miércoles, 27 de junio de 2007

Transorientalización Express

En la época de Pierre Loti, Oriente ocupaba un espacio fabuloso en el imaginario Europeo: “lo exótico” y “el exotismo” rankeaban alto en ciertas preferencias medias y populares. En el breve y encantador texto que acompaña Señores Chinos de Sergio Pángaro (libro que acaba de reeditarse por Vestales), Amalia Sato hace referencia a un notable diario de viaje por Oriente escrito por Judith Gautier –hija del impresionante Théofile-, así como sus composiciones de dramas chinos y japoneses sin haberlos presenciado jamás. Más contemporáneamente Roland Barthes alucinaba con un imperio de signos oriental que disparaba su pasión semiológica a una dimensión limítrofe, radical. Oriente poseía culturalmente –y aún posee, pero no del mismo modo- la magia y los brillos (incluso oscuros) de lo inasimilable. Sato fundó la revista Tokonoma con varios objetivos, sin dudas uno de ellos fue la exploración (mediante ensayos y creación literaria) de la imaginación occidental construyendo una curiosísima traducibilidad de lo japonés y oriental. Ese mismo territorio mental que Alfredo Prior distorsiona y multiplica obteniendo resultados de los más refinados y bizarros. En otra frecuencia igualmente insoslayable, la revista Seda expande búsquedas que aumentan nuestra percepción del conjunto. En 1932 se publicó Viaje a Japón, de Jorge Max Rohde, posiblemente el primer ensayo-diario minucioso de un turista cultural argentino por esas tierras. A fines de los cincuenta y principios de los sesenta, el entonces pintor abstracto Leopoldo Torres Agüero vivió y trabajó en Japón (todavía recuerdo como me alucinó, hace más de veinte años, una pintura suya utilizada como cubierta de aquel primer vinilo tan dark de El Corte); los resultados fueron, por supuesto, inquietantes. Uno y otro realizaban el sinuoso tránsito seguramente con el fin de construir a partir de ese peculiar movimiento una subjetividad diferente. Por supuesto, otro es el caso y antecedente de mi admirado Kasuya Sakai, argentino de padres japoneses educado en la Universidad de Waseda, artista primero informalista y luego geométrico, difusor pionero de la cultura japonesa en Argentina y luego impecable traductor del grupo-revista Vuelta, de Octavio Paz en México. Todos ellos, lo mismo que Guillermo Quartucci (master absolut en estudios orientales) conformaron un archivo de mixturas argentino-orientales sin precedentes. Ya en mi generación, los contactos fueron más interactivos, con otra dinámica de intercambios. Pienso en la estadía Guillermo Ueno en Tokio, en esa rara avis conocida como Los Tintoreros y en las giras japonesas del fabuloso Alan (Anla) Courtis (ex Reynols) con Makoto Kawabata, líder de los imprescindibles Acid Mother Temple (tampoco puedo dejar de mencionar un disco que estuvo semanas sin abandonar mi reproductor de cds en pleno uso: me refiero a su trabajo con Kouhei Matsunaga, con gemas como Latest Research on Metaphysical Properties in Pochoclo Acaramelado y Telephatic Collaboration Monday September 27 th 2004 at 23:55 Japan / 11:55 Argentina). Todas experiencias que resultan el absoluto reverso de la invención centrípeta que Renato Ortiz estudia en Lo próximo y lo distante. Japón y la modernidad-mundo (Interzona). Nótese que excluyo deliberadamente (esta vez) la imparable invasión del inconsciente manga y animé y el cine oriental de las últimas cuatro décadas, que ya forman parte fundante de nuestra occidentalidad expandida. ¿Quién no tiene más de un clásico de estas estéticas en su top 10?

Claro, este es un brevísimo y apresurado apunte sobre lo primero que me vino a la cabeza al momento de proponerme un diagrama de cruces y maridajes entre los imaginarios cercanos (valga el peculiar oxímoron) de occidente-oriente y algunas de sus (al menos para mí) cotidianas consecuencias. De anotar materiales acaso inobviables.
¿De qué forma nos estamos orientalizando? ¿Cómo construimos nuestro oriente cotidiano-mental-sensorial? Bueno, esto recién empieza.