lunes, 25 de agosto de 2008

Es cosa del futuro ser peligroso

Otro inventario de efectos.

Imaginar y en consecuencia diseñar un futuro no es nada distinto a seleccionar, recomponer, editar y redistribuir elementos de nuestros presentes. Digámoslo de otro modo: las visiones que tenemos de ese tiempo que aún no llega pero que no está tan lejos no son más que curadurías y remixes de las percepciones e ideologías de nuestra época.

Sin ir más lejos, la sentencia del título pertenece a Alfred North Whitehead y es la que cierra la maravillosa Summa Popológica de 1967: El medio es el masaje (The Medium is the Massage), de Marshall McLuhan.

Como señaló Theodore Roszak poco después, se trata de un colosal ensayo pop que ecualizó intrépidamente los diálogos e interinfluencias entre tecnología y cultura: si las latas Campbell mutaban en materia clave para la iconología y la historia del arte contemporáneo, el collage realizado por el teórico canadiense junto a Quentin Fiore se propuso como un manual de metafísica pop. Las relaciones entre pasado, presente y futuro se daban cita y recomponían en esas páginas de este libro de imágenes.

Más de cuarenta años más tarde, estas glosas sobre medios, entornos y subjetividad (familia, barrio, educación, gobierno y otredades) siguen señalándonos un horizonte de época que prosigue su expansión: la arqueología de una anfibiedad cultural en la cual las fronteras entre las nuevas tecnologías, el pop y una emergente sensibilidad artística se resignificaban vertiginosamente. Otra mitología (u otros usos de la mitología) se habían puesto en marcha.

Se trataba de una novísima temperatura global: si ese mismo año Guy Debord atacaba con tan apocalíptico La Sociedad del Espectáculo, en muchos puntos su contracara, en Buenos Aires Oscar Masotta, alimentándose con similares fuentes se mostraba ambiguo. Si como su título lo indica, con “Después del pop nosotros desmaterializamos” vuelve a transitar una ofensiva modernista, al año siguiente, con publicación de la revista Literatura Dibujada consagrada íntegramente al universo del comic, su opción se presenta menos unidireccional.

Las ucronías, distopías, eucronías, catacronismos y mundos e historias paralelas (para reutilizar el catálogo propuesto por Pablo Capanna hace más de veinte años) que han alimentado nuestros imaginarios durante décadas y décadas, todos estos formatos de ficción, no hacen más que referir a una relación específica con los materiales que conforman las cosmologías, a los materiales y modos con los que construimos nuestras culturas.

Bastante antes, en 1899, año en que nacieron Borges, Hemingway y Nabokov, el ilustrador francés Jean Marc Côté recibió el encargo de dibujar una serie de postales que retrataran en el mejor avant-pop de la época aspectos de la cotidianeidad del año 2000. Si bien se imprimieron, estas tarjetas nunca llegaron a distribuirse, pero a mediados de la década del ochenta Isaac Asimov pudo analizarlas y reunirlas en un volumen.

Asimov: “Desde luego, es fácil reírse y bromear al ver las previsiones que se hacían a fines del Siglo XIX, pero ¿qué haríamos nosotros ahora si nos pidieran que predijéramos cómo va a ser la vida en el 2085?

Marc Augé:Las cosmologías, que los etnólogos analizan, son las representaciones del mundo que sirven para explicar lo que pasa. Hay una organización simbólica, mitos, ritos, representaciones del tiempo y el espacio. Hoy son las tecnologías las que organizan nuestras representaciones del espacio y del tiempo. Esto se ve muy bien a través de la televisión, en los horarios de las noticias: la vida deportiva y la vida política organizadas al ritmo de los medios. Y en los últimos años hemos visto surgir una nueva representación del espacio, debida al teléfono móvil y a Internet.

Se puede decir que las tecnologías se han vuelto, más que medios, representaciones por sí mismas, particularmente para los niños y adolescentes. Hay una diversidad muy grande entre las generaciones respecto de la familiaridad que tienen con las tecnologías. He hablado de "cosmotecnología" para sugerir que en nuestras sociedades las tecnologías tienen, en cierto punto, el mismo papel que tenían las religiones.”

McLuhan, Debord, Masotta y Côté remixaron los ingredientes de sus presentes con fines coincidentemente políticos: aprender cómo y con qué se componen las cosmotecnologías.

Lo cierto es que no tenemos ni idea de cómo será la vida cotidiana en el 2085, pero sí con qué políticas apostamos a que se construya. Volvemos a coincidir con Augé: “Sólo intensificando la relación con los medios y con las imágenes se podrá controlarla. Como ejemplo: si se les enseña a los niños a hacer películas, estarán menos alienados con la imagen, porque comprenderán que es algo que se fabrica. Hay que formarlos no como consumidores, sino como creadores. El nuevo humanismo es eso: formar a la gente para que controle los instrumentos. Formarlos para crear.”

En este sentido, la tarea que realiza Lila Pagoda con el Proyecto Nómade resulta clave: informar y educar sobre una política de elementos. Ya sabemos: nuestros imaginarios se sostienen por fuera y dentro de la web. En este territorio anfibio actúan colectivos como Zona Indie, Liminar y tantos otros.

“Antes el problema consistía en inventar nuevas formas de ahorrar trabajo. Hoy, el problema es inverso. Tenemos que adaptarnos, no inventar. Tenemos que hallar los ambientes donde se pueda vivir con nuestros inventos”. (Summa Popológica I).

“El arte, o la traducción gráfica de una cultura, es modelado por la manera de percibir el espacio. Desde el Renacimiento, el artista occidental percibió su ambiente, más que nada, en términos visuales. El ojo del contemplador lo dominaba todo. Su concepción del espacio era una proyección en perspectiva sobre una superficie plana constituida por unidades formales de medición espacial. (…) Los tiempos primitivos y prealfabéticos integran el tiempo y el espacio en una sola unidad, y viven en un espacio acústico, sin horizontes, sin límites, olfatorio, más bien que en un espacio visual. (…) Carl Orff, el reputado compositor alemán contemporáneo, sólo acepta como discípulo al niño preescolar: al niño cuyas espontáneas percepciones sensoriales no han sido canalizadas aún por prejuicios formales, literarios, visuales.
El circuito eléctrico está recreando en nosotros la orientación espacial multidimencional del primitivo”. (Summa Popológica II).