Y pronto lo será la década. Si pensamos estos diez años como otro “inventario de efectos” (McLuhan dixit) ¿Qué estéticas se impondrán, en un futuro no muy lejano, como propias del decenio? ¿Qué objetos serán emblemáticos en el vintage ’00?
¿La estética flogger- emo? ¿La alianza indeclinable entre los efectos del Photoshop y los del botox, que se instala como un virus en millones de deseos de visualidad? ¿Qué más? Hoy nos resulta muy fácil graficar los ’50, ’60, ’70, ’80 y hasta los ’90, pero ¿y esta década? ¿Necesitamos más perspectiva? La sensación es que, quizá como nunca antes, en términos de visualidad esta sea una continuidad de los ’90. Una suerte de extensos noventas sin rupturas. No puedo dejar de pensar en Gérard Wajcman y El Objeto del Siglo XX. ¿Es tan notorio que fracasaríamos si intentáramos reducir el lapso a una década?
Incluso series tan populares como las Powerpuff Girls o Bob Esponja, que acuden inmediatamente a mi memoria cuando pienso en animaciones que marcaron tendencia, lo cierto es que se estrenaron a fines de la década anterior. Lo mismo que bandas claves como White Stripes, stars del vintage.
¿Acaso la ruptura, el giro, el cambio se volvió imperceptible? ¿En la próxima década continuará este amesetamiento o por el contrario viviremos un catálogo vertiginoso e ininterrumpido de formas?
Hace poco escribí que en lo que hace al arte contemporáneo argentino este fue un año incubadora. Ahora pienso en el divertido ejercicio de estilo de Félix Luna titulado 1925. Breves narraciones cuyas coordenadas las determina un año en el que, históricamente, no sucedió nada explosivamente definitivo. Sin embargo, para el creador de Todo es Historia se trataba de un año muy especial: el de su nacimiento.
Siempre existirán obras y nombres propios que de inmediato vincularemos con una época, pero lo cierto es que el vintage supera esos nombres. Los rebasa. El vintage, por su parte, pone de moda al vintage de otra época.
¿La era de la viralidad informática es la del impostergable e infinito remix? Insisto con los floggers. Su punto de ebullición no es un género rock, pop ni de cualquier otra música. Tampoco el manga o una serie televisiva o película. Sin dudas una ecualización vertiginosa de todo esto vehiculizada por un software incómodo. Si el resto de las plataformas de la web 2.0 no puede diferenciarse en una estética reconocible, todo un sobreextendido movimiento de floggers se viene convirtiendo en icono de una tribu anfibia. De hecho es el primer movimiento realmente anfibio.
Es más, hace rato que no recuerdo una tribu urbana con tantos y tan feroces detractores. ¿Debería ser curioso? Hace ya tiempo Pablo Schanton señalaba en los primeros años de los Babasónicos al choque generacional (“porque mi generación hoy se caga en tu opinión”), algo que en esta década se le antoja imposible. Los emos tienen de punks, de darks, de glam, pero a la vez no son nada de éstos. No se trata de un revival digitalizado. Nada más lejos.
Por su parte, el vintage resulta más una rehabilitación que un renacimiento. Como escribí en otro posteo, la originalidad (el modelo original) a que hace referencia la denominación señala más una postergación superada que una reinvención.
El mercado de pulgas como museo: ¿acaso el posmodernismo no es un extensísimo museo bostezando ante la historia?
No se trata de una remake, de una remake de otra remake. Ya sabemos: se trata de otro uso de “aquello”. ¿Seremos tan manieristas? ¿Neo-camp? ¿Será el resultado de una sucesión de estéticas cautas?
¿Una década formalmente determinada sólo por sus maduraciones, continuidades y estacionamientos? Mientras tanto, el mundo sigue cambiado a pasos agigantados.
¿Este progresivo divorcio –cambios sociales incesantes y estéticas estables- no es una matriz que permanece mal leída más allá de algunos pre-programados acercamientos ideológico-políticos?
Ya no parece existir dialéctica alguna en la historia, más bien antes una interminable sucesión de remixes. Un tipo de operatoria en la cual la web es reina: no es que todo regresa, sino, muy por el contrario, que nada termina de irse.
¿Acumulación? ¿Subversión? ¿Un mercado inacabable? ¿Todo esto junto y remixado?
Vintage y remixes: más y más respuestas al inexorable paso del tiempo.
"A veces me digo: estás hecho de tiempo y el tiempo pasa." O. Paz.
martes, 30 de diciembre de 2008
El 2008 ya es vintage
Publicado por rafael cippolini en 11:39:00 a. m.
Etiquetas: anfibiología, cybergéneros, diseño, estética(s) del sentido, Paisaje e Ideología, Quantum, remixología, Software tribal, tiempo virtual, vintage