sábado, 28 de julio de 2007

Crítica de la Razón Virtual: Argentina en simultáneo

Muy prematuramente el mundo se transformó en un proyecto, en un modelo para diseñar. ¿Es otra la materia de la historia de la filosofía política? ¿Un mundo bello, justo, cómodo, práctico, excitante, seguro? Un inmenso catálogo de deseos y ambiciones se activó entonces. No es nada casual que Tomás Moro haya inventado el término utopía cuando despuntaba el siglo XVI. Menos aún que su inspiración hayan sido las narraciones de Américo Vespucio: viejos y nuevos mundos. Utopía, es decir, un neologismo mixtura de dos palabras entonces posiblemente poco usuales: outopía (ningún lugar) y eutopía (un buen lugar).
Pero Utopía (la tierra ficcionada por Moro), si bien se quería un programa social imaginario libre de errores, era un territorio amurallado. Pertenecer tenía sus privilegios. ¿Vieron La Aldea (The Village) de M. Night Shyamalan? Los privilegios también tienen un precio.
En la mayoría de los casos la educación y valoración de los sentidos fue -desde aquellos lejanos tiempos- la tarea que le tocó al arte.
Second Life no está fortificado. Y conforme a nuestra época de aldea globalizada y de expansión multicultural tampoco elimina las diferencias ni el error. Argentonia es una prueba de lo que digo: ahí podemos experimentar con la argentinidad, con las posibilidades que “lo argentino” determina. No anularlo ni minimizarlo, sino convertirlo en un campo de pruebas. Es cierto, Utopía invariablemente sufrió la cercanía de una variación terrorífica.
Distopía es el error inyectado (por diversos agentes que analizaremos luego) en Utopía: un virus cultural que hace que el programa falle, que presente errores. En este sentido, Aldous Huxley era perfectamente consciente de que toda tecnología implicaba una política y ésta un concepto de industria que determinaba un prototipo cultural. Su gran hit, Brave New World (Un mundo feliz, 1932) subrayaba tempranamente en tanto ficción crítica los efectos desastrosos del proyecto social del imperio Ford: una noción de progreso culturalmente industrializada terminaba convirtiéndose en un Caballo de Troya y por él desembarcaba un amplio glosario de efectos colaterales. La tan promocionada productividad terminaba convirtiéndose en una de las máscaras de la alienación.
Pero Argentonia (y Second Life), a diferencia de tantos modelos-piloto históricos que se propusieron experimentar Utopía permite, a quienes se atrevan a participar, no optar entre dos experiencias posibles (abandonar una forma de vida a favor de otra) sino desarrollar modelos simultáneos. Por primera vez Utopía es otro lugar, aparte de este. A Allen Ginsberg le encantaba citar aquella enseñanza Zen que ahora nos resulta por demás ajustada: “si estás frente a una bifurcación de caminos que te obliga a optar ¡avanzá por las dos simultáneamente!”. Por fin tenemos los software que nos permiten vislumbrar el estar en dos sitios al mismo tiempo, reinventarnos para investigar otros tipos de sociabilidad.
¿De qué manera afectará esta multiplicación nuestra construcción de intimidad?
Félix Weinberg inició su imperdible libro “Dos Utopías Argentinas de principios de Siglo” (su estudio de las experiencias del socialista Dittrich y del anarquista Quiroule) con un epígrafe de José Ingenieros que reza: “los datos más certeros de las ciencias sociales impiden creer toda la utopía, pero obligan a aceptar toda la realidad que ella contiene”.
Es cierto: Second Life / Argentonia no dejan de ser el prototipo de un software, de un juego, otra de las metamorfosis de la industria. Pero ¿no está nuestra existencia atravesada por estos componentes? Sin las computadoras, el diseño del mundo que nos sostiene estaría condenado al colapso (y nosotros con él).
Vuelvo a repetir: aún en nuestro estado-unplugged (aún desenchufados) la virtualidad nos atraviesa, porque es el mundo en el que vivimos el que está conectado.
Second Life /Argentonia no son sino el principio de otro estado de conexión que va a seguir mutando.

“La utopía es la línea de fuerza de una melancolía que no se quiere fuga ni negación; es el rechazo de prever el futuro mediante la profundización ilusoria que se esboza en el cuadro del presente.” Nuevamente, Hocquenghem y Scherer.