lunes, 7 de junio de 2010

Nunca Nada Es Suficiente

Seguimos aprendiendo a compilar lo que aprendemos de Internet. No desde la web, sino de la red en sí misma, en tanto presencia y funcionamiento. Cada cual tiene su ranking.

En lo más alto del mío, en mi top 5, se mantiene la certeza de que NUNCA NADA ES SUFICIENTE.

Lo que me seduce de la web, más que su inmediatez o revolución en lo comunicativo, es la cada vez más expansiva disponibilidad. Es el linkeo, sí (la conexión ininterrumpida y la resignificación de lo que entendemos por homogéneo y heterogéneo), pero por sobre todo la certeza de que siempre es mejor conocer OTRO MAS de aquello que buscábamos.

Eduardo Rey me contaba, días atrás, una historia rescatada por Pascal Quignard sobre una hambruna en el Imperio Romano.

Sobre cómo la falta de alimento había convertido a toda una población en caníbales. Sentí que estaba volviendo a revivir la película The Road, “la última película de Viggo Mortensen”, dirigida por John Hillcoat (tan cercano a Nick Cave) y basada en una novela de Cormac McCarthy. ¿Qué sentido tiene la búsqueda de originalidad? La realidad construye sus novedades sobre lo que ya sabíamos.

Los finales (el final como entidad) perime no tanto por su certeza progresiva sino expansiva (hacia los costados). Cada vez entendemos mejor que todos los poemas del mundo no son suficientes, todas las canciones del mundo tampoco lo son, todas las películas del mundo nunca nos alcanzan.
Internet nos sigue enseñando que, tan cercana a cada cosa que busquemos encontraremos otra más o otra más y otra más que la antecede o le es simultánea.

Hablé de mi ranking. Internet mantiene viva la sensación de que este ranking puede cambiar y cambiar y cambiar. Creo que esa es una gran diferencia con el pensamiento moderno, aún más, con el gusto moderno: con la tan idiota pretensión de ser (culturalmente) el primero en algo, de detentar alguna especie de origen.
¿Escucharon la versión de The Dark Side of The Moon de Flaming Lips? ¡Ni siquiera nos era suficiente con la versión de Pink Floyd!
¿O acaso un buen cover no reinventa una canción?
Sin dudas es posible que todo haya sido dicho, pero ¡todavía podemos volver a decirlo todo y resultará tan fabuloso como antes o mejor! Claro, es imperioso volver a inventar otros modos de decir lo mismo. Digámoslo así: lo nuevo es simplemente decir lo que ya sabemos pero de otro modo.

Creíamos que alguien había inventado un sonido. En Internet encontraremos a tantos otros que estaban en lo mismo antes o al mismo tiempo. Hace unos meses Pablo Schanton citaba a Stephin Merritt, de Magnetics Fields cuando éste confesaba: “ Por alguna razón soy completamente incapaz de hacer algo nuevo con la canción pop. Qué deprimente”.

En la misma columna titulada Exceso de composición, también subrayó lo dicho por Andrés Calamaro en el site Efe Eme: “Ya no estamos en el siglo XX y no dejo de sentir que el modelo de canción de rock podría terminarse. Concluir como ocurrió con el tango canción, que tiene principio y tiene final. (…), así como las grabaciones de los Beatles terminan en Abbey Road”.
Necesito cambiar el escorzo y preguntarme ¿cuánto tarda en cansarse un espectador o un compositor o un creador cualquiera de una forma de observar una forma cultural?

¿Por qué la temporalidad de un contexto histórico debería agotar una forma?
¿Cuántas veces escuchamos que la novela está muerta? ¿Qué el cine murió? ¡Qué los blogs murieron! Sigo creyendo que hay algo muy idiota en el parricidio, por más instalado que esté en la memoria genética de nuestra cultura.

¿Tan rápido nos cansamos de leer, de ver, de escuchar? Quiero decir: de no saber inventar otros modos de leer, ver y escuchar lo mismo. Si no fuera por los muchachos de Cahiers du Cinéma, Hitchcock quizás hoy estaría muerto.

Otro tanto me sucede con la creencia de que la abundancia atenta contra la calidad. No puedo más que recordar a Anthony Burgess mofándose del grupo del grupo de Bloomsbury (al que pertenecieron entre otros Virginia Woolf y Hilton Strachey) y su militancia crítica contra la prolificidad. “¡Basta de Estreñidos!” solía clamar.

No tenemos de qué preocuparnos. Todos somos capaces de escribir un buen verso. Incluso un verso genial. Pero muy pocos son capaces de escribir diez buenos poemas.