lunes, 15 de febrero de 2010

War Muses

El espectáculo afecta a tus sentidos (que son su alimento).
Canibaliza tu memoria. Establece todo tipo de vínculos y analogías.

Y cada vez más nos preguntamos ¿dónde sucede? ¿cuáles son sus límites? ¿cuál es su cuota de ficción?

Hace poco menos de treinta años Ithiel de Sola Pool diagnosticó un futuro de convergencias mediáticas: “Un proceso llamado “convergencia de modos” está difuminando las líneas entre los medios, incluso entre las comunicaciones entre dos puntos, como el correo, el teléfono y el telégrafo, y las comunicaciones de masas, como la prensa, la radio y la televisión. Un solo medio físico (ya se trate de cables o de ondas) puede transmitir servicios que en el pasado se proveían por caminos separados. Inversamente, un servicio provisto en el pasado por un medio determinado (ya sea la radio, la televisión, la prensa o la telefonía) hoy puede ofrecerse por varios medios físicos diferentes.

Por consiguiente, se está erosionando la relación de uno a uno que solía existir entre un medio y su uso”.

Durante mucho tiempo supimos dónde se desarrollaba el espectáculo ¿y ahora? En una época en la cuales los medios se multiplican ¿en qué sitio suceden los acontecimientos? Eco lo sabe: los soportes, más que almacenar información, la difunden cada vez más rápido. ¿Qué característica única guardan para sí las prácticas artísticas en tiempos de Cultura_RAM (Brea dixit)?

En los sesentas, Oscar Masotta declamaba la superación del pop citando a El Lissitzky y un “adelgazamiento tecnológico” de la materia. “Hoy los consumidores son todo el mundo, las masas –comenzaba la cita- “[y] la desmaterialización es la característica de la época.” Así el telégrafo había “adelgazado” la materia del correo postal, así la radio alivianó al telégrafo, etc. Concluyendo: “perezosas masas de materia son reemplazadas por energía liberada”.

Masotta sugiere que las prácticas artísticas más innovadoras surgieron de esta pérdida de peso.
Para muchos ya, con un iPhone, el antiguo espacio del museo está en cualquier parte; o mejor: en tu bolsillo.
Si la cultura web es pop, nada existe fuera del pop.
No existe ningún después del pop.

¿Escuchaste hablar o leíste sobre la “música reactiva” (reactive music) desarrollada por RjDj? ¿Estamos en condiciones de programar nuestras sensaciones? ¿Seguiremos llamando a estos gadgets drogas digitales? ¿Realmente el software es el futuro de los estupefacientes?
¿Acaso no se difunden cada vez más las drogas para avatares?

¿Cuánto falta para que proyectos como Sonic City realmente exploten?

Ya sabemos: no existe nada por fuera del espectáculo (Jean Duvignaud entendió lo que Debord aplazó: sólo existen espectáculos en guerra). El afuera es un recurso más, como cualquier otro. Ni más ni menos que un concepto.
También sabemos que la virtualidad (digital) no es lo OTRO de la materia, sino una de sus instancias, la que nosotros aún percibimos como de las más sutiles. Toda materia se nos presenta imbricada de virtualidad. Las prácticas artísticas viven este reacomodamiento: lo unplugged tampoco es lo que era.
No existe aún ningún después de lo digital porque su virtualidad es parte fundante de nuestra materia.
Y lo será aún cuando todas las máquinas fallen.


Acaba de estrenarse Buzz. Las redes sociales batallan entre sí ¿qué clase de espectáculo realizan los artistas en tiempos donde las reglas del espectáculo lo implican absolutamente todo?

Sigo leyendo el precioso libro de Jean-Luc Nancy sobre Las Musas.
“Según confiesan los propios fisiólogos, toda partición es insatisfactoria y exige el recurso a una noción de “integración sensorial”. Siempre aparece, por consiguiente, un momento en que la unidad sensual debe restablecerse contra la abstracción sensorial. A esto podrían responder, en apariencia, la unidad sinestética o las “correspondencias” (Baudelaire, Verlaine, Debussy, entre otros), precisamente reivindicadas en una correlación histórica evidente con la posición del “arte” en singular, (…) así como con la postulación del “arte total”.

LDF: "Ahora bien, el pensamiento de Nancy es una filosofía del cuerpo; la publicación de Corpus (1992) lo situó en un territorio clave para la concepción de una corporalidad densa y compleja, que no cae ni en las divisiones dicotómicas evidentes ni en exaltación intervencionista del cuerpo prefabricado (de las modelos a los bodybuilders) que aparece en algunos pensadores posmodernos como Jean Baudrillard o Gilles Lipovetsky. El cuerpo de Nancy se define por una dinámica del “entre“, por una materialidad plástica; Él mismo lo dice: “Un cuerpo es por lo tanto una tensión. Y el origen griego de la palabra es “tonos”, el tono. Un cuerpo es un tono. Ser un cuerpo es ser un cierto tono, cierta tensión. El alma es un nombre para la experiencia que el cuerpo es”. Por lo tanto, esta caracterización táctil que hace Derrida de la filosofía de Nancy resulta ontológica."

¿Acaso no vivimos en una época de nuevas correspondencias?
Es evidente: hasta las musas convergen
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