¿Qué clase de experiencia puede ser leer Tokonoma 11? ¿Qué clase de estilo plural fuimos tejiendo, número tras número, una imposible suma de heterogeneidades que sólo Amalia Sato puede convidar? Especie de coctail-manifiesto (sin la obviedad declamatoria de éstos últimos) de textualidades tan diversas donde se interceptan el cerebro kamikaze de Paulo Leminsky, la elegancia multiprocesada de Sergio Págaro -una redefinición del easy listening como filosofía-, el magister de Guillermo Quartucci y esa otra erudición oriental de Alejandro Sosa Días. Tokonoma es, ante todo, una pequeña comunidad de voces que delinean lo que hoy puede ser un "Diminuto Pabellón de Vacío", un volcánico salón de té (¡cuántos adjetivos!) donde el temario salta de la reconstrucción de las historias de dispositivo-geisha, a las huellas del idioma inglés en la Era Meiji, a los derroteros de haiku experimental-occidental, hasta la niponización de la poesía brasileña. Varios mundos en otro mundo.
Mínimos Extractos:"El pánico es algo más práctico: produce servidumbre por mimesis sin necesidad de negrero y de pronto se oye a las personas más diferentes repetir, azoradas, las mismas frases hechas, como bestias de carga apuradas de sacarse de encima el peso que aplasta. Los zartistas se adulan entre sí, subyugados por la propia inercia hiperespectacular. Warhol sabía que el dandismo era guerra contra el hermafroditismo populista y combatió desde su mimética exponencial: para que ladren los pulpos todo tiene que volverse pulpo por una vez”. Luis Thonis.