Desde La Candelaria, Bogotá.
Adoramos los bestiarios. Sobre todo porque son guías de navegación en las que se construyen taxonómica y progresivamente las políticas de lo bizarro. Los argentinos tenemos nuestra biblia moderna: un libro de Borges (escrito en colaboración con Margarita Guerrero) de doble título. En distintas épocas se publicó ya como Manual de Zoología Fantástica –cuya primera edición cumplió medio siglo en marzo pasado-, ya como El libro de los Seres Imaginarios. Lo cierto es que este género archivístico se sigue diversificando: si para Borges el capital imaginario de un bestiario se sobreimprimía a la metódica indagación de pesadillas, actualmente gana lugar en su objeto la construcción de lo bizarro en una perspectiva más ligada a lo antropológico pop: en los bestiarios que hoy proliferan en el mercado se funden el diario personal urbano con el trabajo de campo alucinado: un folk freak multicultural. Existen, claro, preciosas excepciones, como el tan recomendable Animalario Universal del Profesor Revillod. Fabuloso Almanaque de la Fauna Mundial, de Miguel Murugarren, que profundizan la zoología lúdica de una imaginación aparentemente naive. Pero lo bizarro vence: acabo de toparme, en una librería colombiana, con el visualmente impactante Bogotá Bizarro, de Sanín, Sánchez y Chalela. Enseguida me vino a la mente el divertidísimo e instructivo blog Buenos Aires Deforme, de Agnese Lozupone. En uno y otro caso distintas urbes latinoamericanas son revisitadas desde lo descolocado, un “fuera de sitio” que una vez más advertimos como variable post-mítica: bestiarios que ya no se reducen ni a lo fabuloso, ni siquiera a lo alucinado (como los diarios del honorable veneciano Antonio Pigafetta, cronista de Magallanes, que reformulaba visualmente lo avistado), sino que nos asaltan en cualquier deriva urbana, ya lejos del repertorio de art brut de Dubuffet y más cercano a la descontrolada arquitectura amateur y a la emergencia de dispares (y desesperados más que vocacionales) mercados laborales.
Los monstruos ligados a la épica tardogótica, pulp o a la Ciencia Ficción (Frankenstein, Hulk, Darth Vader y Cruella De Vil, para citar algunos de mis favoritos) seguían funcionando en illio tempore, en una razón instrumental deudora a la planteada por Giambattista Vico en su Ciencia Nueva, fuera del discurso que habitualmente administra la historiografía. Pero lo cierto es que si una vez más regresamos al mapa de evidencias propuesto por Marc Augé en sus ejercicios de etno-ficción, donde se guerrea en pos de un reparto diferencial del territorio en el que antes fueron hegemónicas las políticas de la realidad, advertimos que lo bizarro, como estrategia y dinámica de desubicación edificada en los márgenes de lo ficcional, viene rediagramando a la vez que dinamitando el campo de batalla pervirtiendo las sístoles y diástoles de la mitologías y la edificación de lo cotidiano.
Apocalípticamente correcto, nos dice Augé: “Si hoy la ficcionalización del presente sustituye (o se agrega) a la mitificación de la historia, al primer encantamiento (mitificación de los orígenes) y al segundo encantamiento (mitificación del futuro), si corresponde a la lógica de este proceso producir un yo igualmente “ficcional”, incapaz de situar su realidad y su identidad en una relación efectiva con los demás, nos es menester definir, no solamente, como el héroe de Calderón de la Barca, una moral de espera, en el caso de que haya un despertar, sino también una moral de resistencia”.
Lo etno-bizarro constituye, sin lugar a dudas, un síntoma cada vez más expandido de tercera posición: una tensión entre lo ficcional y lo real, o mejor: una realidad hundida en un amplísimo fantástico-freak.
Bizarro: "…el bizarro es un accidente imposible de clasificar, etiquetar o explicar (…) La misma esencia del bizarro es accidentada…
…bizarro es encontrar una vaca tomando té en el Plaza Hotel con el General Perón. Bizarro es caer para arriba vestido de bailarina. (...) Bizarro es lo absurdo, lo ridículo, lo contradictorio, lo impensable y las formas en que se presentan tales cosas. No bastaría decir que una escena es bizarra por sólo mostrar a una persona que cae para arriba si ésta no va vestida de bailarina (si tiene las piernas y el pecho peludos y una barba que le llega a la cadera, mucho mejor)…"
Tv Capsula me entrevistó en Bogotá, en ocasión de mi intervención en la feria La Otra.
sábado, 20 de octubre de 2007
Bizarreworks: Delicias del enciclopedismo freak
Publicado por rafael cippolini en 3:26:00 p. m.
Etiquetas: aliens terráqueos, ciudades, exploraciones, fantastico freak, miradas, mitologías