Los rankings personales nos rodean y mucho más de lo que suponemos: sólo hay que saber averiguarlos y detectarlos a tiempo, porque ellos son los que disponen la geografía (y los accidentes) de nuestras preferencias e inclinaciones, es decir, de la diseminación y el ADN de nuestros estilos -estilos que no son nada distinto a un diccionario de deseos-. Reconozco que, entre los más clásicos, Los Raros (1896, reeditado con algunos cambios en 1905) de Rubén Darío, Contra la interpretación (1966) de Susan Sontag -ambos sumamente afrancesados y publicados previamente en forma de ensayos independientes en diversos medios-, así como esos informes de lectura que son el Hitchcock (1957) de Eric Romher y Claude Chabrol y el Proust (1931) de Samuel Beckett posiblemente sean los que más visité a lo largo de los años, quizá sólo con la perversa intención de husmear una y otra vez en las reutilizaciones de esos catálogos de piezas favoritas que luego fueron metabolizados en las poéticas de cada autor (todo ranking no es sino un almacén de síntomas, lo mismo que los covers, accesorios y repuestos para la construcción del fan que cada uno de nosotros lleva dentro). De los más contemporáneos, quizá Kicking Against the Pricks (1986) de Nick Cave y Sexual Personae (1990) de Camille Paglia (foto) sin dudas son los más complejos e inagotables como statements de guerra. Porque un ranking personal es ante todo un arma: Guillermo Iuso lo sabe muy bien. Un ranking es un índice de tendencias.
Si hay algo que mi tarea persigue en este último año es la exhumación serial y luego (no podría ser de otro modo) vivisección salvaje de ese armario de secreto a voces, de esa memoria selectiva que aleja por oposición lo que el despliegue del gusto no admite. En otra forma, seguramente más narrativa y menos ensayística, Nick Hornby señaló la importancia de este gesto que cada vez me convoca más.
Después de una larga charla con Adrián Villar Rojas en Rosario, hace unos días, volví a caer en cuenta de que los rankings personales pertenecen más al terreno mitológico (en el sentido barthesiano) que histórico (son diferentes especies de dramatismos). El canon, en cambio, siempre es político. Ya dije en otra parte que el ranking de la tradición se llama canon y que entre una y otro se cultivan varias especies parásitas de tensiones. Y dinamitarlas y potenciarlas es uno de los juegos más estimulantes que conozco. Ojalá pueda perfeccionarme en esto.
Coda (siempre coda): Los rankings también son formas relacionantes (cadenas sucesivas de heterogeneidades). Una suma de heterogeneidades que dan como resultado una subjetividad.
martes, 8 de mayo de 2007
+ Rankingalaxy
Publicado por rafael cippolini en 2:48:00 a. m.
Etiquetas: ensayos + adelantos, exploraciones, Quantum