¿Evolución del porno?
Es una sensación extraña y por momentos bastante contradictoria: mientras aumentan las quejas por el default narrativo del género (caída en la que muchos diagnostican su decadencia), en su ¿antítesis? la dimensión porno exhortada por Baudrillard (ese obsceno éxtasis de la información y la comunicación, “pornografía de los circuitos y las redes, de las funciones y objetos en su legibilidad, fluidez y disponibilidad”) no deja de sobredimensionarse.
¿Dije antítesis? No, no se trata de dialéctica. Sino de planos contiguos que se intermodifican sin pausa.
Porno y Tecnología: la multiplicación del malestar en la cultura.
El peor reflejo es responder con ironía, cinismo o (falsa) perplejidad.
El Apocalipsis, mis queridos, pasó de moda.
Es evidente, el porno evoluciona y muta, pero ¿de qué modo? ¿Cuál es su dinámica? ¿Cómo avanza en una época en la que la cultura parece centrifugarse cada vez más en su batalla contra o a favor del entretenimiento?
¿Qué relaciones establecen en este escenario las formas de definirse del porno y sus contexto?
Observemos el escenario: por lo pronto proliferan en la web sinopsis de la progresión pornotecnológica (el porno de la tecnología y la tecnología del porno, yin y yang), simultáneamente a las voces de alarma por el colapso de las redes 3G en Japón debido a las descargas de películas condicionadas.
¡Pero si Alex de la Iglesia, inminente académico, también baja películas porno!
Menos aún debería sorprender que celebradísimas pornostars incursionen en la escritura twitter.
Porno cada vez más como sinónimo de ubicuo. Hoy mismo, abriendo el portal de Youtube nos encontramos con una entrevista de la estrella pop Lady GaGa en Malaga promocionándose desde la imaginería porno, la misma que Kevin Smith transforma en comedia con su última producción ¿Hacemos una porno? (Zach and Miri Make a Porno).
Insistamos con Baudrillard: caminamos por lo que quedó después de la orgía.
“Pornografía es el nombre que le dieron a esa zona extraña en que el caos subsiste en el interior del orden” (Walter Kendrick). La cita fue utilizada por el antropólogo Bernard Arcand, para introducirnos en un ejercicio de coordenadas en este caos que precipitadamente se debora lo que quedaba de orden.
“Es posible contar el nacimiento de la pornografía de al menos dos maneras que no son históricamente del todo concordantes. Se la puede tratar como una etiqueta, es decir como un reconocimiento social, y hacer la historia del uso de la palabra, o definir las características principales del fenómeno para luego situar su emergencia”.
En un caso y otro ¿no estamos frente a un mapeo de las diferentes configuraciones de dos términos-continente como intimidad e información?
En un posteo anterior husmeamos en las “definiciones activas” sobre el porno en el trabajo teórico y en las prácticas militantes: una vez más, la era de los imparables prefijos. Del post-porno al cyber-porno y de ellos al trans-porno.
No es este el momento de realizar una genealogía cultural de la palabra porno.
Tampoco sobre el soporte, aunque quizás, si de genealogías se trata, no serían inadecuadas unas palabras sobre El Satario, presuntamente la primera película porno de la historia –circa 1908- filmada en Quilmes, así como la cruzada para impedir las bajadas porno en los iPhones. Pero lo dejo para otro momento. Quiero centrarme, con unas pocas líneas, en otro escorzo.
Primero, el porno se resemantiza. Wikipedia, recopilando materiales de la web, nos aporta nuevos materiales sobre la estratégica biografía de la pornostar existencialista Sasha Grey, que rebasa por completo el control de identidad:
“En mayo de 2006, Grey se mudó a Los Ángeles y comenzó su carrera en películas para adultos justo después de cumplir 18 años. Originalmente ella barajó el nombre Anna Karina (el nombre de la ex esposa de Jean-Luc Godard) antes de decidirse por su actual nombre artístico.
Ella declaró que el nombre "Sasha" fue tomado por Sascha Konietzko del grupo KMFDM, mientras que "Grey" representa la novela de Oscar Wilde El retrato de Dorian Gray y la escala de Kinsey de la sexualidad.”
¿Teoría artística en el porno a los 18 años?
En el número 14 de la revista Otra Parte, Pablo Schanton analizó las tácticas de construcción de la identidad pop de Bob Dylan a Britney Spears ¿estos ejemplos no tienen un regusto ingenuo frente a la alambicada reconfiguración porno de Grey? Hasta parecería cándido insistir en que Francis Ford Coppola también incursionó tempranamente en el género.
Vivimos en tiempos definidos por las Online Communities (Brea dixit). Si las estrellas porno de última generación proponen mediante un complejo constructo, también los usuarios de mundos virtuales manipulan el porno jugando con imaginarios propios de la ciencia ficción más arty.
En otra ocasión escribí sobre un proyecto inscripto en Second Life como Space Colony Necronom IV: el porno según H. R. Giger manipulado por usuarios del metaverso. ¿Cómo definir esta experiencia pornográfica en red con cuerpos de diseño y citas eruditas que ya tiene su no módica tradición?
¿No resulta por lo menos inconveniente –por no decir desfasado- referirnos a la pornografía sin tomar nota sobre cómo el obsceno éxtasis de la información reconfigura los modos en los que entendemos la identidad?
Nunca como ahora el porno anfibio nos dispara tantos ejemplos inexcusables.
viernes, 10 de julio de 2009
Porno total
Publicado por rafael cippolini en 10:04:00 p. m.
Etiquetas: anfibiología, cybergéneros, estética(s) del sentido, intimidad informática, Paisaje e Ideología, régimenes de ficción, Second Life, Serie Pornográfica