viernes, 19 de diciembre de 2008

Ese universo de fugados

Estoy fugado en Second Life. Es una forma de exilio voluntario.
Hace mucho (demasiado) que Linden Lab no me interesa nada.
O muy poco, y por otras razones.
El Metaverso (éste, todos) es un planeta de fugados.

No nos interesan los negocios. No vendemos anfibios espejitos de colores.
Lo que viene atrapándonos son las culturas que descubrimos a cada paso.
Culturas, subculturas. Imaginarios manipulados en todos los estilos.
Otro exilio del mundo físico. Cada fuga puede extenderse minutos, días, horas, semanas, incluso años. Pero siempre (siempre) será una fuga discontinua.
Estás, pero nunca absolutamente.

¿Suplantación? Para nada.
Hace unos días leía a alguien que escribió: “Stanislav Lem (y Philip K. Dick) acertaron en que la realidad sería sustituida por plataformas digitales".

Eso sucede en la ciencia ficción. Pero esto no es ciencia ficción. Es un software.

La virtualidad no necesita suplantar nada. Por el contrario: anexa, suma territorios. Ni más ni menos que espacios suplementarios: otra forma (otro modo, otra política) en la que ejercitamos nuestros sentidos. En que inventamos otros sentidos. Viajás a otra dimensión con sólo prender tu máquina.
Pero tu destino sigue estando en tus manos. A menos que se corte la luz.

Insisto: no se trata de ficción. O no totalmente. No es eso. Los metaversos no son estrictamente ficcionales. No de la manera en que entendemos aún la ficción en la literatura, las historietas o el cine. Se expande en ellos otro régimen no físico.

Como dice Napoleón Baroque, invariablemente sos vos, aunque en otro contexto. Jugás o no jugás, esa es tu elección.

La suplementariedad, por cierto, todavía resulta problemática. Genera morfologías sociales continuas. No es más que otra realidad (una realidad electrónica) que se adjunta a la que habitualmente transitamos.
Implica nuevas y disímiles estrategias culturales. En principio porque no se trata de mundos desconocidos que el antropólogo debe decodificar, investigar, analizar. No con las mismas herramientas. La virtualidad es pura construcción.
Es obra.

Second Life es un mundo virtual on-line, 3D, imaginado y creado por los residentes” reza uno de los slogans más difundidos por la empresa creada por Philip Rosedale. Por cierto, en este planeta de imágenes no se construyen sólo edificios o ciudades. U objetos, cuales fueran. Se trata de algo mucho más complejo. De continuo vienen inventándose formas de cultura virtual electrónica. El discurso de quienes garantizan el software y de cientos de programadores que trabajan para este software simplemente oficia de punto de partida.
Es una industria clave, pero jamás definitiva.
Después de un metaverso, existe siempre otro.

Maravillosa aritmética: todo se suma. Los metaversos se alimentan de absolutamente todo. Remixan lo real. Es una buena definición para comenzar: un metaverso es tu cotidianeidad remixada.
Remixada pero no autónoma. Hace unos años todavía se discutía sobre el tema. Hoy resulta absurdo. Vivimos en una cultura anfibia, esto es: postautónoma.

Fugados, por supuesto. Aunque miles y miles de los avatares que se cruzan por tu camino replican su idea de realidad. La necesitan. Como en aquel relato (¿de qué discípulo de Ray Bradbury?) en el cual los colonizadores del espacio exterior necesitaban ver McDonals en cada planeta que exploraban.

Los metaversos te proponen ese límite, te sitúan ahí: te invitan a diseñar tu fuga. Nadie realiza el remix por vos. Nunca. A menos que así lo decidas. El software tiene limitaciones, claro. Pero la mayor frontera siempre será tu imaginación. Sos vos. Ahí tenés tu papel, tu lápiz. Lo que escribas y dibujes corre por tu estricta cuenta.
Si lo que estás reclamado es un nuevo videogame para ocupar tu tiempo más que tus neuronas, será sólo tu decisión.

Sin embargo, concedo: ¿para qué un mundo virtual? ¿Para qué decenas de mundos digitales que pronto estarán interconectados? ¿No se trata acaso de una realidad aún más limitada que nuestra realidad? Sin duda. Pero una vez más estamos reclamando lo absurdo ¿el teléfono no es también una realidad limitada? Infinitamente más limitada. Lo mismo que el chat (un teléfono expandido).

Mi fuga cambia. Muta. Se centrifuga.
Decía recién: descubrimos muchos estilos de fuga. Incluso en aquellos temerosos que jamás se enteran que en un momento comenzaron a fugarse.
¿Fugarse adonde? ¿De qué? De ninguna parte. Desconectate. Estás en tu habitación, como todos los días. Tus cosas no fueron a ninguna parte.

¿Un sueño electrónico?
¿Acaso te quedaste dormido?