A Julia Hacker
Cuando el 24 de noviembre de 1960 el enciclopedista Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais junto a un grupo de cómplices daban el puntapié inicial de Oulipo, no sólo comenzaban a poner en escena un renovado arsenal de pericias formales para sondear desde cientos de perspectivas los límites y usos (presentes y futuros) del mundo (o mejor: de los recursos materiales-culturales que lo componen) sino que además, y con ese mismo gesto inaugural, nos interrogaban sobre las posibilidades de una antropología retrospectiva de nuestros hábitos de restricción. Con esto quiero decir: la autoconciencia de nuestra dimensión experimental de cobayos (“animales que debemos construir nosotros mismos el laberinto del cual nos proponemos salir”).
El diario, en sus múltiples manifestaciones, es un muy sintomático dispositivo experimental de construcción de realidad de carácter restrictivo. En sus extremos, desde el periódico que leemos cada mañana y que nos convida con un menú de los más recientes relatos del planeta (las noticias del “colectivo humano”) al diario personal (el “querido diario”) que escribimos no sólo para modelar aquello íntimo que configura nuestra memoria sino a modo de (quizá) involuntario balance de las peripecias de nuestras propuestas de autoinvención, no ha dejado de reformularse. De hecho, en este momento estás leyendo un blog, o sea, una propuesta informática que en su ADN condensa la amplitud restrictiva de todas las instalaciones que permite el concepto de “diario” en la escritura.
Es cualidad de cualquier mundo (privado o planetario) producir noticias, o mejor: es propio de los efectos de la dimensión temporal de todo mundo renovar un resumen de sus pruebas. El blog (y el Twitter aún más) disponen de un punto de publicación de intensidad modelada por la urgencia (lo que pensamos y sentimos quedan registrados en horas, minutos y segundos). Todo blog es obscena y consecuentemente historiográfico, porque sus materiales se entregan a la mayor disponibilidad cronológica. Se trata de nuestras impresiones cronometradas como nunca. Un mecanismo de relojería digital aplicado a cada palabra.
Desde hace tiempo, Nat Oliva se dedica aplicadamente a tomar fotografías de sus incursiones en Second Life. Es un álbum personal (un diario-banco de imágenes) de una viajera en el universo virtual. Y digo diario, porque las edita periódicamente en un blog creado al efecto. Ya ensayé en otro posteo sobre las peripecias del yo en los fotologs (otro mundo de imágenes); ahora es tiempo de editar también las instantáneas de esa otra extensión de nuestras vidas pantalla de nuestras computadoras mediante. Seguramente no habrá más que navegar un poco por la web para encontrar los primeros tibios ensayos de blogs o fotologs que comienzan a mixturar instantáneas digitales de nuestras múltiples existencias.
Para investigar las tantísimas posibilidades estéticas de esta interacción hace un tiempo creamos el Cagliostro Team. Pronto habrá más novedades.
Oulipo, por supuesto, ya no es lo que fue. Pero sigue siendo tan impresionante y vigoroso como siempre. La semana que viene acompañaré a Hervé Le Tellier en el Malba. Hablando de diarios, hoy salió una pequeña nota mía en Clarín, cuya versión íntegra pueden leer con sólo hacer click acá.
jueves, 16 de agosto de 2007
Los diarios personales y la expansión de la virtualidad: más noticias desde nuestros mundos
Publicado por rafael cippolini en 10:23:00 a. m.
Etiquetas: exploraciones, inconsciente informático, intimidad informática, novedades, Second Life