sábado, 23 de mayo de 2009

+ PsycoWeb y efecto Pynchon

¿Qué es el yo en la web?
¿Una imagen (fija o en movimiento)? ¿La voz de un texto?
¿Un remix involuntario de pequeños gestos?
¿Una reducción de software?
¿Un fantasma digital?

Hace mucho tiempo (mucho tiempo) Thomas Pynchon decidió ser sólo un conjunto de libros. De textos. Una voz, una forma de narrar. Pero también la ausencia, el desplazamiento (ese mismo retiro al que se llamó Maurice Blanchot). Los libros fueron la materia con la que modeló sus ausencias.
No vemos el cuerpo, pero alguien sigue hablando.
Blanchot envejeció, Pynchon envejece.
Pero ellos son sólo voz.
El salingeriano Zooey, sobre quien escribió hace poco Beatriz Sarlo, también envejece (suponemos).
Tanto como Luther Blisset.
O Karen Eliot.

Tantos cuerpos se sustraen, se autoinvisibilizan, mientras otros tantos (simétricamente) eligen la afasia: hablar sólo por la imagen.
¿Cuánto tiempo perdemos vagando por fotologs y flickrs de quienes jamás conoceremos?

Una vez más: régimen de visibilidad / régimen de enunciado. La infoxicación lo invade todo. Es una de las grandes vedettes de nuestra época.

Son decenas y decenas de personas las que se fotografían todos los días y suben el resultado a la red. No se los pierdan. Vean a Ben. A Noah. Véanla a ella. Y a ella. Y a Amanda. Y a él. Y a Laurel. Y a Michael.
Hasta Puppy es de la partida.
Podríamos seguir y seguir.

¿Hoy el estanque de Narciso son simplemente píxeles?
¿Son la cantidad de visitas a tu blog?
¿Los comentarios encendidos?
¿Son las formas que inventamos para tratar de capturar o exorcizar al tiempo?
¿Cuánto debe el éxito de un yo-web (un yo percibido únicamente desde la red) a la sobreextendida procrastinación?

¿Infoxicación y procrastinación son directamente proporcionales?
¿Cara y ceca de un mismo fenómeno?
¿Fugas y más fugas frente al quantum?
¿Qué retiene, qué se escapa de la imagen?

Hans Belting: “En la actualidad, la fuga del cuerpo puede leerse en imágenes cuyo punto de fuga se encuentra en el mundo virtual. Sin embargo, la fuga del cuerpo presupone que existe algo (se lo puede llamar alma, espíritu o yo) capaz de fugarse de él. Sin embargo, una premisa de esta naturaleza se ve refutada por su contraparte, según la cual, cuando se habla del ser humano sólo son válidas las funciones corporales.

Pero esta premisa también se ve en aprietos para formular una definición segura de lo que es el cuerpo. En estas circunstancias, apocalípticos y futurólogos proclaman, alternando cánticos, el gran cambio hacia la época en que termina la historia de la humanidad.

Sin embargo, olvidan que la imagen estable del ser humano que ahora ven desaparecer, en realidad, nunca ha existido. Si estudiamos los testimonios históricos en imagen, veremos cuan inestable ha sido la imagen del ser humano que representan.

Esta inestabilidad se hace evidente en las imágenes del cuerpo que encarnan al ser humano no sólo de manera variable, sino con frecuencia también antitética. No sólo se dotó a la percepción de una transformación incesante, y con ella a los órganos sensoriales correspondientes, sino que también el tema de la percepción, el tema del ser humano, fue absorbido por esa transformación”. (Antropología de la imagen).

Quiero acercar la cita anterior a la impresión de lectura de un libro como Cuerpos sexuados, de la bióloga feminista Anne Fausto-Sterling: si la percepción de un cuerpo (cualquier cuerpo) se encuentra tan alimentada por la paciente acumulación cultural de todos los prejuicios que nos formatearon durante años ¿no es claro que sólo podemos observar los cuerpos que estamos programados para ver?

Fausto-Sterling: “La pensadora feminista Donna Haraway [autora del Manifiesto Cyborg] ha escrito que la biología es la política por otros medios. (…) Estoy segura que continuaremos defendiendo nuestras políticas con argumentos biológicos. Quisiera que, en el proceso, nunca perdiéramos de vista que nuestros debates sobre la biología del cuerpo siempre son debates simultáneamente morales, éticos y políticos sobre la igualdad política y social y las posibilidades de cambio”.

¿No sería más productivo, entonces, acercarnos al yo de la web mediante esa disciplina que conocemos como biología de la información?