lunes, 5 de octubre de 2009

Tu sexo será irreal, pero me encanta

Por una teoría del imagicidio

Una sexualidad irreal en tiempo real”: la frase es de Sylvère Lotringer y todavía sigue dándome vueltas en la cabeza.
¿Cómo testear round tras round la multicambiante frontera entre lo virtual y físico, en tanto siguen presentándose como dos diversas dimensiones de lo mismo?

La primer tentación social sigue manifestándose policíacamente: hablo con un amigo y le cuento que leí ciertas observaciones sobre sexualidad digital en el blog de un avatar. Inmediatamente me increpa “¿pero quién está detrás?”. Lo mismo podríamos preguntarnos del novelista J. P. Zooey o incluso –incentivando un poco más nuestra paranoia- de Thomas Pynchon (¿quién está detrás de la incisiva Inherent Vice?).

¿Acaso tantos infectados por el terror de los imaginarios de la guerra fría no sospechaban que detrás de Stanislav Lem se disimulaba una factoría soviética? Sin ir más lejos, en Lo Real y lo Virtual, Tomás Maldonado se preguntaba aún si las instancias de sociabilidad web llegarían a ser algo más que una frívola danza de máscaras.

¿Por qué nos cuesta prestar una mínima atención a lo por demás evidente, a lo que ya sabemos de memoria? Sí, ya: persōna, como señala la etimología de cualquier diccionario, empezando por el de la Real Academia, significa “máscara”.
Aquí la cultura rock me sirvió de escuela. No sólo el camaleonismo de Bowie (toda una tradición), sino la inolvidable cubierta-comic de Unmasked de Kiss: ¿por qué preferís una máscara en vez de otra?
O con más precisión ¿por qué unas máscaras son más sospechosas que otras?
¿La máscara oculta, o por el contrario, enfatiza aquello de lo que creemos estar construidos socialmente?
Lo mismo que Alfred Jarry utilizando la máscara del Padre Ubú. ¿De cuántas formas ecualizamos nuestras mitologías?

Muy pronto volveré sobre una revisión antropológica de la dimensión de la máscara en tiempos de web. Pero ahora quiero centrarme en las funciones operativas de esa máscara y regresar a la afirmación de Lotringer y preguntarme ¿cuándo una sexualidad resulta irreal?
¿Un porno de Photoshop es sexo irreal?
¿Asistir a una orgía de minotauros en Second Life es sexo irreal en tiempo real?

Máscaras, máscaras, máscaras ¿no estamos refiriéndonos a una expectativa de soporte? ¿A la percepción de un soporte inadecuado?
¿Cómo chequeamos ese soporte en el que desconfiamos?

Propongo un índice que no deberíamos postergar: el imagicidio.
¿Cómo se efectiviza ese incesante hara-kiri de la imaginación?
¿Acaso la novela en tanto género no se inaugura con la escena patética –por épica- y magistral de Don Quijote embistiendo contra molinos de viento?

Más que nunca tendríamos que preocuparnos por la guerra de imaginarios que rige nuestras vidas. Porque el imagicidio (la patología de reducir todo a una sola instancia que denominamos “realidad”) suele distraernos de las diseminaciones de sentido del soporte.

Veamos. La guerra es el motor de toda cultura (¿Hobbes? ¿Serres? ¿Sun Tzu?). Pero también la inducción más potente y tradicional al suicidio colectivo. Y ahí la observamos, en los fantasmas mismos de la red (algo que ya sabemos de memoria pero sobre lo que es bueno abundar).
¿No es por lo que tiembla, finalmente, Harold Bloom?

Virilio: “Internet es Arpanet. Y Arpanet fue concebida para proteger de los efectos de las explosiones nucleares a las comunicaciones que estaban centralizadas en los estados mayores vía satélite o por medio de bases de datos. Era un relevo en caso de destrucción de las grandes redes tradicionales, los grandes sistemas, las grandes antenas.

Rápidamente se cayó en cuenta de que la explosión en la atmósfera de una bomba atómica de alta potencia no solamente contaminaría los estratos atmosféricos, sino que se interrumpirían las comunicaciones hertzianas y otras formas de comunicación. Antes la red estaba efectivamente centralizada, muy bien protegida a nivel de encriptación, en el nivel de entradas y salidas, pero muy mal protegida de las explosiones electromagnéticas en la atmósfera. (…)

En este plano, Arpanet hizo entrar al mundo en una lógica nueva. ARPA es el Departamento de Investigaciones Armamentísticas, que creó una estructura de reemplazo mucho más flexible: justamente la web, una estructura en la que las conexiones son múltiples, infinitas.”

Más: "Ante el lanzamiento, en 1957 por parte de la Unión Soviética, del primer satélite artificial “El Sputnik”, Estados Unidos creó el ARPA (Agencia para Proyectos de Investigación Avanzada) dentro del Departamento de Defensa, a fin de establecer su liderazgo en el área de la ciencia y la tecnología aplicadas a las fuerzas armadas.
De dicha agencia se desprendía la IPTO (Oficina para las Tecnologías de Procesado de la Información). El objetivo de la IPTO, era buscar mejores maneras de usar las computadoras, es decir, visualizar más allá su uso inicial que era simplemente el de grandes máquinas calculadoras.
La tendencia era que cada uno de los principales investigadores que trabajaban para la IPTO parecía querer tener su propia computadora, lo que no sólo provocaba una duplicación de esfuerzos dentro de la comunidad de investigadores, sino que, además, era muy caro. Las computadoras en aquella época eran cualquier cosa menos pequeños y baratos. En otras palabras, existía una urgente necesidad de tener disponibles más y más recursos informáticos.
Robert Taylor, quien fue nombrado director de la IPTO en 1966, tuvo una idea: ¿Porqué no conectar todos esas computadoras?"

¿Qué otra máscara necesitamos?