“El mundo propio no está solamente afuera, está también adentro” le contestaba Paul Virilo a Sylvére Lotringer. “El habitante se vuelve el hábitat de la técnica. Es fagocitado, si te gusta más la palabra. Y esto es la exclusión. ¿ves? Una persona equipada como un territorio ya no es más un habitante, se transforma en hábitat”.
¿Cuál es la intimidad de tu arquitectura? ¿Dónde comienza, hacia dónde termina? ¿Qué información es la que te define? ¿Qué forma tiene? ¿Cuál es tu límite?
Leo el blog Ex Ovo Omnia, de Mariano Giraud. Me pregunto, lo mismo que de otros blogs como Una piedra negra, de Mateo Amaral Junco ¿son una obra en sí? ¿elementos para una obra, quizá? ¿Las dos cosas? No son muestrarios de obras, simples catálogos de imágenes, aunque ahí veamos sus proyectos. Tampoco son diarios personales. O no sólo. Parecen más bien depósitos de información.
Información colectiva, como en Historias del arte, el diccionario de certezas e intuiciones de Diana Aisenberg, proyecto interconectado con otros de sus proyectos work-in-progress, como sus listados numerados de preguntas que felizmente no parecen tener fin.
Cada vez más arte anfibio, dentro y fuera de la web, un soporte físico continuando en otros digitales y volviendo al mundo de átomos.
“Cada vez es más claro que no existen redes digitales y analógicas separadas si no organizaciones híbridas, especialmente en los ámbitos locales, que se organizan en los espacios digitales para actuar sobre los espacios físicos, y que, al tiempo, utilizan las redes analógicas para dinamizar las herramientas que usan en Internet.” Lo que Juan Freire, desde su blog nómada, refiere sobre lo que denomina ciudades enredadas, esto es “experiencias que combinan internet y en particular la web 2.0, como base de datos públicos y herramientas de visualización para generar información pública digital sobre las ciudades” también atraviesa la intimidad de las prácticas artísticas, convirtiendo los procesos privados en talleres públicos virtuales.
Al igual que los Fotologs, se trata de una versión autobiográfica por otros medios. Ya no sólo la web como sitio de exhibición. Ya no únicamente galerías virtuales. Tampoco meramente diarios de artistas a disposición de cualquier usuario de Google, Cuil o cualquier otro buscador. Son los procesos mismos de trabajo anfibio los que se realizan y dejan huellas en la red al mismo tiempo que fuera de ella.
El la obra de Adrián Villar Rojas que cierra este posteo, observamos el conmovedor cuerpo expandido. Un transformer que no abandona su cuerpo adolescente. Al contrario que Gregor Samsa, lo que nos fascina es el cuerpo que no se pierde en su prótesis. Otra negociación: la máquina continua en el cuerpo y al revés. Como el “Yo portátil” del profesor Kevin Warwick, o el chip autoimplantado por Eduardo Kac.
Hace quince años Alfredo Prior insistía, a través de uno de sus heterónimos: “mi taller es mi cerebro”. Hoy tantos talleres se distribuyen entre lo físico y lo digital, comienzan en uno para proseguir en otro. Ya no en términos del sionismo digital de hace algunos años. El adentro y el afuera vuelven a negociarse en cada práctica. La web no informa lo que sucede en el mundo físico, ni se convierte en un refugio de quienes deciden exiliarse de éste. Físico y virtual son dos hemisferios temporales que renegocian continuamente su mutua prolongación en el otro.
Virilo, de nuevo: “En términos informáticos se habla de arquitectura del sistema. (…) La arquitectura, hoy en día, es un hábitat exorbitante. El hábito se vuelve hábitat.”
El espacio anfibio es la intermodificación del espacio físico por el espacio digital y viceversa, lo cual invita a otras cartografías que hace rato están en marcha. Si en Buenos Aires Tour de Jorge Macchi el mapa electrónico refuncionalizaba en otro soporte los hallazgos obtenidos a partir de los vectores conformados por la superposición de un cristal partido y el mapa de la ciudad, prácticas como las del GPS Drawing transforman una unidad de GPS en un nuevo hábito urbano que todavía está en pañales. Ya sabemos, lo que se popularizó como una ficción de los medios (¿otro affair Sokal destinado al arte contemporáneo?) no deja de reformularse y plantear incógnitas.
¿Se acuerdan de las mutaciones amorfas (amorphous mutations) de François Roche? Esta vez quiero traer no es el proyecto en sí sino el primer párrafo de su texto expositivo:
“Los lugares y los territorios nutren las identidades, las condiciones previas y los afectos que la arquitectura y el urbanismo reprimen y erradican de forma constante. El objeto arquitectónico, que viene reclamando su autoridad desde hace cuatro siglos, ejerce de forma incomparable el poder destructivo de lo moderno sobre lo maduro. Pero al actuar de esta forma marca sus propios límites y su final. Las numerosas ortodoxias estéticas nacidas en la antecámara de la razón y en los vertederos de la ideología no sólo se han vuelto estériles, sino que resultan además criminales en sus discrepancias con la sociedad.”
¿Será el destino de las nuevas arquitecturas anfibias?
martes, 5 de agosto de 2008
(También) Sos mi hábitat
Publicado por rafael cippolini en 9:48:00 p. m.
Etiquetas: anfibiología, ciudades, cybergéneros, Descontextos, Paisaje e Ideología, Punkitectura, sujeto pop