¿Por qué no entender al Troll como una estética?
¿Acaso no lo es? Quiero decir: un look. Una manera de ser visto.
En las fábulas inspiradas en las mitologías nórdicas no es otra cosa que una función: representa cierto modo de comportarnos (el linkbaiting puede transformarse en un fashion de nuestras emociones bajas). Envidia y resentimiento y todos sus derivados y afluentes. No nacemos trolls, sino que mutamos en ellos. Los deleuzianos bien podrán decir: devenimos trolls.
Insisto, un troll es una marca de visibilidad baja. En una cultura de redes electrónicas el troll se vuelve visible en los comentarios.
¿Umberto Eco les dedica un capítulo en su Historia de la Fealdad? No estaría mal argumentar que lo que más nos interesó del arte feísta de los dos últimos siglos es la reflexión -subsiguiente a la manifestación- de la fealdad como algo propio, como un modo de autoanálisis. ¿De qué modo participamos de lo bajo?
Banalidad del mal (Hannah Arendt dixit): ¿bajo cuantas máscaras podemos escondernos? El mal puede ser divertido siempre que le suceda a los otros.
No es casual que los trolls electrónicos sean en un 99% anónimos. Es un síntoma nada menor: pocos quieren hacerse cargo de ese aspecto propio. Tampoco estoy diciendo nada que no sepamos si describo al troll como a una descarga. Aunque también sería muy simplista delinearlos únicamente como otro de los modos sociales de “hacer catársis”.
Sin embargo, no deberíamos desplazar lo obvio. La “situación-troll” implica siempre un blanco. Un sitio al cual disparar (un troll por definición jamás descarga contra sí mismo). El troll entiende que ese blanco lo vulnera, le está quitando algo: visibilidad ¿o acaso lo que intenta el troll no es contaminar esa visibilidad?
En la ecología de los medios el troll invariablemente es un factor contaminante. Es polución. Por eso no deja de ser irónico que muchos medios masivos sigan prestándole tanta atención a los comentarios, que son el mayor coto troll (hasta hay quienes dicen que para los medios los comentarios son como el rating en la televisión ¿será tan así?). Tanta razón tiene Guillermo Piro cuando insiste: los comentarios casi siempre están escritos por alguien que está mal de la cabeza. Y de inmediato aclara: sólo valen la pena cuando la expansión del comentario es moderada.
Esto es: cuando el diálogo nos permite no escondernos debajo de ninguna máscara.
Cuando no es necesario devenir-troll.
¡Información polucionada en la opinología trash!
Hay algo de divismo mal digerido en los trolls. ¡Look at me! Como pedían ciertos sujetos en una canción de Laurie Anderson (Lenguaje is a virus).
Estoy absolutamente a favor de la moderación de comentarios.
Mañana acometeremos con Lux Lindner otro de esos experimentos que nos gustan tanto: un paseo público por la muestra titulada el Universo Futurista. Esto es, propondremos notas al pie de página-orales, comentarios ocasionales, caligrafía vocal en los márgenes de la exhibición sobre las huestes de Filippo Tomasso Marinetti y sus muchachos que puede visitarse en la Fundación Proa de Buenos Aires.
Esa es la diferencia máxima con la agresividad de los trolls: al fin de cuentas, un troll es algo exterior, una voz que contamina pero de la que nadie se hace cargo. El troll aspira a no poseer sujeto, a producirse como un mero y potente enunciado corrosivo.
¿Sujeto trash? Por supuesto que sí, en su más baja escala.
Basura de la información que sólo es superada por quienes la consumen.
Cazadores o provocadores de trolls: Se comportan de acuerdo al principio del «segundo golpe». No inician el conflicto, pero lo intensifican en cuanto empieza. Con frecuencia usan otros trolls como excusa para su propio mal comportamiento, y en muchos casos califican a un usuario como troll, a pesar de los propósitos de éste.
Indiferentes: Intentan ignorar el conflicto, continuando con el tema original de discusión. Suelen expresar despreocupado desdén hacia el troll, pero no persiguen insultarle activamente. Se comportan como hermanos mayores, repartiendo sabias palabras tales como «No alimentéis a los trolls» u otras frases hechas que normalmente significan lo mismo: «Ignorad al alborotador y así se rendirá y se marchará». Este tipo de respuestas puede tomarse como un comportamiento pasivo-agresivo de provocador de trolls.
moderadores: No los moderadores del sistema, sino los usuarios que intentan «resolver» el conflicto, contentando a todas las partes si es posible.
Espectadores: Se apartan del conflicto. En casos particularmente malos, abandonarán el foro asqueados.
Secuestradores: Comienzan una discusión fuera de tema en respuesta a los mensajes provocativos de un troll.
No-trolls: Usuarios que son calificados de troll por otros usuarios o incluso moderadores para ser silenciados y desacreditados más fácilmente."
Un enunciado que desea generar un “efecto de denuncia” –subrayar esa pretensión de visibilidad indebida- y se transforma a sí en un espectáculo de miseria cultural.