viernes, 26 de octubre de 2007

Sobre el Gótico Tropical (y la cumbia medieval)

¿Adónde nos lleva la experiencia gótica? Ningún estilo más dúctil a la bizarrería que el gótico, tan europeo y por supuesto, calculadamente retrospectivo e innumerables veces reconstruido y redefinido. Como bien sabemos, no hay estilo que no sea una reformulación de la noción de Otredad: ninguna estética más insondable, dúctil y multiexpandida que el gótico.
Pienso ahora en libros que fueron tejiendo mi imaginario personal: reseñas italianas clásicas de L’Uomo Pipistrello, la inmortal creación de Bob Kane (junto a su versión mexicana por la editorial Novaro), la prosa morosa y atenta del temido Mario Praz, la épica gótica de Walpole, Radcliffe, Lewis y Maturin (siempre deberíamos volver al errabundo Melmoth y confiscar pesadillas a lo que queda de nuestra adolescencia), sumados a títulos célebres como La esencia del estilo gótico, de Worringer y el genial La Edad Media Fantástica, de Jurgis Baltrusaitis; pero por sobre todo (y sobresaliendo) otros títulos más improbables y seguramente por esto más luminosos como el zigzagueante relato ensayístico de Gérard de Sède, “El misterio gótico”, volumen que supo abonar las mesas de saldos de Buenos Aires durante más de un lustro y que aseveraba que “arte gótico es una derivación tardía de “ar(t)-got”, acompañando cronológicamente a las bestias mutantes de Philip José Farmer, así como el inolvidable “Patria Gótica”, de Rafael Bini –que como “La venganza de Killing”, aún espera ser redescubierto-, y que traza una genealogía de “gótico americano” con centro en el tremendo misticismo de Philip K. Dick.
Antes que ninguno, sin embargo, “El gótico como signo europeo”, del tucumanísimo Juan Terán, quien nos dejó una sentencia, suspendida entre la verdad de Perogrullo y el satori, que hoy capitalizamos como máxima eternamente fundante, y que reza así: “Europa es América sin la Edad Media”.

Estamos acostumbrados a reensamblar los géneros y experimentarlos a imagen y semejanza de nuestros recuerdos. Hicimos del gótico un sinónimo de fantástico y romántico, de relicario de oscuridad y altar dark. El gótico inundó durante décadas el mainstream del rock, de Black Sabbath a The Damned, de The Cure a Placebo o Marilyn Mason, y cada uno de sus efectos de sonido fueron infectando las sensaciones de ese territorio plagado de art nouveau kitsch, de estéticas de cementerios y castillos abandonados. (Hacia fines del 2003, Babasónicos cantó al gótico de Plaza Once).

Por eso no me sobresalté cuando conocí, hace muy pocos días, dos clásicos contemporáneos y bogotanos del género: el impresionante Tropical Goth Magazine, de Beatriz López y María Isabel Rueda y el más oscilante pero igualmente tóxico Ciudad Gótica, esperpéntica y mediática, de Rodrigo Argüello G., que lleva por subtítulo “Ensayos de simbólica (y diabólica) urbana”. Dos modus operandi bien heterogéneos que desde sus diferenciales perspectivas centrifugan y desacomodan una vez más el inventario gótico de nuestras experiencias.
La revista, un alucinante catálogo que mixtura y acerca fashion dark mexicano y colombiano, dibujos, fotografías y textos como “Tipografía gótica en la gráfica popular mexicana” o bien notas sobre vampiros, posesiones extraterrestres, “Devil in Colombia” y las obras de Teresa Margolles, asume un inconsciente gótico, tan desplazado como marginal y latino, que reaparece una y otra vez multiplicando los orígenes bastardos de emociones tan actuales como felizmente horripilantes. El libro de Argüello G., en cambio, utiliza la visión de la ciudad como termómetro gótico para “explicar la vida moderna en la macrociudad: la vastedad como ambiente propicio para lo fantasmagórico, para el desdoblamiento, la invisibilidad, el miedo y el terror”.
El futuro, como sospechábamos, será gótico y bizarro.
Si es que es.



B-Lo: “En la era del SIDA, el vampiro impone su erotismo cruel por encima del nuevo estigma: su forma de alimento, como en el Nosferatu de Herzog, representa la peste, la nueva peste; paradoja neogótica de la enfermedad de la sangre. Necesita de la muerte para propagarse y mantenerse.
El Alien espacial, el ser de otro planeta que amenaza la humanidad con una inminente invasión que acabará con la especie, es una transformación contemporánea del vampiro. La especie invasora y futurista a acabado con los recursos de su hábitat y para sobrevivir succionará las riquezas y maravillas con las que contamos en la tierra.
El Chupacabras, que sembró el terror desde México hasta Chile es el vampiro del tercer mundo. Una bestia monstruosa que se dedicó a martirizar a los campesinos y a llenar espacio en los insulsos y vacíos periódicos de Latinoamérica”.