sábado, 26 de mayo de 2007

Descolocando límites: el colapso cultural es nuestra mejor arma

Para los imaginarios no vale lo real ni lo virtual (así como nosotros hace tanto que no vivimos de categorías como figurativo vs. abstracto o conceptual o no conceptual), aunque esos sistemas abiertos en los cuales se moldea nuestro infatigable banco de imágenes sean la forma primera de nuestra información. Porque así es: vivimos en la Era de la información (Armand Mattelart dixit), pero de una información nunca tan consciente de su forma. Las praxis artísticas que nos conforman no son otra cosa que la generación incesante de distintos formateos para la información que nos gobierna, alimentos históricos de nuestros imaginarios.
Hace exactamente medio siglo Roland Barthes condenaba (a la vez que se divertía y erotizaba) con esas mitologías a las que consideró un habla, un lenguaje robado (y por lo tanto alienado) Hoy por hoy, no existe nada más alienante que la noción de campo (¡olvidar a Bourdieu!). Somos las más gozosas víctimas de las mitologías autoproliferantes.
Consigan el imprescindible cuaderno –anillado- “Para Juan (un libro para Juan Manuel Hernández)” de Adrián Villar Rojas [editados por Atypica y el Macro + Castagnino de Rosario]. Información que descoloca toda pretensión de encierro provisorio, de incomunicación de laboratorio perceptivo: la información en arte es cada vez más forma conectiva, cruce y trasvasamiento de aquello que las disciplinas más conservadoras separan. Soy lo suficientemente viejo como para que mi imaginario esté por completo contaminado con mitologías del rock que dinamitaron las décadas: del choclo radioactivo de Residents al choclo deuda externa de Marta & Andy, de las cavernas de Gondry a las de Gómez Canle, del beatcore de Los Brujos (con el que tan consubstanciado estoy, estética, biográfica y afectivamente) a las fantasías feroces de ese secreto fabuloso que es el historietista Frank Vega, de la metaforología de Hans Blumenberg a las escenas de Eduardo Basualdo.
Coincidimos con Bourriaud en pensar el consumo cultural como la menos pasiva y más política de las actividades, en considerar clave el rol mutante del espectador siempre saturado (solía delirar con los vúmetros siempre en rojo de electricidades tan diversas como las de King CrimsonRed-, Velvet UndergroundWhite Light, White Heat-, La Pesada del RockTontos-, My Bloody ValentineLoveless- y cualquiera de las grabaciones de los Reynols). El tan malquerido y sospechado Baudrillard partía en su Patafísica del año 2000 de “la idea de que ya no encontraremos la historia antes de la información y de los medios de comunicación, de que el exceso de historia o el exceso de acontecimientos anulaba la posibilidad misma de la acción histórica”. Hace rato que estamos saturados de consumo cultural (Lux Lindner me comentó hace poco que estaba dedicando dos horas diarias a navegar por You Tube, del mismo modo lúdico en que Borges se entrometía hace muchas décadas con la Enciclopedia Británica). Es triste el espectáculo (un loop apenas renovado en los últimos años) de artistas que ni bien creen comenzar a madurar exigen más y más a los historiadores su nicho en la Historia. Perdón ¿qué historia? La Historia también es información, la pura forma de Gombrowicz. Nunca estuvo más vivo Dubuffet (confieso releer una y otra vez Cultura asfixiante, ese tomo adorado de ediciones De la Flor), aunque sin su paranoia; o mejor, con la paranoia a favor, con la paranoia cultural (el terror del último Flaubert, de sucumbir ante toneladas de información necesarias para alimentar una obra narrativa exigente) pero esta vez considerándola una de las mejores armas. Me alimento del terror de Adorno: no es exactamente el antiguo paganismo que cultivaba Aby Warburg el que está de regreso, sino el más impiadoso de los capitales, esto es, miles de miles de productos culturales a los que Internet nos conecta cada día. ¿Querés inflamar al extremo tu anamnesis?
Imitá a Lindner y a miles de internautas, chequeá tu memoria afectiva (tu pathosformeln autobiográfica -¡perdón Gastón por todos estos abusos!-) en You Tube. Nunca fuimos tan contemporáneos a todas las épocas y paradójicamente nunca estuvimos tan alejados. Saturados y magníficos.


PD (eternamente): Yves Bonnefoy: "(...) Apareceren así agujeros en lo Inteligible que subyacen a los mundos de la palabra, lo negro en el cielo claro de la Imagen, e incluso un despedazamiento ya no solamente del héroe en el cual se expresa el poeta, sino en la misma escena que su lenguaje había creado."


Esto útimo es un extracto del muy recomendable "Lugares y destinos de la imagen. Un curso de poética en el Collège de France"