lunes, 29 de enero de 2007

Chancho al cubo y encima rosa

Rosa Chancho es un espacio de arte súperestimulante. Si su nombre puede leerse como una declaración de principios (ni Rosa Light ni Rosa de Luxemburgo, un debate que aún hoy me sigue pareciendo terriblemente banal), sus actividades durante el año pasado me provocaron muchas interrogaciones claves: ¿cuál es el mercado de una galería que no funciona como galería? es decir, una galería que se quiere expulsada, a la que durante muchas muestras (todas, salvo la última, en la que inauguraron el cubo de la foto) pudo accederse. Es decir, un espacio privado pero que invita al espectador a circular invariablemente por el espacio público. Pero estas no son las únicas paradojas de su peculiar dinámica: cuando ponen en escena el white cube que se suele reclamar para todo espacio de exhibición, resulta que irrumpe en tanto espacio suspendido cuyo interior también está vedado. Si hace décadas, Beuys se encerraba en una galería y sólo se lo podía observar desde fuera, la idea original de esta experiencia era que lo que se mostrara se hiciera utilizando fundamentalmente la vereda. Una galería en la que sus animadores interactúan como grupo (de hecho, expondrán muy pronto en el Centro Cultural de España en Buenos Aires) en el que conviven varios artistas con un teórico (en un medio como el de Buenos Aires tan ganado por la criticofobia), y que adoptan un tipo de operatividad donde la obra termina por transformarse infaliblemente en la siguiente aparición -cada artista expositor actúa interviniendo sobre la obra que propuso su antecesor y así progresivamente- creando una continuidad inédita por multiplicaciones de formas y sentidos. La semana pasada estuve reunido con ellos y me inocularon la ansiedad por ver el montaje de su próxima aparición.
Una galería felizmente anómala que estimula muestras que integran, como la de Orilo Blandini, un circuito-sistema urbano, en las que su mismo espacio físico se ve saludablemente expandido aumentando la repercusión de su contexto, utilizando el marco urbano como soporte.
Una galería que, nunca dudamos, nos depara demasiadas sorpresas. Ojalá (se nos hace más que necesario) provoque todo tipo de sopresivos contagios.