viernes, 22 de enero de 2010

Mega Porno

Más porno alien, más porno avatar: la arrasadora película de James Cameron ya tiene su versión XXX en marcha. No hay más que pasearse un poco por la blogósfera: ¡hay quienes ya se lamentan porque no será en 3D!

La productora Hulster a sugerido un título: “This Aint Avatar XXX”. Seguimos observando como crece una tradición trash: el merchandising más extremo y más obvio de las superproducciones de Hollywood es… cine paródico. Aunque bien ¿cuál es la parodia? ¿No deberíamos hablar de mimetismo obsceno?

Sigo creyendo que tanto el porno como el trash (escorzos del mismo objeto) resultan el ejemplo más acabado del estado de las estéticas que definen nuestra época (un tiempo mediado por la web). Abdican de “lo novedoso”, asumen sin pudores su cualidad de producto, funcionan como una representación de la representación (Baudrillard: continuamos rumiando –lo admitamos o no- tus hipótesis sobre la sobreexpansión del simulacro).

Antiguo seguir hablando de la “muerte del autor”. Un concepto que pertenece a otros tiempos.

Hace rato que un autor no es mas que un clon de otro clon de otro clon. La diferencia sólo es una variable de la repetición.
El pornotrash (tautología pura) es viral. Replica, expande. El porno es información (visual, económica, corporal). ¿Quieren estadísticas? No pierdan un segundo más: hagan clic acá. No se pierdan este video. Las encuestas son pura estética: pornografía deificada.

Dije: porno avatar. Sexo software: el erotismo como gadget.
Hoy por hoy: ¿Existe algo más mecánico, robótico, que la representación de sexo avatar? Cuerpos que repiten una acción como si fueran juguetes de cuerda. Al Marqués de Sade sin dudas le divertiría esta culminación digital de los eternos autómatas.

Escuchaba en Second Life, donde proliferan las versiones del planeta Pandora (¡avatares de avatares!): los adictos al sexo del Metaverso buscan y exigen, cada vez más, animaciones de mayor complejidad.

Si el cuerpo se digitaliza ¿cuál es la frontera? ¿Cuál será el verosímil?
¿Cómo afectan los imaginarios de tratamiento digital a nuestras sensaciones?
Hace un siglo atrás, el mandato de la ideología del progreso comenzaba a empujar a las artes visuales en la aventura de la no figuración, de la no representación.
Nuestra época es la pesadilla de Platón: experimentamos la representación a la enésima potencia.
Mega Porno.

Hace cuarenta años, en su célebre Theatrum Philosophicum, Foucault arengaba: “Invertir el platonismo ¿qué filosofía no lo ha intentado? ¿Y si definiésemos, en última instancia, como filosofía cualquier empresa encaminada a invertir el platonismo?

A más de un cuarto de siglo de fallecido el pensador galo, no vivimos en ningún status quo que el enunciado. Imposible arqueologizar algo que se antoje como original. La pornografía y el trash están más allá de la parodia: la absorbieron de tal modo, tanto la estilizaron (en su brutalidad) y la distorsionaron, que nos resulta sumamente dificultoso establecer la diferencia.

¿Cómo acercarnos teóricamente a estas coordenadas?
¿Cómo encarnar la situación? ¿No es finalmente la maquinaria pop la que se pone, una vez más, en juego?

Leemos en el impecable Furia & Clase, de LDF (Luis Diego Fernández):

“Estoy seguro que Gwen Stefani estaba chequeando The Superficial cuando una casta algo insólita (e irregularmente, filosofal) de pornógrafos se dio cita en el mismo lugar en el que se encontraba la diva pop. A saber, sin órdenes particulares: Michael Ninn –pornógrafo fashion-, Bruce La Bruce –pornógrafo gay y punk-, es decir, queercore-, Tanya Hyde –pornógrafa fetish- y Jules Jordan –pornógrafo gonzo, californiano, ass adict-. También, por cierto, otros pornies más cult, como Georges Bataille, Leopold Von Sacher Masoch o hasta el propio divino marqués (de Sade, obvio). Por el corredor lateral, donde desfilan las musas inasibles pero, radicalmente, carnales, aparecían figuras y seres de “poca definición”.

El estilo de LDF atrapa a la perfección el clima de lo que intento describir (brillante la cita a Merovingian y Perséfone; cuestión de gustos, mi imaginación me lleva más al desparpajo de Lady Gaga –sensualidad trash de la nueva década- que a la proliferante Gwen).

En la era web, el porno lo invade todo: en ella (parafraseando a Gombrowicz) no existe pensamiento que no sea porno.