viernes, 16 de julio de 2010

Criogenizándonos

Blogs muertos, blooks, pulso, tiempo virtual

Miles. Miles de miles de blogs muertos. Detenidos.
Criogenados en la virtualidad. Algunos breves (con pocos posteos). Otros extensos. Un blog sobrevive cuando, aún detenido, sigue recibiendo visitas.

Un libro (y la inmensa mayoría de los websites) se presentan terminados. Completos. El blog (o mismo Twitter) por definición es incompleto. ¿Cuántas veces te encontraste con un blog genial cuyo último posteo está fechado hace meses o años? Creo que fue Cocteau (¿o Rimbaud? ¡confusión imperdonable!) quien describió las horas en movimiento desde el reloj pulsera de un soldado muerto. Un blog muerto suele ser exactamente al revés.
Es un tiempo personal que se detiene.
Un hábito puesto en suspenso.

No debería ser curioso que siempre transitamos la virtualidad. Y lo hacemos de tantísimos modos. Podríamos también definir la virtualidad como unos de los tantos tiempos diversos al biológico.

La virtualidad es contagiosa. Adictiva. Twitter es un síntoma de ese “no poder salirse”. Un blog muerto puede ser sólo un punto final que deviene en otro blog. Sucede mucho. Pero también un abandono, un modo de desintoxicarnos de una de las presencias culturales de lo virtual.

¿Acaso un blook (un libro compilatorio o antológico de posteos de blog) no es una avanzada anfibia de un blog muerto? Es la diferencia fundante entre libros, cuadernos, blogs y revistas. Los dos primeros se acaban. Incitan a una completud. Los últimos pueden continuar, siempre. Hace unos veinte años le pregunté a César Aira cuántos números se editaron de la revista El Cielo (que dirigía junto a Arturo Carrera.) “El próximo está al salir”, me contestó. Desde 1969 que no tenemos más noticias de la publicación.

Podríamos parafrasear a Mallarmé y afirmar: “el mundo existe para terminar en un buen blog”. O mejor: la blogósfera no es más que otro estado del mundo. Estilos de nombrarlo, de exorcizarlo. Un blog, como toda bitácora, es una relación de tiempo y escala. Pero sobre todo de ritmo.
Es tu pulso. El de tu escritura, el de tu lectura.
Nos hacemos adictos a blogs por temporadas. Son capítulos de una historia, por más abstracta o teórica que sea ésta. Lo mismo que un Fotolog.
La blogósfera es otra biblioteca interminable.

Pero ¿qué es la blogósfera? Un estado de navegación. Ingresar a un tiempo desde muchas voces. La frecuencia (la periodicidad) logran que una voz (un modo de realizar posteos) se convierta en familiar. Un blog es un modo de construir familiaridad, por más radical o anómala que ésta quiera ser.
La extrañeza también se instala como familiaridad, si ese es tu deseo.
Siempre buscamos historias.

Aunque estas cada vez se parezca menos a las articuladas según los clásicos modelos del siglo XIX. Ya no sabemos dónde comienza, dónde prosigue, cuál de sus conflictos es el más atendible, ni cuando puede terminar.

Por lo mismo un blog en suspenso (un blog cuyo último posteo hace demasiado que no es actual), siempre señala una incertidumbre ¿qué sucedió con esa voz? ¿Regresará?
¿En qué mutó?

Este también es un pequeño homenaje a Napoleón Baroque, avatar que abandonó Second Life para tomarse unas vacaciones de cinco años, pero nos dejó sus blogs,

detenidos en la virtualidad hasta –supuestamente- que su regreso al metaverso se haga efectivo.
Es una situación vital: o imponemos nuestro pulso a la virtualidad, o ésta nos obliga a ofrendarle más horas, días, meses y años.

Estoy releyendo el epistolario entre Leiris y Bataille. Qué placer con sólo leer las fechas de cada carta. Tiempos reposados de lectura y escritura, incluso en la urgencia. Qué bueno cuando no escribimos únicamente para “dar noticia”. Los diarios personales siguen agradándome infinitamente más que las agendas.
16 de julio de 2010. El blog de la tan promocionada bloguera Lola Copacabana (Naughty Bits) se detuvo en septiembre último.
Las relaciones entre visualidad y virtualidad se redefinen ininterrumpidamente.

Cuando falleció Dani The O, pasé muchas veces por su blog intentando mitigar el absurdo de su ausencia.