Remixología (v.2)
“Del Diluvio Universal sólo se salvaron los peces”, dijo Borges citando a un antiguo teólogo. “¿Y los anfibios?” me pregunto. Toda cultura anfibia da cuenta de una doble y paulatina transformación: un anfibio activo es aquél que propone formas de remixar la heterogeneidad de sus medios.
Vamos a un ejemplo artístico. Cualquier curaduría en un mundo virtual resulta definitivamente tan anfibia como posautónoma. Ya sabemos, la institucionalidad del arte tal como la conocemos es producto de un extensísimo plan de acción diseñado para nuestro universo físico. Nada distinto sucede con las definiciones que poseemos de la práctica artística.
Entonces ¿qué clase de economía y participación estética se realiza en un programa anfibio?
En el primer borrador de un curador que se propone actuar en un mundo virtual (y ahora pienso específicamente en Second Life, aunque por supuesto también lo extiendo a otras plataformas de virtualidad) aparece consignando que cualquier intento de traducción de elementos e intenciones (el tráfico unidireccional entre el mundo físico y los entornos de simulación 3D) está destinado a despotenciar ambas instancias.
O sea, una curaduría pensada desde Second Life avanzará en sucesivas interrogaciones sobre nuestro universo no-digital.
Si tiempo atrás me preguntaba “¿qué tipo de curadurías resultarían imposibles –no sólo por costos- por fuera de los mundos virtuales? ¿Qué limitaciones del mundo físico puedo superar conceptualmente en el universo digital?”, ahora también me planteo la dirección inversa ¿qué y cuánto pierdo tratando de llevar una exhibición física a un contexto virtual? Pero en verdad estoy haciendo trampa.
Y esto porque, según mis intereses, el foco ya no se encuentra en la distribución ni en la presentación de las obras, mucho menos en la interacción con la subjetividad que caracteriza al moderno concepto de artista (su historia, intenciones y proyectos); contrario sensu la curaduría en un universo digital como el Metaverso comienza a definirse en los intercambios (la transcodificación) de su dualidad original. En este sentido siempre hasta sus elementos de base resultan remixados.
Digámoslo así: ya no se trata de una acción curatorial sobre obras y artistas proyectadas en un contexto virtual, sino directamente de una curaduría sobre el programa (y sus efectos.) El curador que me interesa es un remixador de entornos.
Está claro, pienso al entorno invariablemente como una instancia anfibia. Para decirlo en términos de Lev Manovich, transcodificada.
“(…) Se puede pensar en los nuevos medios en general como si constataran dos capas diferenciadas: la “capa cultural” y la “capa informática”. Como ejemplos de de categorías que pertenecen a la capa cultural, tenemos la enciclopedia y el cuento, la historia y la trama, la composición y el punto de vista, la mimesis y la catarsis, la comedia y la tragedia. Mientras que, como ejemplos de categorías de la capa informática tenemos el proceso y el paquete (como los paquetes de datos que se transmiten por la red), la clasificación y la concordancia, la función y la variable, el lenguaje informático y la estructura de los datos.
(…) En resumen, la capa informática y la cultural se influyen mutuamente. Por emplear otro concepto de los nuevos medios, podemos decir que se están integrando en una composición, el resultado de la cual es una nueva cultura de la computadora: una mezcla de significados humanos e informáticos, de los modos tradicionales en que la cultura humana modeló el mundo y de los propios medios que tiene la computadora para representarla”.
Así, ya no se trata de una curaduría EN un mundo virtual sino DESDE un mundo digital proyectándose en nuestro entorno físico y en dirección inversa: tramando continuidades entre lo propuesto más allá del monitor y nuestros átomos.
Como vengo insistiendo, si uno de los inventos más contundentes de la modernidad fue la autonomía artística, el gran protagonista de esta etapa ya no es el artista (cuyo rol, aunque muy transmutado, es por definición anterior) sino el espectador. Nada existe más moderno que un espectador.
Y como saben, en tanto que curador no soy sino un espectador en otras funciones. Un espectador-remixador en concordancia con otra de las propiedades señaladas por Manovich: la variabilidad. Cualquier obra existe para ser remixada.
Un curador-espectador anfibio aplicará simultáneamente (siguiendo a De Kerckhove) estrategias de la tecnopsicología (“el estudio de los estados psicológicos de las personas sometidas a la influencia de las innovaciones tecnológicas”) como de la psicotecnología (“cualquier tecnología que imita, extiende o amplía los poderes de nuestras mentes”) en sus indiferenciaciones progresivas: ya no dos entornos, sino un único entorno infatigablemente remixado.
lunes, 30 de junio de 2008
Un remix infinito: más sobre la acción curatorial anfibia
Publicado por rafael cippolini en 10:01:00 p. m.
Etiquetas: anfibiología, curadurías, Cyberculturas 98.5%, inconsciente informático, redireccionamientos, remixología