¿Acaso no son cada vez más las parejas que se filman teniendo sexo? (ver).
¿Acaso no son cada vez más las filmaciones de parejas teniendo sexo que circulan por Internet? (ver).
¿Acaso el porno profesional no imita cada vez más en sus estéticas al porno casual, casero? (ver).
¿Acaso no es un fenómeno no tan distante al de los Fotologs y los Flickrs, donde miles y miles de personas nos abren las puertas de su intimidad? Si el erotismo prometía y se fundaba en un secreto, el porno todo lo habilita.
¿Acaso no crece la oferta de webcams sexuales? (ver).
¿Acaso no se multiplican las oportunidades de portales como CAM4, donde lo no sexual –otras intimidades- exigen un espectador porno? (ver).
Si el porno se define como la posibilidad de ver sexo, es el mismo sujeto porno (quien observa) el que sigue ampliando su apetito.
Todo comienza a verse con ojos –porno. Porque los ojos (nuestros ojos) siguen metabolizando la mediación de la imagen. ¿Acaso pronto no pueden ser masivos los lentes de contacto con realidad aumentada?
La realidad como otro videogame, entre otros. (ver).
Porno de prosumisión. (ver). Porno realizado por productores-consumidores. Si una noticia sobre el porno recorrió los blogs y portales web en estas últimas semanas esta fue los pedidos de los productores y estrellas de “películas para adultos” que, mediante Youtube y otros portales, pedían a quienes quisieran escucharlos que compren porno.
“Trabajamos para usted. Queremos excitarlo y divertirlo”. (ver).
Vean este video. Y este. Lean sus reclamos. (ver).
Mientras tanto, las palabras siguen desplazándose: Confucio estaba en lo cierto. Nunca más escindidos los regímenes de visualidad y los de enunciado.
Vivimos el triunfo absoluto de la visualidad: la promesa de verlo todo nos invade. Prácticas como el Found Footage lo aprovechan: las filmaciones de cámaras de seguridad suelen ser un material fabuloso para reconstruir narraciones ahí donde nadie se atrevía a buscarlas. (ver).
La visualidad-junk se recotiza. ¿Acaso no hago nada distinto a proponer ver, ver, ver y seguir viendo?
Si el sexo era la posibilidad de reutilizar todos los sentidos, de perderse en caricias, olores, gustos, hace rato que hasta los sonidos parecen un epifenómeno de lo visual. La visualidad lo domina todo (aunque, con Martin Jay, advirtamos que cada vez se desconfía más en ella; pero esto, también lo sabemos, es transitorio).
¿Acaso el sexo virtual no es el triunfo total de la visualidad? (ver).
La imagen se disocia más y más del resto de los sentidos. Nos hace creer que los reemplaza. Que puede reordenarlos, enseñarnos el mundo (nuestro entorno) sin más que un desdibujado papel del resto.
Maffesoli insiste: la modernidad no ha podido refrenar lo indomable, lo brutal de nuestros más atávicos instintos. (ver). El sexo virtual (las experiencias en una plataforma digital 3D, en un mundo de software) lo reducen todo a un espectador que se quiere protagonista.
Es que ya no existe protagonista que no sea un espectador privilegiado.
Espectador, no necesariamente lector.
No se trata de la evolución de la Galaxia Gutenberg.
¿Acaso existe algo más privado que la lectura?
Mientras que exista representación, mientras podamos advertirla, el reinado de la imagen no será absoluto. El concepto de representación nos recuerda que existe algo más. Que existe algo representado.
Que no se nos valora sólo en tanto imágenes.
Quizá nuestra tarea (nuestro desafío) sea ayudar a nuestros otros sentidos a dar más batalla. (ver.)
Proclamar que todo no puede ser visto. Que el espectador-porno tiene sus limitaciones. Que clausura más y más posibilidades.
Porno sigue siendo, también, ver lo que ya sabíamos que íbamos a ver.
El porno fascina y seduce precisamente por y en su previsibilidad (el kamasutra agotó su catálogo).
Los vanguardistas clásicos clamaron por el erotismo por sobre la pornografía.
Cuando el erotismo no es sino una de las variables del secreto.
Reinventar la privacidad (ya que no existe nada más estratégico que la intimidad). Reinventar sus significados, usos y consecuencias.
domingo, 9 de mayo de 2010
Porno Chino
Publicado por rafael cippolini en 4:42:00 a. m.
Etiquetas: anfibiología, desarticulabilidad, Paisaje e Ideología, rechequeando identidades, Serie Pornográfica