martes, 25 de noviembre de 2008

B ² : los bárbaros de los bárbaros

Barbarie no es lo diverso a la civilización: por el contrario, bárbara es aquella civilización a la que no entendemos. La que no alcanzamos a descifrar. Exacto: la barbarie es un problema de recepción. Escuchamos, pero no entendemos. Percibimos sólo un balbuceo pero en realidad la que balbucea es nuestra percepción. Esta dificultad se encuentra ya en la etimología griega de la palabra.

Por eso mismo ¿bárbaros para quién? Nunca deberíamos olvidar que nosotros también somos bárbaros para aquellos que consideramos bárbaros. ¿O acaso las tan adelantadas civilizaciones prehispánicas no fueron observadas como bárbaras por los conquistadores? Gentes sin educación existen en todas las culturas.

En el último número de la revista ADN del diario La Nación se publicó un diálogo entre Claudio Magris y Alessandro Baricco. Éste último nunca me gustó: posee un tipo de escritura que atrapa a aquellos a los que suele no interesarles en absoluto la literatura. Aquellos que no llegan a Gadda, a Savinio, que se ponen nerviosos con la prosa de Bufalino, o de Landolfi, de Pasolini o de Manganelli, por citar algunos pocos escritores italianos del siglo XX, pero que desean poder leer algo que parezca literatura. Es más: un abismo separa los estilos de Magris y Baricco.

Sin embargo, ambos son “escritores altos”. Con esto quiero decir: los imaginarios que eligen para representarlos no son pop. Ni siquiera están remixados. No deberíamos olvidar que cuando los bárbaros invadieron a Roma en el siglo V de nuestra era, no pocos ciudadanos del imperio observaron fascinados la intrusión y el saqueo. Bárbaros son aquellos que no desean entender la lengua y la cultura ajena.

Es curioso: el blog de salonKritik reprodujo anteayer el diálogo que había sido publicado en ADN, y a continuación otro ensayo, esta vez tomado de Fractal, en el cual José Luis Barrios que comienza así:

“si pudiéramos sintetizar en tres palabras la reflexión filosófica del siglo XX, sin duda ellas serían: cuerpo, otro y tiempo. Los problemas de género, de multiculturalismos, de deconstrucción, de globalización, neotribalismo, y tantos otros, son variables muy importantes de estos conceptos. Pensar la cultura y la sociedad contemporánea desde ellos, significa asumir un descentramiento del sujeto y de la conciencia como génesis de organización del mundo. Descentramiento que no tiene que ver con las lecturas posmodernas del fin de la historia y de la muerte del arte. Sencillamente tiene que ver con la posibilidad de asumir el problema de la diferencia como el problema de nuestra época.


Cuerpo, Otro, Tiempo. Son puntos de intersección que entrelazan zonas que muchos siguen describiendo como bárbaras con otras que nadie señalaría como tales. ¿Son tan distintas las respuestas balbuceadas por unos y otros? A diferencia de lo que sucedía en el Imperio Romano, hace rato que esas otras lenguas son moneda común en cualquier gran ciudad del planeta.

Coincido sin embargo con Baricco cuando afirma: “la mutación ha desmontado la dicotomía de lo superficial y lo profundo: ya no son dos categorías antitéticas. Son las dos movidas de un único movimiento. Son los dos nombres de una única cosa.” Ya no lo superficial contra lo profundo sino lo superficial en lo profundo y viceversa.

Jamás obedecimos a Technorati. Hay algo que se desprende del frecuentamiento de Technorati que me parece una mierda: el linkeado como reificación. Cuántas veces te hayan linkeado no tiene mucha importancia. Concedo que a veces resulta necesario realizar enlaces que pueden resultar obvios, pero los que realmente producen sentidos intensos son aquellos que conectan aquello que creíamos heterogéneo. Nuestros calefones muchas veces fueron biblias que simplemente no sabíamos leer.

Es que no existe una verdadera dicotomía entre elaboración de contenidos y proyección de plataformas, sino más exactamente entre lenguas que coexisten y circulan en un mismo espacio sin que nadie establezca conexiones entre ellas.

Geeks que consideran una novela de Arno Schmidt o de Salvador Elizondo como estéticas intransitables y tecnófobos lectores de Sebald y del Nouveau-Nouveau Roman que consideran la cultura web poco menos que como trasnochados fetichismos de reparadores de electrodomésticos.

No olvidemos que una de las tareas de la literatura (del arte de la escritura) es trazar una diferencia tanto con los discursos de los medios como con las formas de los papers. Problematizar la lengua: explorarla, espesarla, extenuarla.


De hecho, el esfuerzo e interés que pusimos los participantes del programa de E-lit: paisajes visionarios, en el contexto del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA), iba en ese sentido: ¿de qué hablamos cuando nos referimos a literatura y software? ¿qué clase de intersecciones y potencias se generan en este cruce?


No tan curiosamente, la indiferencia babélica sigue en marcha: ni los reincidentes en los clásicos tópicos de la literatura ni los tecnófilos se interesan por este diálogo.
Y esto no es una queja, sino apenas un síntoma.

Claudio Magris: "Hay otra mutación en acto, no sólo cultural, sino antropológica, genética, biológica, que podrá generar una humanidad radicalmente distinta de la nuestra, dueña de su corporeidad, capaz de orientar a su gusto el propio patrimonio genético y de conectar las neuronas propias a circuitos electrónicos artificiales, portadora de una sensualidad que no tiene nada que ver con la que, más o menos, es todavía la nuestra. Por cierto, pasará mucho tiempo de todos modos antes de que algo así pueda ocurrir. Pero no tendrá sentido preguntarse si este hombre o su clon será verdaderamente "otro" respecto de nosotros, si será horizontal o profundo, así como no tendría sentido preguntárselo respecto de nuestros antepasados simiescos o quizá roedores..."