jueves, 17 de septiembre de 2009

Orgasmos mecánicos: Faustrollsteampunk

¿Por qué no la ‘Patafísica como una rama de la ciencia ficción?
O más bien al revés. Sí, sí, mejor al revés.

A ver, digamos ¿los imaginarios del steampunk no son muy, pero muy járrycos? Es cierto, los viajes del padre de Faustroll parecen hundirse en trips más enrarecidos y perversos; sin embargo, en uno y otro caso, tecnología y ciencia parecen procesadas por diferentes filtros de distorsión.
Pero ¿no es demasiado sencillo imaginarnos a Faustroll como un héroe del steampunk?

Volviendo a los géneros y sus inadecuaciones ¿fue realmente tan excepcional que la primera edición en español de Ubú Rey –la de traducción de Juan Esteban Fassio y Enrique Alonso- haya sido publicada en una colección dedicada a la ciencia ficción?

Por si poco fuera ¿no resulta por lo menos sugestivo que una colección de ciencia ficción se llame, ni más ni menos, Minotauro?

Pocas cosas más atractivas que el mal comportamiento de los géneros. Borges –lo hemos repetido hasta el cansancio- propuso a la teología como una rama de la literatura fantástica. ¿Y si la mitología –facilitando la inversión- fuera una propuesta más de los más elaborados imaginarios tecnológicos?
Mito y tecnología: dos palabras que, de tan cercanas, posiblemente reclamen a gritos una tercera: ¿’Patafísica?

Mark Dery (que tanto exploró y sigue buceando en la imaginería de las ciberculturas, tampoco pudo privarse de Jarry. En Velocidad de escape se le coló (¡vaya polizonte!) este epígrafe escalofriante:

En esta era en que el metal y la mecánica son todopoderosos, el hombre, para sobrevivir, debe hacerse más fuerte que la máquina, igual que tuvo que hacerse más fuerte que las bestias.

Ahora bien: no se trata de una lectura directa, sino de una cita (cita de cita). Dery subraya lo que leyó en un catálogo del MoMA, de 1968. El texto (The Machine as Seen at the End of the Mechanical Age) es de K. G. Pontus Hulten, teórico suizo (1924-2006), figura clave en la compleja transición entre el arte moderno y el contemporáneo.

¿De cuántas formas el arte contemporáneo releva las pesadillas tecnológicas que los pioneros del arte moderno pusieron en órbita?
Regresemos apenas unos párrafos: ¿un género como el steampunk intenta reinventar un origen? ¿Un punto de quiebre?

¿Es una ucronía retrospectiva? Esto último entusiasma, y tanto ¿por qué no proyectarlo en las líneas regresivas de una singularísima narración histórica paralela?

¿Acaso cuando Fassio entremezcló máquinas ficcionales y no ficcionales como si obedecieran a una misma y única respuesta (mejor digamos: solución imaginaria) no procedió de un modo bastante próximo al que utilizan, para describir sus contextos, los narradores del steampunk?

¿Sería tan arriesgado afirmar que “la máquina de Lawrence Walstrom, con sus 700 piezas que marchan a la perfección sin cumplir ninguna función productiva definida, la hipotética máquina de calcular que se descompone cuando se la pone en marcha

[así como] la máquina de pintar del Doctor Faustroll, la máquina amatoria de El Supermacho y la célebre máquina de descerebrar, de Ubú” pertenecen a un mismo horizonte de sentido? (lo entrecomillado pertenece, con mínimas variantes, a un emotivo texto de Jorge B. Rivera, compañero de Fassio en tiempos de su fugaz paso por el movimiento madí, esto es, antes de su ingreso al celebrísimo Colegio).


La diferencia, sin embargo, sigue siendo clave: el steampunk, en todos los casos y en tanto género narrativo, se acomoda plácidamente al espacio de ficción ¿y la ‘Patafísica?
¡Benditos problemas! ¡Bienvenidos sean!

Quizá deberíamos (una vez más) parafrasear al Trascendente Sátrapa Duchamp cuando recomendaba “distender las leyes de la física y la química” y ensayar esta vez “también los parámetros de la percepción y los imaginarios –históricos, pero por sobre todo míticos- con los que dialogan”.

¿El steampunk, en un sitio como Argentina, no se presentaría como una versión súper deforme (o mejor: ultra remozada) del positivismo criollo? Sin abdicar, para nada, de cierto romanticismo tardío encumbrado por el decadentismo local. Mezcla de José Ingenieros, Horacio Quiroga, Carlos de Soussens y E. L. Holmberg con Jules Verne y Pierre de Sélènes.

Pronto a cumplirse los primeros 19.141 días del Longevo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de uBuenos Aires (¡sólo faltan horas para las maratones de las Jornadas Patafísicas Universales!) ¿qué nuevas máquina de estirpe descerebrante estaremos a punto de alumbrar?