jueves, 22 de febrero de 2007

Hoy también podría ser pasado mañana

Supongamos esta escena: vamos a un cyber-locutorio, de los cientos o miles que existen en Buenos Aires, ingresamos al blog de un artista que nos interesa y ese blog nos remite (nos linkea) al video-registro de una exhibición que aún no vimos o nos perdimos. Muchas veces, sabemos, ese video es un ejercicio de otro artista, por lo cual muy probablemente constituya mucho más que un registro, es decir, una obra en sí. Cuento esto porque es lo que me está sucediendo en este mismo momento: escribo este texto desde un cyber, a máxima velocidad de tipeo, luego de ingresar al fotolog de Yanina Szalkowicz desde donde puedo ver, via You Tube, fragmentos de la ya célebre instalación de Diego Bianchi en la galería Alberto Sendrós. Algo que vos también podés hacer clickeando acá. Todo esto era imposible muy poco tiempo atrás. Ya es un lugar común, pero el uso de internet (¿cuántas horas al día pasamos frente a distintas pantallas?) fue modificando nuestros hábitos de consumo cultural, entre ellos nuestra forma de acercarnos al arte contemporáneo, con una tremenda naturalidad, produciendo mutaciones profundas en nuestros hábitos sobre las que todavía no existen teorizaciones y análisis satifactorios. Ya estamos muy lejos de los ’90: por más que insistiéramos en una intimidad rodeada de objetos que redefinan al lujo y nuestra percepción de lo agradable, o nos comprometamos con manifestaciones de las diversas y nuevas praxis políticas, la comunicación y el status de las obras actuales ha cambiado radicalmente. Todas las categorías que veníamos utilizando repentinamente resultan vetustas. Libros que en otro tiempo fueron referencia, como Lo real y lo virtual, de Tomás Maldonado, ya refieren a un tiempo muy histórico. Es más: Real / virual en la estética y en la teoría de las artes, compilación de ponencias realizada por Simón Marchán Fiz que se editó el año pasado, ya nació arcaico: lo leemos como un documento del siglo pasado.
No es que la tecnología solucione nada, sino que altera progresivamente nuestros hábitos de percepción y sería ridículo no analizarlos.
No creo que sean tiempos de teorías integrales, por lo pronto prefiero navegar entre síntomas, por ejemplo, en la discusión que ayer sucedió en el blog Mao y Lenin, que nos habla clarísimo de las diferentes digestiones de estas transformaciones cotidianas en el mundo del arte. Avanzaré sobre esto en próximos posteos.
Mientras, me divierto con este video temiblemente deforme sucedido en Dentro del
Átomo
, instalación de Oto Garabello (ver posteos anteriores), que a su vez formaba parte de Dominó Imperial, que, como en un juego de cajas chinas, fue a su vez parte de la última edición de Estudio Abierto.
El nexo Syd Barrett / Saramago me partió la cabeza.

PD: la foto de Bianchi y sus musas es de Yanina Szalkowicz.