miércoles, 8 de agosto de 2007

Lo posible como usina. Poéticas de la autoreinvención

Virtualidad, universos virtuales ¿de qué estamos hablando?
Lo virtual es una cualidad. Con cualidad quiero decir aquello que singulariza. Pero esto tiene diferencias. A ver: mientras que lo industrial necesita de un tuneo o customización para singularizarse (provocar la diferencia), la idea de lo natural permite pensar la singularidad per se. La singularidad como marca de origen. Virtual es una derivación de virtus, virtud. Señala la singularidad para producir un efecto, una potencia que no se desarrolla.
Por lo tanto, hay virtualidades de origen y otras industrializadas, o lo que es lo mismo, provocadas.

Las formas culturales (no sólo las artísticas) fueron desarrollándose en el juego de estas diferencias. Lo decía en un posteo anterior: Utopía existía únicamente como latencia, probabilidad. Cuando intentaba concretarse, el no-lugar de la utopía se retraía y la viabilidad fracasaba.
Todas las experiencias utópicas que conocemos son procesos de aprendizaje fracasados.

Durante siglos el término virtual se utilizó básicamente para designar esa potencia latente, envuelta o al menos retrasada, pero siempre natural. Demorada: lo que cada cosa posee sin desarrollar con la duda de que no quizá nunca llegue a desarrollarse. Pero siempre referidas a virtualidades de origen; insisto: la naturaleza como origen (al menos en este caso). Hoy la virtud es otra. Ya no parte de la idea de lo natural. Por el contrario: vivimos en una época en la que la informática dinamitó esa potencia y la sobreextendió.
Lo posible hoy ya no es un atributo de la duda: al contrario, es pura promesa. Los universos virtuales que los software perfeccionan día a día están obligados a perfeccionar sus formas, es decir problematizarlas, o mejor aún: volverlas más deseables. Porque olvidamos muy seguido que lo virtual es el deseo de la cualidad.

La imaginación, ya sabemos, es una condición del deseo y por ella difiere el deseo de la necesidad.

Es el deseo proyectivo de ese no-lugar el que nos convoca: ya no traer la utopía (ese no-lugar) hacia nosotros, sino acercarnos cada vez más a sus potencialidades, volviéndolas transitables, desplegándolas como a un origami.
La posibilidad ya no como reserva, sino como usina. Ahora ¿qué sucede cuando la virtualidad que se decide expandir es la de nuestro propio yo? Coda: una cita dentro de una cita:
Nos dice Mark Dery: “El crítico de arte Jeffrey Deitch ha sugerido que la evolución humana ‘puede estar llegando a una nueva fase que Charles Darwin nunca podría haber previsto.’ En Post Human, catálogo de una exposición de obras de artistas cuyo tema es el yo y el cuerpo, escribe:
‘Las tendencias sociales y científicas convergen para formar una nueva concepción del yo, una nueva construcción de lo que significa ser un humano. Aceptar llanamente el aspecto “natural” y la personalidad “natural” de uno mismo está empezando a ser sustituido por un sentimiento creciente de que es normal reinventarse”.