Producimos virtualidad. Quiero decir, la virtualidad es producción, es algo que construimos, que fabricamos. Jamás nos precede.
Al menos no del mismo modo. Así como cada generación reescribe la historia construyendo nuevas narrativas en el seno de las oficiales (Burke dixit), así cada usuario interviene en la industria de la virtualidad y actualiza sus potenciales.
Virtualidad, sí, pero en la sociedad de la información. En una economía en la que no existe la recepción pasiva, ni ningún “consumo que sea meramente consumo” (J.L. Brea) sucede que “todo consumo cognitivo [resulta ser] –a la postre- creativo, y que todo el continuo flujo de rebotes y circulaciones –que caracteriza el modo de ser de esta producción permanentemente puesta en línea y en red, continuamente retroalimentada en un sin fin de ecos y reflujos- es el de una producción cada vez más colegiada y distribuida”.
El usuario, hoy lo sabemos mejor que nunca, es un paradigma de época. No por otra razón Manuel Castells pide más antropología que ingeniería. La virtualidad no es condición de información –no es sólo materia de contexto- sino información, a secas.
Información diversificada, compartida, viralizada, remixada. Alguna vez pudo sostenerse la idea de culturas híbridas, que desde hace tiempo desde muchas perspectivas resulta rebasada ¿acaso existen culturas que ya no lo sean?
Sigo apostando a la noción de anfibiedad antes de la de hibridez, porque la primera focaliza en la construcción a todas luces central de la virtualidad. Al imperativo de una antropología de la virtualidad.
Fabiana de Artilunio nos comentaba hace unos días sobre la propuesta de la profesora de cine Peggy Weil y la periodista y directora Nonny de la Peña de crear una versión virtual de Guantánamo en Second Life, a partir de los relatos de los detenidos. “Cuando tu avatar va a una jaula es una sensación muy visual, más allá de verlo en video o leerlo en el diario" dijo de la Peña, en referencia a relatos anteriores sobre las torturas que sufren los detenidos. Junto con Weil, declaran en su blog que diseñaron la simulación para "generar conciencia de que nuestro gobierno le niega el derecho básico del habeas corpus a prisioneros".
No tanto antes, Amnistía Internacional daba a conocer el informe Acceder a violaciones de derechos humanos virtuales, un juego de niños, y en España dicha organización reclamó a las autoridades que tome cartas en la posibilidad de acceso de menores a videojuegos para adultos “con contenidos que violan los derechos humanos”. Se referían, entre otros, a Gangs of London.
Elías Canetti tituló la primera versión de su indispensable Autos de Fe con tres palabras que juntas son demoledoramente sugestivas: Kant se incendia. Claro, se trataba una trampa: la novela no trata ni ficcionaliza sobre el filósofo de Königsberg sino sobre un homónimo y torturado sinólogo que, en la segunda versión pasó a llamarse Kien (nombre que a todas luces suena mas chino.) Liberado de cierta manera el título original, lo retomo como estetizado eslogan de la posautonomía, es decir, la época en la cual la virtualidad mutó radicalmente su valoración cultural: ya no es el residuo de lo real, sino una de sus posibilidades más estimulantes. Las hordas virtuales de la digitalidad incendian la eternamente autónoma bastilla kantiana.
A partir de que la web y las nuevas tecnologías (horizonte post web 2.0 mediante) multiplicaron las posibilidades de producción de información, la economía de la virtualidad manifestó un giro decisivo. La virtualidad digital redefine infinidad de conductas cotidianas (¿cuánto tiempo pasa usted diariamente frente a la pantalla de su computadora? ¿cuáles fueron las actividades que resultaron desplazadas –incluso cuáles serán las próximas en serlo- por el empleo de software y el acceso a redes? ¿Qué fue lo que desacomodaron de nuestras acciones unplugged?).
La virtualidad digital ¿implica una desmaterialización –como se creía en los sesentas, siguiendo a El Lissitzky- o más bien una rematerialización? En cualquier caso, como planteamos en el área en formación de Cultura Web en el Centro Rojas no se trata sino de un abanico cultural abierto por los usos de la tecnología.
Si somos contemporáneos a la antropología cyborg, que aborda “de qué modo las tecnologías llegan a participar como agentes productores y reproductores de los diversos aspectos de la vida social” ¿no lo somos también de una antropología anfibia que interroga la integración y desintegración físico / virtual en cada práctica?
"Los antropólogos podrían estudiar las tecnologías en los entornos en los cuales éstas se originaron y en los que operan, incluyendo sus continuas conexiones a los valores dominantes de racionalidad, instrumentalidad, beneficio y violencia. No es coincidencia, siguiendo el argumento de estos autores, que la realidad virtual como uno de los desarrollos recientes en el centro del movimiento ciberespacial, ha sido y seguirá estando circunscrita por intereses económicos y militares. Y que a pesar de su esperado potencial para propósitos de liberación y humanización, las aplicaciones orientadas hacia un beneficio económico seguirán siendo indudablemente dominantes. Su prescripción apunta a examinar estas tecnologías desde una perspectiva que considere la forma en que éstas permiten a varios grupos de personas negociar formas específicas de poder, autoridad y representación."
"¿Cuál es el trasfondo de comprensión desde el cual las nuevas tecnologías surgen? De manera más específica ¿qué prácticas modernas de la vida, del trabajo, y del lenguaje, moldean la actual comprensión, diseño y maneras de relacionarse con la tecnología? ¿Qué continuidades presentan las nuevas tecnologías con relación al orden moderno? ¿Qué clase de apropiaciones, resistencias, o innovaciones con relación a las nuevas tecnologías están tomando lugar en los contextos, por ejemplo, de las culturas minoritarias? ¿Cuáles de éstas pueden representar aproximaciones diferentes a la comprensión de la tecnología? ¿Qué le sucede a las perspectivas no occidentales a medida que las nuevas tecnologías extienden su alcance?
¿Cuál es la economía política de la cibercultura? ¿En qué maneras, por ejemplo, están siendo reestructuradas las relaciones, en base a las nuevas tecnologías, entre los denominados Primer y Tercer Mundo? ¿Qué nuevas articulaciones locales con formas de capital global y basadas en nuevas tecnologías están apareciendo? ¿Cómo la automatización, las máquinas inteligentes y la biotecnología transforman los procesos de producción, de capitalización de la naturaleza, y la creación de valor en el contexto global? Si los distintos grupos de personas (clases sociales, mujeres, minorías, grupos étnicos, etc.) están ubicados de manera diferencial en los contextos de las nuevas tecnologías, ¿Cómo pueden los antropólogos teorizar y explorar este orden de construcción tecno-cultural? Para finalizar, ¿cuáles son las implicaciones de este análisis para una política cultural de la ciencia y la tecnología? (Arturo Escobar).
sábado, 25 de julio de 2009
Antropología de la producción virtual: Kant se prende fuego
Publicado por rafael cippolini en 9:53:00 a. m.
Etiquetas: anfibiología, comunidades virtuales, Descontextos, estética(s) del sentido, inconsciente informático, Paisaje e Ideología, Software tribal, tiempo virtual, violentainment