jueves, 13 de noviembre de 2008

¡Teorizame! Soy un maldito usuario Blogger

Invariablemente actuamos de objetos. Siempre somos cobayos nada pasivos de alguna causa y ya pasamos de esa paranoia. ¿Cómo convivís con la información que se genera sobre quién sos?

Cada uno de nosotros podría ser definido como blanco y receptáculo de un número bastante extendido de hipótesis y teorías. Nuestra importancia cultural deriva de este cruce: de la cantidad y calidad de acumulaciones de enunciado que provocamos, de las que somos objeto. Todo el tiempo somos teorizados, testeados, evaluados, clasificados.

Los comerciantes nos evalúan como clientes, los profesores como alumnos, los políticos como votantes, los deseantes como objetos de deseo, los artistas como público, los teóricos como excusa.

Socialmente, la atención que se nos presta es directamente proporcional a las hipótesis con las que se nos define. Hablé de calidad: si teoriza sobre nosotros alguien reconocido (es decir, alguien sobre quien a su vez se hipotiza mucho) nuestro índice de acumulación se acrecienta. Por supuesto: es clave analizar cómo y por qué nos teoriza.

La vida en sociedad es así: primero se supone al otro, se bocetan mentalmente un serie de rápidas impresiones y datos aislados (estilos, pertenencias, síntomas de reconocimiento, linkeos) para pasar, en muchas oportunidades, al testeo de un tráfico (la evolución de un ida y vuelta). La interacción es clave, es la segunda dimensión. Otra morfología del testeo. Cuando esto sucede, dejamos de ser una hipótesis para convertirnos en datos de un tráfico: en un índice de respuestas personalizadas, con un carácter singular. Nos convertimos, para los demás, en un pequeño archivo.

En cierto modo, la blogósfera es uno de los mejores paneles de observación anfibia en este sobreextendido panorama de evaluaciones. Claro, no me interesa tanto la reificación en ninguno de sus aspectos, sino los modos, los elementos y herramientas con los cuales se nos evalúa.

Por eso la tarea básica de cualquier teórico implica diseñar y resetear constantemente su herramental, desinstitucionalizarlo y reensamblarlo de modos diferenciales. Cuando un teórico da algo por supuesto comienza a convertirse en un tecnócrata, que es aquel que convierte sus máquinas de análisis en dogma sagrado.
En esto también Borges sigue siendo ejemplar: toda hipótesis y teoría es sospechosa.
Como cada obra lo es. En definitiva, su fuerza cultural deriva de la elaboración de esta sospecha. (Qué necesario es traducir estos borgismos en otros formatos).

En la construcción de nuestras sospechas, no deberíamos perder de vista que las tribus de hoy devienen cada vez más anfibias.
McLuhan (nos recuerda de Kerckhove) definía a la tecnología como “la piel de la cultura”. En esta dirección digo que plataformas como Fotolog o Flickr son tan imprescindibles como el diseño capilar en el que tanto se esmeran los emos. Ya lo cité: si hace veinte años, un taste maker under como B.Ode Lescano apologizaba “si no podés cambiar el mundo, por lo menos cambiá de peinado” hoy optar por Fotolog o Flickr es ya una razón de principios de peso como para Jack White (guitarrista de los White Stripes) elegir tecnología analógica y nunca digital.

Facebook ya es como una chaqueta, como siempre tuneada por tus preferencias. Pero también un laboratorio de síntomas. Cada vez más cobayos.

Una y otra vez: son los usuarios los que posibilitan que existan programadores y desarrolladores de software y no al revés, del mismo modo que el arte vive de los más inteligentes espectadores. Somos una unidad en estudio. Y es genial.
No existe mayor producción que el uso
.

Esta elección determina nuestro sitio en las ecologías de los presentes más atentos.
Deberíamos volver a leer una vez más con atención aquel texto de Umberto Eco sobre las fisonomías de cultura PC y la cultura Mac. El hardware y el software que usamos determinan no sólo nuestro aspecto.

Un curador que actúa como un terrorista científico debería ser aquel que proporciona datos de lo más oscilantes. Sobre todo de soporte.

Ya sabemos: para muchos bloggers, Blogger-Blogspot tiene algo de berreta, de baja calidad, de amateurismo. Por el contrario, para los mismos, Wordpress es un punto más, algo un poco más serio. Lo mismo que los dominios: tener tu propio dominio, tu dirección de URL, se les antoja sinónimo de un primer escalón de profesionalismo. Como dice el refrán, “no sólo hay que ser, sino también parecer”. Vaya estupidez.

No puedo sino pensar al blog como un primo cercano del cuaderno. Cuaderno en el sentido en el cual lo pensaba Salvador Elizondo: un soporte de acción más que un fetiche. Cada cual tendrá su modelo favorito. Me lo consultaron muchas veces pero de momento no pienso pasarme a Wordpress. Y digo de momento porque un blog no es más que un instrumento de intercomunicación y enlace y la elección de funcionamiento jamás resulta menor.
Ahora bien: el funcionamiento se determina en una necesidad y cada cuál tendrá la suya.

Utilizar Blogger para mí es una política (que trato de pensar como personal, al igual que todas mis políticas) como lo sería tocar con una vieja guitarra Faim. Es como deseo que se aspecten mis posteos. Como la guitarra sin cuerdas que Anla Courtis compró en el Ejército de Salvación.