miércoles, 11 de febrero de 2009

Escritores con software inmerso en su sistema nervioso (aunque a veces no se den del todo cuenta)

No escribimos de la misma forma.
Una habitación ya no nos aísla del mundo, sino que es una de las tantísimas terminales del mundo. Así escribamos en cuadernos, en el campo.
Todas las narrativas han recibido el impacto de lo digital: el tema es de qué manera percibimos y metabolizamos esta inmersión.

Los escritores nacidos en los sesentas y buena parte de los setentas, y en mayor cantidad los que vinieron al mundo antes de estas décadas, esto es, aquellos que no son nativos digitales (aunque este término me resulta cada vez más molesto) tienden a desconfiar de los efectos de la cultura web. Básicamente porque la tradición literaria (aunque sea de vanguardia) posee una relación muy diferente con la virtualidad.

Aquí se desarrolla una pequeña (o no tan pequeña) guerra que aún no tiene un nombre fijo: un enfrentamiento por los modos hegemónicos de la ficción.

No se trata (sólo) de hacer literatura digital (sea lo que sea esto) sino de hurgar qué le viene haciendo el software a nuestras formas tradicionales de escribir. (No ya escribir para un programa sino escribir en un entorno de redes.

No tanto un cyberescritor sino un escritor en un cyber). Cada vez son más escritores los que tienen blog, los que tienen su web. En Argentina Fogwill fue pionero en el uso estratégico (literariamente) de la red. Mucho antes que la mayoría de los artistas visuales.

Bueno, sin ir más lejos la tan festejada en estos días Novela Luminosa de Mario Levrero entre otras tantas cosas podría definirse como un ejercicio de escritura atravesado por internet.

Y al revés: dime cómo escribes para la web y te diré qué esperas de ella.

De los treintañeros, Terranova, Incardona, Coelho, Mariasch (por citar sólo unos pocos) utilizan la web con absoluta naturalidad. Diferente es el caso de Pola Oloixarac o Cecilia Pavón, que analizan el medio y potencian sus posibilidades.

Con gracia y estilo inconfundibles, LDF investiga en qué le sucede a la filosofía en tiempos virtualidad digital.

Ni que hablar de la historieta: ¿no ha sido decisiva en la visibilidad de una nueva generación? De Historietas Reales a Chicks On Comics, ¿cuántos artistas del comic no tienen blogs o páginas web?

Claro que existe la desconfianza al cyberespacio como territorio no físico dominado por hardware y software que no hacen más que multiplicar el poder industrial del capitalismo en su fase actual, pero esto afecta mucho más que a la literatura y a la escritura. El software es parte de nuestras vidas, tanto como la electrónica en general y la electricidad. ¿Se imaginan a la literatura desconfiando de la electricidad porque ésta forma parte del capitalismo moderno?

Nuestra velocidad es otra.
¿Qué hacemos sino googlear cuando necesitamos más data sobre un autor o un libro? Nuestras formas de escribir ya incorporaron el software.
Aunque en un futuro próximo no sea Google la empresa que sostenga al buscador más popular o más efectivo, más de una generación habrá metabolizado sus efectos. Lo mismo sucede con otros programas.
Si insisto sobre esto es porque me interesa observar de muy cerca cómo se produce la naturalización.
Cómo el uso de un software, de tan cotidiano, pasa desapercibido.

Más aún en tiempos en que la escritura se disemina en muchos soportes. La web seguirá diseminándolos. Son lecturas que se complementan unas en otras.
Seguimos creyendo que la literatura se sostiene básicamente en libros y seguramente es cierto. Pero no menos cierto que cada vez se alimenta más de otros hábitos que son ajenos al libro.

La máquina de escribir está en las novelas, cuentos y poemas de una parte del siglo XIX y de la mayor parte del siglo XX. Están en las frases, en el tiempo de su escritura, son sus borradores y su física.
Los escritores más jóvenes y los que están dando sus primeros pasos ven a estas máquinas como piezas de museo.

Harlan Claveland dijo más de una vez que “la información se expande con el uso”. Este uso está mediado por el soporte que utilicemos.
La escritura goza de un lugar de privilegio cuando nos referimos a intercambio de información.
Escritura que logra su cenit en la práctica literaria.

En la Era de la Información la importancia de la literatura y sus soportes sigue siendo tan central como siempre.