De la baja antropofagia al Fogón de los Arrieros. ¿No es la baja antropofagia una de nuestras peores pesadillas? Aristóteles ya nos advertía, hace siglos, que no existe peor corrupción que el cambio de signo de la belleza (de la sabiduría, del bien, sea lo que sea que entendamos por una y otro). Parafraseándolo rápidamente: no conocemos peor corrupción que la perversión de lo mejor que tenemos. El artículo de Suely Rolnik [Geopolítica del rufián] posee la virtud de ponernos en alerta a propósito de las siniestras perspectivas de la peor de las utilizaciones que puede realizarse con la estrategia antropófaga (¡para colmo ya prevista por el mismísimo Oswald de Andrade!). Y la advierto horrorosa en doble grado, porque nos señala y sugiere que esa cafishización (ese chuleo) también invade, degrada y deprava la más potente de las políticas culturales argentinas: nuestra piratería borgeana, nuestra perversamente provechosa utilización de los argumentos de El escritor argentino y la tradición. Borges nos señaló el camino de la desbordada piratería: nos habilitó (y exhibimos con orgullo nuestra patente de corsos) para saquear y reutilizar todas las tradiciones y culturas de la historia de la humanidad. Para desterritorializarnos y contagiarnos de todas las apariencias. ¡Zeligs del universo!: cualquier bien cultural es para nosotros una invitación a la reescritura, a la reapropiación lúdica, al más demoníaco de los lifting ¡Así abusamos del pensamiento borgiano! Y no existe ningún ejemplo más acabado de esta fórmula que El Fogón de los Arrieros, en la ciudad chaqueña de Resistencia. Paso a explicar mi hipótesis.
Coda: Una versión extensa de este texto fue publicada en ramona 68. Inminentes más variaciones sobre el tema.