósfera tampoco es la de los medios de noticias (aunque las páginas web de los medios de comunicación, web 2.0 mediante, cada vez estén más blogosferizadas).

¿Qué hacés con tu día? ¿Lo dejás en blanco? ¿un carpe diem digital? La diferencia con el diario personal es básica: un blog es público. Una gran tendencia es customizar (personalizar) noticias, compartir contenidos. Quienes reaccionan contra los blogs suelen estar molestos porque los discursos del mundo se vayan acelerando. Mentira. No se aceleran. Es que seguimos alimentando la disponibilidad pública. Lo que nunca termina de mutar es la intimidad.

Vayamos al ensayo. Cuando terminé de leer el texto de Ñ sobre la relación anfibia de práctica ensayística y blog, lo primero que llamó mi atención es que los tres escritores citados (Fabián Casas, Reinaldo Laddaga y quien esto escribe) poseemos políticas muy diferentes y hasta contrastadas al relacionarnos con la blogósfera. Veamos.

Casas escribe sus ensayos para que sean leídos en un programa radial (como Mal elemento) o para publicarse en una revista (La Mano), y así el blog se transforma en un destino complementario; como textos invitados en el blog de Pedro Mairal.
Laddaga actúa de una forma muy diferente: se muestra interesado en la blogósfera pero no interactúa con esta. Si bien ni Casas ni Laddaga tienen blog, éste último es aún más tradicional: observa la tecnología y sus usos de una forma distante. Lo acertado de la nota es que advierte, precisamente, esta diversidad y así se convierte en un catálogo de actitudes.

Por mi parte, vivo desarticulándome. Ese es mi estilo (cada vez menos intuitivo, lo cual no sé si es bueno) de relacionar ensayo y blogósfera: voy convirtiéndome en un avezado autodesarticulador. Me di cuenta de lo que venía haciendo después de leer este párrafo de Umberto Eco:

“Hace tiempo, intentando explicar por qué Casablanca se había convertido en un objeto de culto, avanzaba la hipótesis de que una condición del éxito y del culto es la desarticulación de la obra. Pero desarticulación significa también desarticulabilidad. Me explico. A estas alturas es sabido que Casablanca se construyó día a día, sin saber cómo iba a acabar la historia, tanto que Ingrid Bergman resulta tan fascinantemente misteriosa porque, actuando en el set, todavía no sabía cuál sería el hombre que elegiría, y por tanto les sonreía a ambos con igual ternura y ambigüedad. Y sabemos que, teniendo que realizar una historia aún incierta, guionista y director le metieron todos los clichés de toda la historia del cine y de la narrativa, transformando la película en una especie de museo para cinéfilos. Precisamente por ello la película puede usarse, por así decir, en piezas desmontables, cada una de las cuales se convierte en cita, arquetipo. Una fortuna de este tipo le ha tocado al Rocky Horror Picture Show, obra de culto por excelencia, precisamente por desprovista de forma, y por tanto, desarticulable y deformable al infinito. Ahora bien, en un ensayo famoso, Eliot había aventurado que ésta era también la razón del éxito de Hamlet”.

Por ninguna otra razón ciertas temáticas e intereses se van desplazando de posteo en posteo, sin dudas infinitamente lejos de la eficacia de los ejemplos de la desarticulable tradición que propone el filósofo nacido en Alessandria. Como sea, mis hipótesis son invariablemente sucesivas, salpican al tiempo, no poseen planificación, son estructuras móviles que encajan y desencajan sobre la marcha.
Lo cual no siempre es una ganancia, pero me dispara la cuota de incertidumbre que necesito cada día.

Coda: este posteo se continúa acá.