martes, 3 de marzo de 2009

Teorías impúdicas

¿Alta y baja cultura?
¿David y Goliat aún?

Naturalizamos tanto ciertos procesos y procedimientos, el decorado y los ritos se fueron volviendo progresivamente tan familiares, que se camuflaron en nuestros ojos sin que nos hayamos dado del todo cuenta.

Wu Ming lo graficaba no hace tanto así:
Zoom out: en realidad, toda la cultura pop es cada vez más compleja y articulada y exige a quien la disfruta de un mayor esfuerzo cognitivo. Un espectador de cine hibernado hace treinta años que despertara hoy quedará un tanto desconcertado no sólo por películas como Syriana, La Prueba (The Prestige) o Adaptation, sino también por productos de penúltima generación como El club de la pelea o Los sospechosos de siempre. Le resultarían incomprensibles, inquietantes, imposibles de seguir. Y estamos hablando de cine narrativo, películas "para el gran público", no de Godard.”

Quizá como consecuencia inconsciente frente a los crecientes temores por los efectos del cambio climático mundial, actuamos cada vez más como ciertas algas planctónicas –especie anfibia si las hay- que sobreviven en la marisma convirtiéndolo en su paraíso. ¿Y acaso no lo es?

Somos una especie mutada.
Que sigue mutando.


Wu Ming, nuevamente: “un telespectador de hace treinta años, acostumbrado a narraciones lineales y secuenciales como Chips, Las calles de San Francisco o los dibujos animados de Hanna y Barbera, no entendería nada no digo ya de Lost o 24, sino tampoco de Emergencias médicas (ER): ritmo hiperquinético, fárragos de personajes, entrecruzamiento de subtramas, narración fragmentada, episodios no autoconclusivos, alusiones que no se pueden descifrar inmediatamente, etc.”

¿La ideología es siempre tan dócil? ¿Tan flexible?
¿Los procedimientos tan neutros?


¿Producto versus Obra? ¿Es tan simple? ¿Otra vez el más maniqueo de todos los dualismos? Se sigue fosilizando en muchos discursos cierta idea de circulación que advierte en tanto “calidad instantánea”.

Susan Sontag: “Muchos escritores ya no jóvenes sostienen, por diversas razones, que leen muy poco, que, de hecho, en su opinión la lectura y la escritura son de algún modo incompatibles. Quizá, para algunos escritores, lo sean. Si la razón es la angustia de la influencia, entonces esta preocupación me parece vana y superficial. Si la razón es la falta de tiempo –sólo hay determinadas horas en un día y aquellas invertidas en la lectura evidentemente se restan de aquellas en las que se podría estar escribiendo-, entonces éste es un ascetismo al cual no aspiro”.

¿Metástasis del incontinente avance de la cultura visual? ¿De la era de la primacía absoluta de las imágenes?
¿Los textos no son acaso cultura visual, aunque más lenta?

Cada vez escribimos más, más y más. Y leemos en cantidades que sorprenderían a muchos de nuestros antepasados. La infoxicación no es sino nuestra producción. No es un virus exógeno. La buscamos. La necesitamos.
Es la marca del exceso cuando deja de parecer sospechoso.

Pero ¿en qué contexto leemos? ¿Cómo leen los (tan cacareados) nativos digitales?

Volvamos a Wu Ming (una vez más), para ir cerrando: “Treinta años después del Pac Man, los chicos son expertos en videojuegos muy complicados, mundos virtuales donde es necesario tener en cuanta infinitas variables, tener capacidades relacionales, saber resolver problemas y enigmas, forzar la memoria.

¿Y qué decir del catálogo del mundo-Pokemón, de una complejidad que va más allá de los límites de lo estrafalario y no obstante perfectamente comprensible para nuestros hijos y hermanos menores. En definitiva: grandes masas de personas son capaces de seguir, decodificar, comentar (interactuando de forma creativa) productos culturales que ayer hubieran sido de vanguardia,

que solamente minorías cultas hubieran podido comprender, mientras que hoy disparan los índices de audiencia y baten récords de ventas.”

¿Y qué sucede con la teoría crítica?
¿No es tristemente gracioso cuando sólo parece tener ojos para el arcaico mundo moderno y reagrupa decenas de síntomas del contexto en que estamos inmersos con el retrasadísimo mote de “cultura de masas”?

Doble movimiento: mientras seguimos intentando nuevas y más efectivas lecturas críticas, lo que conocimos con el nombre de “alta cultura” sigue alimentando (como nunca) el márketing de los museos.