Digámoslo de nuevo: los géneros artísticos no son más que instancias de exploración y aprovechamiento de soporte. Desde el mismo momento en que advertimos que tanto el arte como la tecnología resultan extensiones de nuestro cuerpo y nuestros sentidos, convenimos en que la identidad de nuestra cultura no es nada demasiado distinto a un inventario de soportes históricos.
“(…) Desayuno. Algo casi irreversiblemente roto. Off. Pensamientos. Hada, cambios. Timbre. Un tipo que reclama amor. Una mujer que exige respeto, otras dos que sufren el desamor. Otro tipo que reclama amor, un pastel, un deseo. El ciberespacio. Un comando secreto en busca de info. Dos que hablan de una porno socialista. Un hada frizzada. Uno que se esconde en sus tattoos. Una cordobesa camuflada. Un tipo que escapa de la soledad. Una mercera y una veterana de guerra que se encuentran, se unen. Un ensueño de Disney convertido en canción. Un hada titilante de alas rojas. Un pato. Un simulacro de contenidos cerrados. El sueño de volar. La pesadilla de tener la posibilidad de estar permanentemente despierto. La vigilia. La merienda. El desamor. La ventana. El amor hacia esa luz de la ventana. Otro Rock.”
Todo eso y mucho más. Doris Day es una experiencia teatral que formalmente comienza en un blog (clickear acá).
Y continúa en él, jamás linealmente. Son muchas las subjetividades que se dan cita, posteo tras posteo, en fotografías, videos y textos generando una narración viral, multiexpandida. Otra vez un Tlön pero con otro sistema de ecualización: un estilo de todos los estilos.
Es una obra de teatro anfibia que se desliza entre soportes. Es un guión de la era Youtube: el blog oficia de bitácora, de conector, de bloc de apuntes y remixa ficciones con ejercicios de improvisación, vida cotidiana y reformulaciones teóricas: Doris Day usa a Bifo. Lo glosa, lo manipula, lo redirecciona. Lo actúa: lo convierte en soundtrack. La Generación Post-Alfa explica a la Doris Day histórica. Y viceversa.
Un murmullo de Žižek aparece de repente.
Pero por sobre todo, Doris Day es una puesta de lo más divertida. Una comedia musical que se desliza de una órbita a otra.
Me mató el Patomaster. ¿Se llamaba así?
Imaginarios software: no es un ejercicio de proliferación de formas, sino de links, de conexiones. Ahí donde otros verán palimpsesto advierto moiré: ese efecto de interferencia que tiene lugar al superponerse regularmente dos tipos de tramas. Justamente descubro este término en un blog como Artilunio, que yuxtapone visiones sobre arte contemporáneo, moda, música pop, tecnoculturas, cinefilia, animé y sitcoms.
Fuimos a verla el domingo pasado. Sigo hace rato los trayectos de su director, Gustavo Tarrío: no es casual que salte una y otra vez del cine al teatro a la televisión. Es más, tenemos la impresión de que se siente cómodo en ese “género por fuera del género”, ahí donde los límites no deberían ser sino otra excusa.
Si algo define a nuestra época, es la sobrexpansión de internet y los nuevos medios. Al igual que Lev Manovich, seguimos explicando los contextos emergentes desde formatos precedentes: de hecho, él lo hace desde el cine de Vertov. ¿Doris Day es exactamente teatro? Seguramente sí, pero un nuevo tipo de teatro anfibio: se extiende a las derivas de los actores, más allá de un guión que sirve de base y de fuga.
¿Más narrativa postautónoma? Como nos enseñaron en la escuela, el arte moderno fue el último bastión de unos pocos formatos estandarizados durante siglos. Ni siquiera ese tumultuoso final del Siglo XVIII los sacudió lo suficiente. Estos soportes, en todas sus alternativas, se habían transformado en algo así como sepulcros: unas instancias insuperables.
¿Qué arqueología arriesgaría? Como sabemos, hace mucho tiempo que el teatro y las artes visuales inventaron ese desaforado nexo de escape: la performance. Me gustaría creer que uno de los giros más provechosos vino de la actitud inolvidable de Federico Peralta Ramos. Mientras que en los sesentas algunas de las primeras obras conceptuales argentinas denunciaban a los medios como heraldos de la manipulación (y por lo tanto sus ficciones como recurrentes engaños), poco más tarde Peralta Ramos alternaba las salas de exposición con sus incursiones en el ciclo de Tato Bores.
Sin dudas, Doris Day es otra cosa. Se embarca en otro humor, otros códigos, otro objeto. Pero la singularidad de su desparpajo se le asemeja en actitud.
La frase del título no es más que la paráfrasis de uno de sus textos.
“Hubo un día en que aparentemente hicieron definiciones de “Dorisday” y yo falté. Aquí, entonces vuelco las mías (como en algún posteo lejano publiqué las definiciones de “avatar”), pero esta vez sin bajarlas de Google.
Para mí Dorisday es amigarme con Internet; compartir historias extraordinarias con seres desconocidos; compartir fotos Disney; conocer a Doris Day y querer trompearla luego de ver sus films; ser una cowgirl excitada; compartir vidas mientras pego capas y capas de cartapesta; aprender a arpegiar con la guitarra; caminar por Once hasta dar con la prenda justa; hacerme amiga de los muchachos de la imprenta (que ya saben del estreno); cantar enamorada andando en bicicleta o en una carreta imaginaria; seguir eligiendo mi profesión; tolerar, respetar y convivir;
un café de setenta y cinco centavos; dibujar figurines en una tarde lluviosa; atravesarme por Bifo, ser su avatar, difundirlo hasta en la cama; ver una porno con mi viejo; y creer en el arte como vía para vivir mi tiempo como propiedad inalienable y como sabotaje al modo competitivo y exigente impuesto por el semiocapital. Y veo lo que viene como posibilidad de compartir nuestro tiempo con otros seres que se acerquen a nuestra causa.”
Otra incursión intensa de los últimos días es la lectura de Fantaciencia, historieta de Mauro Mantella y Leandro Rizzo. Con una estética retro que por momentos me dispara a Los Humanoides Asociados (especialmente a Moebius y otro contemporáneo, Bilal), la saga de Los Ficcionautas no tiene desperdicio. Transcurrente en un imposible 1956, este escuadrón navega un sistema de narraciones por completo fuera de sí. Ecologistas de la ficción, la novela de aventuras una vez más se sale de género. Como siempre, la realidad está lejos de estar en peligro. Todo lo contrario: por fin comienza a moverse.
PD: ¿Qué es actuar (ya en películas o en obras teatrales) en un mundo virtual? Algunos elementos haciendo click acá.
martes, 2 de septiembre de 2008
Mi amor: venía en soporte y ahora estoy desparramado
Publicado por rafael cippolini en 4:09:00 a. m.
Etiquetas: anfibiología, asobi, cybergéneros, miradas, novedades, régimenes de ficción, remixología