Arquitectura del desorden 1.0
Me divierte mucho esto, que en definitiva es, ni más ni menos, una triple perversión conceptual: de las nociones habituales de arquitectura, de lo que entendemos culturalmente por punk y del término Punkitectura, o sea, la investigación –hasta el momento informal- que está llevando adelante Juan Pablo Negro. Y del conjunto de lo obtenido en relación a las políticas del Low Tech.
O mejor, enunciémoslo de este modo: este es el primero de varios posteos (no necesariamente sucesivos) en los que indagaré sobre la constelación formada en la interacción de cada una de estos conceptos.
Nos dice Mieke Bal: “Los conceptos son herramientas de la intersubjetividad: facilitan la conversación, apoyándose en un lenguaje común. Por lo general se les considera la representación abstracta de un objeto. Pero como sucede con todas las representaciones, en sí mismos no son ni simples ni suficientes. Los conceptos distorsionan, desestabilizan y deforman el objeto.”
Ya apunté algunas notas sobre la distorsión. Agrego algo más: tiendo a pensar la distorsión ya no como un error, sino como un efecto que agrega otra información. Cuando una guitarra distorsiona al aplicársele un pedal, el sonido amplificado adquiere otro cuerpo (la información inicial resulta modificada por esta afectación).
Distorsionar implica, en la más habitual expansión de sus sentidos, desequilibrar, deformar. Pues comenzaré por merodear no sólo a la arquitectura del desorden, sino más específicamente al desorden que estoy interesado en inocular en el concepto más habitual de arquitectura.
Pero no conforme con aplicarle una pedalera de efectos al concepto más lato de arquitectura, necesito además revisar y llevar más lejos los resultados y secuelas de una pequeña investigación acerca del término punk, para finalmente confrontar estas instancias de prueba con el glosario de lo que venimos apuntando sobre Low Tech, esto es, la escotilla por la que nos escapamos del imperio omnipresente del diseño; porque Low Tech no es solamente una utilización política del diseño, sino más exactamente otra concepción estratégica desde la cual replantear sus significados más expandidos.
Por ejemplo político es Beck cuando utiliza, dentro de la gran industria, tácticas Low Tech para los videos de The Information.
Ya lo sabemos: diseño es una de las categorías (condición social y cultural) más invasivas, ya que todo lo existente (incluso lo que señalamos como natural) está diseñado: digo esto pensando el diseño (polémicamente) como una estética de la recepción, en el abuso de encontrarle una definición formal acabada a cualquier objeto existente (el horror que Gombrowicz advertía en la Forma, tema sobredeterminante en toda su obra pero especialmente en su último opus: Cosmos).
Frente a lo que provisoriamente denominé “diseño demorado”, es decir, atrasar o en su extremo negar las interrogaciones que la dimensión diseño disemina (como cuando Diana Aisenberg declara “prefiero el diseño no diseñado”), encontramos otra alternativa al proponer una taxonomía diferente frente al consumo de las formas, incluso a sabiendas que todos los empleos ya están industrializados: hoy no sólo reciclamos lo que el Hi Tech desecha, sino que nos alimentamos diariamente de plataformas que ya fueron concebidas en una fuerte noción de Low Tech. Como dijo Monic Heller “pienso en todas las películas y música que escuchamos y vemos en Low Fi: mp3, mpeg, todo You Tube lo vemos en Low Fi, a partir de compresiones con problemas en el pixelado”.
Por supuesto, el camino será reapropiarse, multiplicar y redireccionar esta absorción. En todos los órdenes.
Nunca olvidamos que la imagen del Punk es puro diseño: ¿qué hubiera sido de la determinante visualidad del punk sin Vivienne Westwood, Malcom McLaren y “Sex” o “Seditionaries”, nombres que fue adoptando la boutique del 430 de King’s Road? ¿Seditionaries no fue básicamente una usina de redireccionar la basura cultural? ¿No sólo una elección por lo bajo sino también una filosofía práctica de lo bajo?
Por otra parte, cuando Charles Shaar Murray calificó a The Clash como “el tipo de banda que debería regresar inmediatamente al garaje, y de ser posible con el motor del vehículo en marcha”, no sólo estaba provocando una reacción que se materializó en el inolvidable “Garageland” (tema que cierra el primer disco del grupo) sino que además terminó por oficializar el origen de una tradición en un locus preciso: el garaje como base de operaciones.
Continuará.
domingo, 2 de septiembre de 2007
Full Low Tech: somos todos punkitectos
Publicado por rafael cippolini en 10:59:00 p. m.
Etiquetas: diseño, ensayos + adelantos, exploraciones, poéticas del ruido, Punkitectura