viernes, 13 de abril de 2007

Me interesan las mutaciones que la web produce en nuestra cabeza, en nuestros modos teóricos y de percibir

Fragmentos de una entrevista que me realizó Lucio Arrillaga y puede leerse completa en el último número de Hecho en Buenos Aires.

Existe una sensación generalizada de que estamos viviendo tiempos de transformaciones, de desajustes y de reacomodamientos en el campo del arte contemporáneo. Y muchos viven esto casi como una tragedia, en tanto entienden que se trata de momentos decisivos. ¿Estas de acuerdo...?
¿Quién decide qué es arte contemporáneo? ¿Los grandes museos? ¿Las galerías? ¿Un grupo privilegiado de artistas? ¿El gremio de los historiadores de arte, el gremio de los críticos y periodistas culturales? ¿Los curadores estrella? ¿Las instituciones que financian las becas y subsidios? ¿Los grandes eventos internacionales –las bienales, ferias, festivales-? Siempre pregunto ¿contemporáneo a qué? Hace unas décadas atrás no eran pocos quienes creían que todos estos sectores permanecían en pie de guerra los unos contra otros (al fin de cuentas “vanguardia” es un término militar). Hoy sin embargo triunfa la sospecha que limita todo a las reglas del mundo del espectáculo. Entre nosotros Arte BA es un gran espectáculo, lo mismo que el Malba, Estudio Abierto, los talleres públicos de las grandes becas, las exhibiciones de Proa o el Centro Cultural Recoleta, para citar unos pocos muy distintos entre sí. ¿Acaso la política no funciona también como un gran espectáculo? Para muchos, la imposición de esta red de espectáculos es la gran tragedia contemporánea. Por esto la lectura de Guy Debord y otros situacionistas está tan de moda en círculos académicos y críticos, aunque es evidente que los situacionistas en gran medida fracasaron.

¿Por qué pensás que los situacionistas fracasaron?

Porque no pudieron prever la emergencia de un fenómeno como internet, que modificaría radicalmente las tesis habituales sobre el espectáculo. Internet es una presencia que tanto los escritores de ciencia ficción como los patafísicos (adversarios históricos de los situacionistas) tuvieron muy en claro a lo largo del Siglo XX. El espectáculo hoy aparece felizmente atomizado: una ciudad como Buenos Aires está repleta de locutorios con terminales masivas de internet, las grandes discográficas tiemblan ante la descarga imparable de música por MP3, la posibilidad de piratear películas es enorme y el mundo del arte ya no puede ser ajeno a miles y miles de personas que reformulan la información en sus blogs. Los grandes espectáculos artísticos que cité antes actúan sólo como expresión de deseo ante un futuro tan cargado de virtualidad como inexorable. Incluso en términos estéticos, ya podemos hablar de un inconsciente informático. Ya asimilamos internet a nuestros comportamientos aunque no estemos conectados. Así y todo, pasamos una gran parte de nuestros días frente a pantallas.

¿Qué efectos podemos encontrar en el mundo del arte, aún acotándolo a Buenos Aires o Argentina?La circulación de información es otra, absolutamente diversa con respecto a décadas anteriores, no sólo en cantidad y velocidad, sino en su forma, aunque los cambios sean lentos y progresivos. Aclaro que me interesan las mutaciones que la web produce en nuestra cabeza, en nuestros modos teóricos y de percibir. Cada vez estamos más hundidos en nuestro inconsciente informático, desde el momento en que programas de diseño como el Photoshop modificaron radicalmente nuestras formas de entender lo que podemos ver. Aclaro que, quizás no tan paradojalmente, las obras de arte que utilizan un gran despliegue tecnológico son las que menos suelen interesarme.

Hablemos de ramona... ¿qué te motivó a abandonar un proyecto tan importante luego de ser por más de cinco años su editor?
Supe que se cerraba un ciclo hacia mediados del 2005, sin embargo la inercia hizo que me quedara hasta principios de este año. A lo largo de siete años y 68 números, ramona fue agotando distintos modelos de análisis e intervención. Es tiempo de ensayar otras alternativas menos previsibles. Desde sus comienzos, el proyecto ramona funcionó en distintas direcciones de trabajo que se potenciaban entre sí, pero eso hace rato no sucedía. Es evidente que ramona ya cumplió su rol con creces.