domingo, 31 de mayo de 2009

Odisea Trash: retinas polucionadas

El trash está en tus ojos. No por fuera.
Residuos de percepción que no son sino retales de vida.
Chatarra óptica que tus ojos acumularon.

En “La velocidad de liberación”, Paul Virilio, luego de invocar a Treinisch (Hay que sacar provecho del poder del ojo humano), focaliza: “Si hasta hace poco había un artesanado de la visión, un “arte de ver”, nos encontramos hoy en presencia de una “empresa de las apariencias sensibles” que bien podría ser la forma de una perniciosa industrialización de la visión.

La policía de la visión parece decir: “no es que vemos mucho o más. No se trata de eso. Sino que (sobretodo inconscientemente) invertimos más y más tiempo en repasar formas y formas y formas que no son más que basura”.

¿Debord no fue el Papa Negro de esta siniestra profecía?:

El capitalismo especular todo lo cubre: el espectáculo lo devora todo”. Lo primero en devorarse, claro, son tus sentidos.

¿Acaso no viene a coincidir esa “industrialización de la visión” con las alarmas ululantes de “la denigración de la visión” que Martin Jay denuncia en Ojos Abatidos (Downcast Eyes)?
¿Acaso las terroríficas industrias culturales, imparable Godzilla avisorado en tiempo y forma por el (entonces) dúo dinámico Adorno + Horkheimer, no se alimentan de nuestro formateo perceptivo?

El periodismo sería exactamente eso: pura atmósfera industrial. Humo de fábricas. Es ni más ni menos en este paraíso de la producción en el cual irrumpe uno de los más sutiles virus de la industrialización de la visión: la delicuescente procrastinación.

J. L. Brea: “Producción de producción. Producción de experiencia, de subjetividad, producción de comunidad, de afecto o de concepto, de pasionalidad o sentido, producción de deseo, producción de significado…, todo es producción. Nada escapa ya a su inscripción en tal proceso. O, digamos, la producción ha expandido su campo para abarcar todas las modalidades de activad – o pasionalidad- que conciernen a lo humano. (…) Definitivamente. Nada precede a la producción, todo lo que pudiéramos decir de lo humano se inscribe de lleno en uno u otro proceso –por el que es producido-. “Producir para ser producido”, escribiría Descartes. Es el tiempo en que todo escenario del darse de lo humano comparece como resultado y efecto, como consecuencia, de una producción”.

La procrastinación invade y vulnera (quiere vulnerar) la producción. ¿De qué modo? Pervirtiéndola. Desplazándola a otros recorridos. Desobjetualizándola. La procrastinación no es sino otra paráfrasis de la Odisea: Ulises diversificándose en la pura viralidad del camino, desatendiendo su meta.

Si la Odisea puede resumirse en la lucha y obliteración de esa bestial procrastinación (perderse, siempre perderse, demorarse, dar vueltas en un eje de inutilidades) en la Era de la Infoxicación las voces de las sirenas se replican a sí mismas una y otra vez.

No en vano Brea señala dos letras de Radiohead:

I lost myself, I lost myself”. (Karma Police)

Strobe light and blown speakers / Fireworks and hurricanes / I’m not here / This isn’t happening / I’m not here / I’m not here.” (How To Disappear Completely).

No estamos vacíos. Es que la basura es invisible y la acumulamos en toneladas. Nuestro aparato perceptivo consume y consume y consume más y más y más trash. Eso es infoxicación: la seducción de la basura. Eso es procrastinación: perdernos a nosotros mismos (disolver nuestra producción) en la basura.

Una vez que nuestra mirada está industrializada, se reconoce apta para comenzar a acumular.

Pausa. Giremos y veámoslo de este modo.
Uno: ¿es posible desindustrializar la visión?
¿Qué quiere decir eso?

¿No estaríamos reemplazando una industria por otra no necesariamente mejor? ¿No se trata en todo caso de operar críticamente sobre esa industrialización?

Cuando me refiero a poetizar la infoxicación, cuando me sumerjo en trashilandia, es porque necesito volver a insistir con lo mismo: nunca estuvimos vacíos, no existe la percepción incontaminada.

Dos: Glimbo era un guerrero. Cierto día, perdido en el bosque, le resultó imperioso reconocer su posición, entender dónde estaba. Trepó al árbol más alto. Desde allí se maravilló con la interminable visión. Una vez regresado a su tribu, fue amonestado por los sabios: “esa visión no existe. Es falsa. Sólo existe lo que ahora ves, tu mirada de hombre.”

Un árbol puede ser tecnología, ampliar tus sentidos.
Un árbol puede estar lleno de alimañas.