jueves, 10 de abril de 2008

Claro, el límite es lo mismo pero un poco más lejos

Pocas veces renegociamos tanto nuestros límites como en esta época. Ya hace mucho tiempo que McLuhan escribió en Comprender los medios de comunicación que la tecnología era una extensión del hombre, una ampliación de nuestra propia persona; pero no hace tanto que Mercedes Bunz señaló: “No estamos aquí frente a localizaciones fijas y permanentes, la frontera entre hombre y máquina no puede ser determinada de una vez y para siempre. (…) En esos cruces, que no en vano aparecen en el discurso una y otra vez –cuando se habla de sociónica, de robots, de agentes de software o de vida artificial-, la relación entre hombre y tecnología es constantemente renegociada.

En este sentido, un cyborg –ese concepto tan alien, creado por Clynes y Kline a principios de los sesentas para señalar a un ser humano “continuado”, término que no es sino una contracción de Cyber[netics] Organism, especie diseñada para interactuar con entornos extraterrestres- no es más que un espacio de negociación. Donna Haraway, autora del célebre manifiesto, lo tuvo siempre en claro: era tiempo de que el feminismo acondicionara otras embajadas, al repensar intenciones y funciones desde distintos decorados.

La ciencia ficción fue el imaginario más propicio para proyectar estos pactos: toda máquina corresponde a un tipo de hombre y al revés. Pero tanto hombre como máquina se ven por completo rebasados. Veamos.

Con la puesta en marcha de cada nuevo programa reorganizamos nuestros límites: no sólo la condición biológica se ve afectada, sino la subjetividad en su totalidad. Bunz lo dice así: “la concepción del hombre como extensión de la técnica une a la actividad de la tecnología con la constitución del hombre.” Y enseguida hace notar “[debemos] pensar la extensión [no como simple continuidad] sino como adición. (…) En este modelo la técnica puede ser caracterizada como una extensión del hombre que a la vez se diferencia de él. La adición como agregado es definida como algo externo, como espaciamiento del sujeto.” Concluye: “La tecnología más que una simple extensión del hombre es un suplemento irritante”.

Pero veamos esto: en el “subtítulo” de su blog Desovillando el lío, Sebastián De Toma se interroga “técnica + tecnología ¿no es lo mismo?”. Bunz utiliza indistintamente los términos técnica y tecnología. Por mi parte considero oportuno diferenciar ambos elementos, subrayar dos categorías. Tecnología refiere directamente a la estructura industrial, mientras por su parte la técnica se expande mucho más allá y mucho más acá. Diciéndolo con Dorfles “el elemento técnico entra a formar parte integrante de muchos sectores que nada tienen que ver con la tecnología como el lenguaje, la psicología, la biología y así se hablará propia y apropiadamente de técnicas lingüísticas, técnicas operativas, técnicas psicológicas, y también de técnicas iniciáticas, religiosas y finalmente artísticas, sin que deba entrar en lisa en todos estos casos el elemento tecnológico”.

Si la tecnología ya no es una simple extensión sino una adición, algo distinto que viene a sumarse al hombre, lo mismo sucede con la técnica. Por lo cual los territorios de negociación no se limitan a una redefinición mutua entre tecnología y hombre sino también entre técnica y hombre y entre técnica y tecnología. Como sabemos, los luditas, destructores de la tecnología de su época –principios del siglo XIX- que tomaron su denominación del nombre de su inspirador Ned Ludd, conocían perfectamente las técnicas para llevar a cabo su objetivo.

La multitud de mutaciones tiene, asimismo, otro origen: la transformación del concepto de producción. Cada nueva tecnología satisface viejas necesidades y proyecta e instaura nuevas a la vez que las renueva. Obedeciendo a este nuevo estado de cuestión se generan nuevas técnicas que articulan a unas y otras. Las vicisitudes de la producción se definen entre estas tensiones y (des)acomodamientos. En cada caso, la tecnología es una y las técnicas de uso múltiples.

Es claro: la técnica determina tecnologías y las tecnologías provocan técnicas. Dicho de otro modo, sístole pero diástole. Foucault consideraba que la episteme moderna estaba mediada por las tecnologías del Yo, que conformadas en un compuesto de enunciados, dispositivos, prácticas y saberes interconectados permiten detectar a un sujeto específico en un escenario de módulos de poder, mecanismos disciplinarios y pericias de control.

Entonces, el suplemento irritante al que refiere Bunz no es la adición en sí, agotada y constreñida en una interfaz humano-maquínica, sino disparado al sobreextendido universo de conexiones culturales, políticas y epistemológicas a las que nos arroja esta adición. Arqueologías del presente y del futuro que nos sitúan en un horizonte donde máquinas e imaginarios se intermodifican incesantemente.

Por esto, si lo que promulgamos es el hardware libre (esa tecnología de garaje que Craig Venter fustiga) lo que cuidamos (aunque sea de manera limitada y doméstica) es aquello que somos adición mediante. Me refiero a la ecología de nuestro entorno.

A Tim Berners-Lee (creador de la World Wide Web) cuando se pregunta: “Podés imaginar qué pasaría si antes de una elección un gran proveedor de internet decide favorecer a determinado grupo de noticias? La red se volvió nuestra ventana al mundo, al extremo que para tener una buena democracia y para permitir que la gente pueda educarse a sí misma necesitamos que sea un medio neutral”.

Pablo Mancini: “La revolución multimedia, tan anunciada y esperada, flota en el abismo que se abre entre el procesamiento de datos y su semantización. En un mundo donde las geofolksonomías son una de las herramientas más poderosas de producción de sentido, la articulación de los sistemas de posicionamiento global son los fragmentos del nuevo tejido de la red. La nueva sangre de la red es la mezcla de RSS y GPS. Y la política de la red ya no es sólo su arquitectura: también lo es la ingeniería que la devuelve al territorio, disolviendo para siempre la supuesta frontera entre realidad virtual y realidad física.”