sábado, 11 de agosto de 2007

La apuesta en escorzo ¡que sigas siendo bienvenido, Siglo XXI!

Me despierto. Con un solo ojo sondeo la habitación.
Es un día soleado. 11 de agosto de 2007. Eso debe querer decir muchas cosas, pero todavía no sé muy bien cuáles.
Sin salir de la cama, adelanto un poco las páginas del libro que tengo sobre la mesita y leo:

"De todas maneras es un asunto cerrado, mi genoma ya se descifró, el gusano elegans es parte integrante de mi linaje, la vida es absurda, la muerte no tiene ningún sentido, la nada carece de importancia, el Eterno Femenino fue puesto en el Museo, la guerra de los sexos se hundió en el aburrimiento, el Superhombre ha parido al Subhombre, estamos en plena bajamar milenaria.
O bien todo lo contrario: por fin la Tierra se ha liberado, y baila; mi genoma es un pasaporte; la vida se alarga en todos los sentidos; Dios resucita a cada segundo; el Diablo lo sirve; el Eterno Femenino es más divertido que nunca; la guerra de los sexos no había sido nunca tan excitante; la muerte se inclina; el Superhombre sobrevuela; es la marea viva de los siglos.
Usted tiene derecho, cada mañana, a estas dos visiones del mundo.
Elija
”.

Siempre quise imitar bien esa filosa primera persona de Philippe Sollers. Pero, para bien y para mal, no soy Sollers.
¿Dónde empieza nuestro mundo, dónde termina? ¿Qué tanto coincide con las visiones del mundo, cuando abro el diario del día? La autobiografía es una edición de nuestro escorzo de vida: un menú de elecciones. Cuando era editor todos los días, lo tuve siempre súper claro en este punto; así se lo dije a los chicos de Superlab: “Me encanta la mixtura de publicación erudita y fanzine (un fanzine sofisticado). Tener un grupo de garage que puede tocar Bach, Stravinsky, Stockhausen, Nono, Lygeti, Berio... sin dejar de ser jamás una banda de garage.

Acabo de publicar Contagiosa Paranoia, lo más personal que haya escrito nunca. Mi nec plus ultrae (es que ya no me interesa volver). Un viaje hacia el origen del presente.

Leí hace poco en un diario la respuesta que Jack White le dio a una periodista canadiense sobre el manifiesto que sobrevuela la canción Rag & Bones, de Icky Thump, el último disco de los White Stripes:
“Pensé que los botelleros eran tipos interesantes. Me gustan los coleccionistas de basura, porque soy uno de ellos. Pienso que la metáfora tiene más y más que ver con los compositores y la gente creativa: en realidad nuestro trabajo es coleccionar basura, tomar los problemas de los demás y hacer algo hermoso con ellos. Eso se convirtió en nuestra temática para muchas de las cosas de este disco”.

Roque Casciero traduce así unos versos del tema

“(...) ¡Miren todo esto! / ¿No lo querés? / ¿Estás seguro que no lo querés? Es sólo que, estas cosas que no querés, ¡yo puedo usarlas! / Meg puede usarlas / Podemos hacer algo con ellas, vamos a hacer algo con ellas”.
Decenas, cientos, miles de desechos en eso que los espíritus antiguos siguen denominado “alta cultura”; otros cientos, miles más en los que otros espíritus también antiguos llaman “lo nuevo”.


Toda mi vida no hice otra cosa que coleccionar
, entusiasmado hasta el paroxismo más enfermo, todos aquellos muestrarios culturales (altos, bajos, medios) que se adherían (la mayor de las veces a pesar de mí) a mis emociones y a mi cerebro, para de inmediato comenzar a deformarlos, a recomponerlos y descomponerlos y volverlos a recomponer. En Contagiosa Paranoia explicito mi método.
Son mis propuestas para el próximo milenio, pero ya manipuladas, en la intimidad de mi taller.
Una guía nada zen para reformular eso que tampoco parece ser una motocicleta.