miércoles, 11 de marzo de 2009

Hentai Theory

¿Existirá ya el Pierre Klossowski del Hentai?
En todos los casos, los imaginarios se resumen en exploraciones morfológicas cuyo epicentro son las distintas versiones del cuerpo.

Así, la literatura argentina (sólo por ejemplo) podría trazar su “paradigma visual” en la violencia corporal descripta en El Matadero echeverriano que encuentra su correlato aggiornado en El Fiord de Lamborghini.

Anzoátegui en Vidas de Muertos insistía en buscar el imaginario de Echeverría en sus días parisinos entre estudiantes de medicina: sangre, vísceras, cortes, como el mantra auditivo que ese personaje clave del Salón Literario de 1837 fue incorporando por ósmosis. La generación de la revista Literal (pensemos en El Frasquito, de Gusmán, pero también en una nouvelle tardía como Piel de Caballo de Zelarayán) no son sino más eslabones de la misma tradición. El cuerpo como téster de violencia.

¿Acaso una narración como la reciente Realidad de Bizzio no aporta una vuelta más sobre lo mismo?

Dos escritores tan disímiles como Terranova y Kohan discuten sobre el realismo: dos escrituras por demás heterogéneas, dos políticas y sin embargo un imaginario tan compartido que uno percibe en esas formas su campo de litigio. Vuelvo a preguntarme: si los mercados invariablemente operan sobre las fantasías ¿qué clase de mercado es la cultura argentina?

Me obligo a regresar a mi top two borgesiano: Manual de Zoología Fantástica (prefiero este título a su alternativo Libro de los Seres Imaginarios).

Gabinete de curiosidades, el ex bibliotecario ciego despliega en esas páginas (coescritas con Margarita Guerrero) un erudito y tan disfrutable bestiario que se encuentra tanto más acá como más allá de cualquier pretensión de realismo (de morfología realista). ¿A qué mercado –a qué líbido de mercado- estaría apuntado?

Pienso en la circulación de los imaginarios en un presente tejido desde las redes. A juzgar por las ventas en comiquerías, el hentai (tanto en animé y manga) no es –para nada- un magro negocio. También podríamos definirlo en una política de violencia corporal (toda violencia lo es: personas en pose de combate). Pero el hentai, como sabemos, es un territorio narrativo extremadamente expandido.

En Artilunio, Fabiana hace ya varios posteos viene merodeando estas zonas (el animé apropiándose impúdicamente de glosas bíblicas en Evangelion). Hace dos años, leíamos en el blog Mao y Lenin sobre la posibilidad de un inconsciente animé. ¿Y si las nuevas generaciones –nativos digitales o cómo vayamos a denominarlos- se dejan encantar por el arrullo hentai de modo similar a la galena música que hipnotizó a Echeverría?

¿Quiénes consumen Hentai?
Leemos, el término no sólo se traduce como perversión sino también como transformación. Si la literatura argentina infaliblemente recorta sus cuerpos en la inestabilidad y perpetua amenaza de la barbarie (ese otro modo que se apodera de ellos y los devuelve irreconocibles) la estética (política) hentai quizá los acaricie en los modos lúbricos de las mitologías más clásicas (¿existen comedias y tragedias más cercanas al thriller sexual que la mitología grecorromana?).

El hentai es por demás amplio (muchos mercados en un mercado): estoy pensando especialmente en Monster Hentai.

En una entrevista imperdible que Damián Blas Vives realizó al japonólogo Guillermo Quartucci para la revista Seda, éste último decía:

“Como [la japonesa] no es una cultura que tenga la conciencia del pecado que tiene la cultura judeo-cristiana, los elementos de la sexualidad se pueden expresar con mucha mayor libertad, e incluso teñir productos culturales como el manga y el anime que están dirigidos a niños. Por supuesto vamos a dejar de lado todo lo que hay hecho para adultos, que ya entra en el terreno de la pornografía, pero lo normal, lo que se pasa por la tele, por ahí sorprende.

Tiene contenido al que aquí se le da carácter erótico y del que muchos padres de familias se quejan, y dicen que es pernicioso, que cómo las niñas van a andar mostrando los calzones y ese tipo de cosas. Tienen una relación mucho menos reprimida, mucho más libre con el cuerpo, incluso con los olores del cuerpo... “

El hentai es básicamente porno ¿pero qué sucede con el inconsciente animé?
En la literatura argentina ¿siempre estaremos dominados por el fantasma de una barbarie que no es otra cosa que el tentáculo más temible del poderío ruin de la maquinaria Estatal?