domingo, 5 de julio de 2009

Patafísica del Trash

¿Por qué el trash debería volverse excepcional?
¿Qué es lo que resulta indispensable en la basura cultural?

¿Para qué necesitamos navegarla en vez de invisibilizarla o simplemente olvidarla?
Ya dispuestos ¿cómo nos orientamos en esta travesía? ¿Cómo es que advertimos, entonces, esta marca de diferencia?

El incisivo ensayista Eloy Fernández Porta nos acerca una pista: “¿cuán mala tiene que ser una obra para merecer el calificativo de trash? Parafraseando a Giorgio Manganelli, podríamos describir al producto trash como aquel que está “equivocado de varias maneras”. (…) El sociólogo Tomaso Labranza ha descripto este fenómeno a partir de una simple ecuación: intención menos resultado igual a trash.

¿Pero cómo? ¿La basura es una cualidad del objeto o un formateo de nuestro paladar cultural? ¿O ambas?

Pasemos revista al común denominador de ambas posibilidades.

Ya vemos, no estamos frente a cualquier equivocación. Por lo pronto, siguiendo a los autores citados, el error debe ser múltiple y delimitarse (incluso producirse) en la inadecuación entre intención y resultado. Tanto un objeto trash como una ética trash pone en escena un conjunto de defectos, y por lo tanto, una variada carencia de cualidad.

EFP, otra vez: “La fraternidad trash está fundada en el mismo principio de complicidad negativa que el amor, pero sus consecuencias son distintas. (…) Para quienes deben mantener las formas hay una economía de las relaciones que permite dividir la vida comunal entre las amistades públicas y las privadas, entre amigos fotogénicos e impresentables. ¿Cuántos amigos impresentables tiene usted? ¿Lo es usted mismo? Nuestra vida afectiva imita el modelo de nuestros hábitos de consumo: así como adquirimos una lámpara de lava o un póster de película gore italiana, también exhibimos, con moderado orgullo, algunas amistades bochornosas que dan fe de nuestro dinamismo a la vez que muestran nuestro sentido de la ironía.”

El practicante trash manipula estratégicamente esta incongruencia: apuesta a ese impresentabilidad, más exactamente al regocijo frente a esa puesta en escena. Al fin de cuentas el trash siempre genera un pequeño abismo que perfora cualquier pretensión de calidad convencional.

Esta insuficiencia, esta equivocación programática, resulta siempre contextual y generalmente advierte sobre una política de las relaciones: ¿lo que se valora entonces este link bochornoso, esta “tierna provocación por defecto”?

Resulta evidente, el trash jamás reposa en la individualidad.

También despejemos la tentación de convocar el quantum: diversamente a lo que sucede en el videojuego Trash Panic, esta vez no se trata de una urgente administración y acumulación (con tanto de horror vacui) de improntas incómodas (una extensiva hermenéutica de la impresentabilidad).

Sin dudas, el trash es un estilo de contaminación.

En un posteo anterior (Trashilandia, ver acá) ensayé una diferencia entre la perennemente jerárquica dimensión del kitsch y la activa recombinatoria del trash como fenómeno horizontal (ese ensamble de errores). Ahora me propongo avanzar en otra dirección. ¿Qué debe tener de excepcional lo trash para ser considerado como tal? ¿Qué sucede cuando la equivocación múltiple afecta el potente nexo entre lo individual y lo social? Y por sobre todo ¿de qué hablamos cuando nos referimos a excepcionabilidad?

Algo queda en claro: se trata de una excepcionalidad bizarra.

La estética de Alfred Jarry es pionera de todas las dimensiones del trash. (de hecho es una de las razones por las cuales jamás podría ser calificada de kitsch). Su ‘Patafísica enseña que en tanto un epifenómeno es aquello que se sobreagrega a un fenómeno, todo –absolutamente todo- resulta excepcional.

Esta hiperplanificada declinación de la generalidad (la ‘Patafísica no es más que la quintaesencia de las metodologías singularizantes) se sostiene asimismo en una aseveración de cuño flaubertiano:


Toda extralimitada contemplación descubre al inevitable monstruo que todo lo habita”.
Propongamos este sabio oxímoron: “Lo único absolutamente generalizado es la singularidad de cada cosa existente –incluso de las inexistentes-”.

La perfección y el defecto se hermanan en la excepcionabilidad.

¿Qué otra cosa es el trash que un subrayado énfasis sobre la cualidad irrepetible de lo que somos y lo que nos rodea?