martes, 4 de agosto de 2009

Más orgías

Sobre políticas de curadores de datos, semiótica del remix, trash jongleurs y el affair Kutiman

Si de lo que hablamos es de ciberculturas (ese espacio semántico donde los significados de cyber y cultura se resignifican mutuamente) los curadores de datos se reservan las prácticas más estratégicas.

De hecho, les corresponde no sólo advertir la diferencia en los materiales más diversos (al fin de cuentas, en gran medida actúan como coolhunters de prosumidores presumiblemente talentosos) sino la pericia de navegar en un universo (digital: la web) donde lo que prolifera es, ante todo, la basura (y como sabemos, en cantidades incuantificables.)

Es que ya no se trata sólo de data curators sino también (más específicamente) de data curators trash.

La orgía sin fin: no, no es un título de Vargas Llosa, sino más bien otra perversión para Baudrillard. Hace veinte años escribía “hemos recorrido todos los caminos de la producción y de la superproducción virtual de objetos, de signos, de mensajes, de ideologías, de placeres.

Hoy todo está liberado, las cartas están echadas y nos reencontramos colectivamente ante la pregunta crucial ¿QUÉ HACER DESPUÉS DE LA ORGÍA?.

Finalizando la primera década del Siglo XXI sabemos: no existe el fin de la orgía. Al menos no lo vemos. Vivimos en el fenómeno de la orgía interminable, la orgía de los prosumidores.

No pocas veces, la basura cultural determina el futuro de los imaginarios que son los que direccionan los usos de la tecnología. Si la (cada vez menos) paradoja del prosumidor estriba en la progresiva indiferenciación de consumo y producción ¿no deberíamos investigar ya los imaginarios en tanto interminables remixes de cada uno de sus elementos?

¿Existe dinámica más potente para la imaginación tecnológica que los fanfictions? Ya sabemos: sin imaginación no existe tecnología.
Vivimos la orgía como aprendizaje sin pausa.

En toda cibercultura, indagamos tanto en la tecnología de la cultura como en la cultura de la tecnología (los resultados de este tropos delimitan su morfología).

Hace un tiempo (desde la nota en Wired) que decenas y decenas de blogs no hacen otra cosa que analizar el uso de internet que hizo Kutiman (y su thru-you) ¿y acaso Kutiman no es un claro referente –y hasta un arquetipo- de lo que puede ser un data curator trash?

No dejen de ver sus video-remixes acá.

¿Por qué no concebir un data curator trash –que no es otra cosa que el quizá más genuino narrador de nuestros tiempo- como un cyborg de Hunter Thompson? ¿Por qué no un data curator bonzo, hiper-infoxicado?

Al fin de cuentas, su materia es la intimidad expandida de la web 2.0 (el espectáculo de la subjetividad virtualizada); pero más exactamente la virtuosa manipulación a la que somete a sus materiales (ya no sólo sonidos y sampleos, ni siquiera imágenes, sino artistas mayoritariamente desconocidos).

Observa, clasifica, archiva, samplea y edita una y otra vez infinidad de material trash. Al punto que no sólo se trata de un data curator trash sino también de un trash jongleur.

“El término jongleur es de difícil traducción porque tiene el significado de juglar (en el sentido de malabarista), pero también el de quien posee (prescindiendo de esta actividad específica) una particular habilidad técnico-manual, de improvisación y destreza ejecutivas” (Gillo Dorfles).

Quizá con John Cage supimos que la música jamás puede reducirse a la ejecución de uno o más instrumentos. Lo que importa en Kutiman no es tanto la música (al fin de cuenta básicamente sin variaciones funk bastante standars) sino la gracia de una finísima edición con tantas filmaciones caseras de no mucha calidad.

Quiero decir: no sólo es el disfrute que hacemos de la fetichización de su habilidad técnica, sino que simultáneamente advertimos con fascinación las posibilidades de la manipulación de información en la web, donde el trash se dispara en otras dimensiones.

Háganme caso: tómense unos pocos minutos y no se pierdan esta inesperada versión de Bohemian Rapsody (¡yo que creía insuperable de la Flaming Lips!), este video-remix de Caribean Pirates, esta insoportable utilización de los espartanos 300, o esta excesiva confluencia entre Capsule, Daft Punk y Beastie Boys.

Al fin de cuentas ¿qué es un data curator de la cultura web sino un semionauta?

La “hoja de ruta” podría ser entonces el emblema de una “segunda modernidad” que sucedería a esa fase de transición que fue el posmodernismo. Esta segunda modernidad reagrupa hoy a navegantes de la cultura que toman como universo de referencia las formas o la producción imaginaria. Su método (la producción de formas mediante la recolección de información), utilizado más o menos conscientemente hoy en día por numerosos artistas, evidencia una preocupación central: afirmar el arte como una actividad que permita dirigirse, orientarse, en un mundo cada vez más digitalizado.” (Nicolas Bourriaud).
Un semionauta de la odisea trash: de los sentidos saturados como sinfonía de sensaciones.

Una de las tantas tareas del arte es la detectar y remixar las poéticas de la web. Por lo tanto el curador de datos como productor artístico no debería sino evolucionar en un cultor de la más expandida fanfiction (funfiction) cultural.

¿Acaso los devotos de Otaku (la versión más geek de los japonólogos) no son a su modo eximios data curator trash?