Es bien claro: somos la información que acumulamos en nuestro disco rígido.
La que no borramos. La que persiste por más tiempo.
Esa cantidad de carpetas llenas de archivos que vamos creando en nuestra memoria virtual y terminan resultando nuestro diario íntimo.
Nuestro cofre de pertenencias.
Nuestra caja negra de voces.
Todo ese cúmulo de elementos que nos define.
Cada computadora es una guardiana de nuestra subjetividad. De nuestros modos de relacionarnos con el mundo.
¿Acaso no se la denomina “personal computer”?
No es difícil darnos cuenta que cada disco rígido posee su estilo. A su modo, los ordenamientos y clasificaciones por las que optamos diariamente van construyendo una instalación.
También un laboratorio (un sitio de pruebas).
Pienso ahora en las sondas espaciales Voyager o en las Pioneer navegando en la galaxia, por sitios bien lejanos, portando discos de oro con una edición de tesoros de la humanidad. Nuestra computadora también es un almacén de información valiosa para cada uno de nosotros (a su modo una autobiografía en otros datos) que reacondicionamos día a día.
Finalmente un hacker (o mejor dicho, un cracker) no es más que un saqueador de nuestras narraciones (de los elementos que la constituyen).
Claro, durante muchos siglos las narraciones del mundo era tantas menos. Tantas.
¿Demasiadas menos?
Pensemos en el tan detallado diario de Mister Samuel Pepys, a fines del siglo XVII (una avanzada de los relatos de intimidad).
Pensemos también en la dinámica de los salones literarios. En los clubes de caballeros ingleses del siglo XIX (Terry Eagleton los instituye como el núcleo originario de lo que llamamos crítica).
Voces demasiado solas, demasiado únicas, demasiado privadas.
Ya entonces las voces se multiplicaron como en un alud.
Vamos absorbiendo más y más y más voces.
¿La mayor culpa la tiene la demografía? ¿La alfabetización? ¿La imprenta? ¿Los museos? ¿Los medios masivos? ¿Internet?
Es un hecho: cada generación de artistas tiene que convivir con más y más narraciones disponibles (en algún tiempo le bastaban un puñado de mitos). Información a compartir: narración.
En el precioso documental It Might Get Loud de Davis Guggenheim, escuchamos la voz en off de Jack White sentenciar: “Debes unirte a la familia. Debes ser parte de ella. De la familia de narradores. (…) A la gente se le ocurren ideas y trucos nuevos para contar la misma historia de forma diferente. Todos hacemos lo mismo. Buscamos compartir algo con otro ser humano”.
Tanto se escribió en los últimos años sobre el Yo como espectáculo en el horizonte de la web 2.0 y sus culturas. Pero lo cierto es que todo artista tiene que convivir hora a hora con tantas narraciones que afectarán la suya que ya resulta imposible avanzar sin atrincherarse en el terremoto imparable de voces.
Tan cierto como que cada cual elige las voces que desea oír (leer, ver). Digo voces y digo imágenes (fijas, en movimiento). Entre narraciones y narraciones y narraciones y más narraciones.
Cada Fotolog es una narración, cada Flickr lo es, también cada blog y cada nueva entrega de Buzz. Incluso los videos propios que subimos a Youtube o Vimeo (o a cualquier otra plataforma similar). Narraciones que tienen mucho de diario discontinuo, de fotografías e instantes casuales.
Estuvimos hablando mucho de este tema días atrás en la ciudad de Rosario, en el encuentro organizado por La Hermana Favorita.
En otro pasaje de la película, Jack White habla de su descubrimiento y devoción por el bluesman Son House. “Me identificaba de mil maneras posibles. No sabía que eso fuera posible. Sólo cantar y aplaudir. Significaba todo. (…) Un hombre contra el mundo en una canción. Oí que todo desaparecía. No importaba que aplaudiera fuera de tiempo. No importaba que no tuviera instrumentos. Lo único que importaba era la actitud de la canción”.
Un artista es una voz, un conjunto de imágenes, de palabras, de sonidos, de objetos. Un conjunto de objetos como los que dispuso en una vitrina Inne Martino en Monoambiente. Estás viendo una pared de mi casa, en Pasaje Pam, de Rosario. Libros, discos, frases. Formas.
(Algunas de las imágenes de este posteo son de su blog, así como la última es de Virginia Negri).
Esa es la cuestión. Narramos con lo que tenemos, justo cuando eso que acumulamos casi sin darnos cuenta nos define, y en todo momento habla por nosotros.
lunes, 26 de abril de 2010
Y también somos el estilo de nuestro disco rígido
Publicado por rafael cippolini en 10:13:00 a. m.
Etiquetas: anfibiología, cultura rock, Descontextos, estética(s) del sentido, Paisaje e Ideología, Punkitectura, sujeto pop