martes, 3 de febrero de 2009

¿La biblioteca submarina del Capitán Nemo indexada por Google?

¿Clasificar? ¿Catalogar la blogósfera? ¿Para qué?
Al contrario que las bibliotecas, hemerotecas, pinacotecas, cinematecas, colecciones de discos y torneos de fútbol, la blogósfera es pura acumulación sin clásicos.

Así es: podrás tener tus favoritos, pero no tus clásicos.
Atengámonos, más no sea a modo indicativo, al último informe anual de Technorati: de 133 millones de blogs indexados, sólo el 5,5 % ha publicado un posteo en cuatro meses. ¿Qué es lo que leemos? ¿Leemos los blogs para informarnos de qué? ¿Para disfrutar de qué modo?

Nos recuerda Georges Perec el dictamen del Capitán Nemo (y cita a Jules Verne): “…El mundo terminó para mí el día en que mi Nautilus se sumergió por primera vez bajo las aguas. Ese día compré mis últimos volúmenes, mis últimos folletos, mis últimos diarios, y desde entonces quiero creer que la humanidad no ha pensado ni escrito nada más”, para de inmediato apuntar:

“Los 12.000 volúmenes del Capitán Nemo, uniformemente encuadernados, están clasificados de una vez por todas (…) Pero para nosotros, que continuamos relacionados con una humanidad que se obstina en pensar, escribir, y sobre todo en publicar, el problema del crecimiento de nuestras bibliotecas tiende a convertirse en el único problema real: pues es evidente que hoy no es demasiado difícil conservar diez o veinte libros, incluso cien, pero cuando comenzamos a tener 361, o mil, o tres mil, y sobre todo cuando el número comienza a aumentar casi todos los días, se presenta el problema de ordenar estos libros en alguna parte, y también de tenerlos a mano porque, por una u otra razón, un día deseamos o necesitamos leerlos al fin, e incluso releerlos”.

Cada uno de los libros, folletos y diarios del Capitán Nemo son piezas cerradas, concluidas, pequeños universos autosuficientes. También los 361, mil o tres mil libros mencionados por Perec, al igual que nuestras bibliotecas.

Pero, ya es evidente, la inmensa mayoría de los blogs no son más que proyectos inconclusos, abandonados, y demorados. Fragmentos, capítulos perdidos, o simples espacios publicitarios apenas camuflados.

La mayoría de los bloggers ni siquiera lee las actualizaciones de todos los enlaces de su blogroll. Muy pocos hay que hayan leído absolutamente completos media docena de blogs. Sólo posteos sueltos: breves textos, videos e imágenes que linkean con otros textos, videos e imágenes.

Incluso las libretas de los pintores viajeros o las bitácoras de viaje, pensadas como meros apuntes desechables, poseen su completud aún en el abandono de sus autores. ¿Sucede lo mismo con los blogs? Muchas veces tengo la sensación de que no son más que un enorme cementerio de rastros.

¿Es muy poco preciso pensarlos como ecos, murmullos digitales?

Mínimas pistas: los pequeños pedacitos de pan que Pulgarcito abandonaba como marcas cuando sus padres lo adentraban en el bosque. Con la diferencia que el pequeño héroe lo hacía remedando al hilo de Ariadna ¿Hoy un blogger adónde desearía regresar?

(No debería ser curioso: la firma Blogger pertenece a Google. Un buscador anexa una plataforma para la creación de contenidos que inmediatamente indexará).

En un libro imprescindible que siempre recomiendo (Atlas, publicado originalmente por Éditions Julliard hace casi tres lustros), Michel Serres se preguntaba:

“Disolviendo las antiguas fronteras, el mundo virtual de la comunicación conquista nuevas tierras: se suma a los desplazamientos y a menudo los sustituye.

Las páginas del antiguo atlas de geografía se prolongan en redes que se burlan de las orillas, de las aduanas, de los obstáculos naturales o históricos, cuya complejidad dibujaban no hace tanto los fieles mapas; el paso de los mensaje supera las rutas de peregrinación. Al igual que las ciencias y las técnicas se ocupan más de lo posible que de la realidad, así nuestros transportes y nuestros encuentros, nuestros hábitats se van haciendo más virtuales que reales ¿Podremos morar en estas virtualidades?”.

Si el Capitán Nemo se hundía con sus volúmenes (una maravillosa biblioteca submarina), nosotros nos alimentamos de ecos y proyectos definitivamente inconclusos.
Ya es una verdad de Perogrullo afirmar que cada época es hija de sus paradigmas.
Aunque no tengamos idea quién fue Perogrullo.