sábado, 31 de julio de 2010

Webfiction

¿Sólo guerra sucia?
¿Nada más que lucro obsceno?


Cada día son más las denuncias que hacen foco en operadores políticos que utilizan la blogósfera, las redes sociales, Twitter y demás portales web para distorsionar, coaccionar y distribuir falsa información con fines tanto comerciales como políticos.

Un ejemplo, otro ejemplo. Y uno más (no hay político que no difunda su máscara en internet).
Operadores de diversas ideologías que actúan como gerentes de marketing y viceversa. Hace rato que el mimetismo es puro flujo en ambas direcciones. Pero ¿dónde termina la máscara y comienza el rol?

Desde empleados más o menos ocultos de las multinacionales de la comunicación a cibermilitantes de ocasión ganando terreno en una estructura partidaria.

¿Pero es sólo eso?
¿Identidades descartables, trolls politizados?
¿Discursos de sabotaje diseñados a medida?
¿No será que acaso esta nueva fauna de agitación navega en territorios digitales en tanto anfibios que mutan a velocidades impensadas generando otra presencia, otro impacto, otra locación de discurso?
Propagandistas intangibles para audiencias que se miden en bits.
En este escenario anfibio ¿qué grado de irrealidad tiene El Otro, cualquier Otro? ¿Todo el andamiaje especular que furiosamente pronosticaron los situacionistas sigue siendo tan sólo manipulación y sustitución?
¿Sustitución de qué?

¿Qué es lo ficticio?
¿De qué modo se intermoldean identidades, voces y contextos?
¿Vieron este video?

De hecho no es ninguna novedad que la web sigue redefiniendo nuestros conceptos y modos de ficción, al punto que lo formatos ficcionales que alimentaron la ecología de los medios durante medio siglo? Me refiero a ese paisaje virtual que sigue generando sospechas en la veracidad de hitos como la llegada del hombre a la luna o “ese terrible espectáculo que no tuvo lugar”, como denominaba Baudrillard a la Guerra del Golfo .
El deseo, el horror, las estéticas, no existe aquello que no atraviese ni sea atravesado por algún código fuente, que no obtenga referencia en la visualidad digital.








No resulta para nada sorprendente cuando crece el nivel de neurosis generada por las “interrelaciones digitales”. Contactos cada vez más mediados por la web.

Para los aún denominados nativos digitales la intimidad es impensable sin vinculación a alguna plataforma digital. No puedo dejar de pensar en un relato que Nicolás Bacal utilizó para su obra-CD 4440 veces vos.
Copio y pego un fragmento del texto que escribí para el bootleg:

“En octubre de 2008, Nicolás B. recibió un mail de un amigo en el que le advertía: “lo que voy a contar va en forma de ficción porque no quiero, o mejor dicho me cuesta, aceptar lo que pasó”. En una época en la cual una cuota altísima de nuestros modos de relacionarnos están mediados por la web ¿de qué material se componen nuestras ficciones? ¿de qué tiempo? ¿en qué se diferencian ficción y deseo? ¿cómo modifica la ficción a nuestros deseos y al revés?

La era de la información, ya sabemos, también lo es de la desinformación (o información distorsionada). No son otros los conductores preferidos de los neópatas o psicópatas de la red. Pero bien ¿cómo distinguir o radiografiar los límites entre información, desinformación o información distorsionada? ¿Acaso no se mueven como virus informáticos?

Mientras tanto, las teorías conspirativas siguen multiplicándose.
Pronto el concepto mismo de ficción será sospechado de conspirativo.

Con Webfictions o Ficciones de la Red no me refiero a relatos (en cualquiera de sus formatos, textuales, sonoros o en video) producidos para circular en internet, sino a las narraciones que utilizan (a la vez que alimentan) el desajuste entre las percepciones de lo ficcional y no ficcional en la web.

Una vez más ¿dónde comienza y dónde terminan los efectos de la web?

Prosigue el texto que escribí para la obra de Bacal: “(…) Lo cierto es que [el amigo de Nico B.] envió un mensaje de texto a su novia avisándole que estaba esperándola en la puerta de su edificio. Pero en verdad aún le faltaban dos cuadras para llegar, y necesitaba ganar tiempo mientras ella bajaba desde su departamento. [Inmediatamente pensó]: “Me pregunto ahora si buscar ganar tiempo, de la forma en que lo hicimos, es lo más cercano que vamos a estar a viajar en el tiempo”.