sábado, 11 de abril de 2009

Otras depravaciones

¿Facebook y Google empujan los nuevos experimentos de la narrativa?
Comencemos por dar vuelta al interrogante y desdoblarlo: ¿gana algo la narrativa con plataformas como Facebook o Google? O bien ¿qué pierde?

El lenguaje narrativo siempre se define en relación a un soporte (el libro, el celuloide, la oralidad, los formatos televisivos, etc) al punto que el soporte invariablemente implica un test de forma para la narrativa y viceversa.

Me viene ahora a la cabeza cómo el precioso documental Luca, de Rodrigo Espina, construye un eje poderoso a partir de la escucha de casetes que Prodan enviaba a Italia e Inglaterra desde las sierras cordobesas. Esas cintas no sólo se convirtieron en apuntes para una autobiografía dialogada, sino que sugirieron una visualidad específica, un ritmo y, por supuesto una intimidad cómplice.

Del registro del relato oral al video, de la emocionante cadencia de una voz a las miradas sobre los distintos climas de locaciones dispersas por el mundo (Escocia, Londres, Roma, Buenos Aires, Córdoba) la narrativa gana en percepción, en estímulos, en delicadezas.
No se trata sólo del lenguaje cinematográfico, sino de diferentes soportes que como mamushkas se van redimensionando paulatinamente conformando un ecosistema narrativo que a veces se confunde con una arqueología.

Sea esta arqueología un experimento de ficción digital (una obra de interrogación anfibia -¿un documento o sólo una puesta en escena?- como en la intervención de la chica Bree que revisamos acá) o bien una reconstrucción de dispersas pistas que generan una sensación de collage multimedial (qué palabra que detesto).



Si el soporte aporta un modo, si de él deducimos una poética, entonces la comunicación gana. No es este el caso de miles y miles de escritores o aspirantes a serlo que tienen su blog cuando éste jamás reemplazará (para bien o para mal) el irradiante imaginario del libro. No es lo mismo una narrativa diversificada que un libro subido a un blog, haya sido pensado para este medio o no.

En un caso muy publicitado como el de la obra de Hernán Casciari, el giro recién sucede cuando el relato producido para un blog es adaptado en obra teatral para un clásico de la televisión como Antonio Gasalla (Julián Gorodischer lo analiza acá). Es en estas traducciones-adaptaciones posteriores donde la narración encuentra su mayor desafío, tanteando distintos límites.

A veces cansa. Hace casi veinte años Luis Chitarroni me comentaba que The Buenos Aires Affair de nuestro admirado Manuel Puig le parecía un “pretencioso inventario de efectos”. Comparto bastante el juicio, aunque particularmente la novela me atrae por eso mismo ¿No es la misma exageración de pruebas la que la vuelve más anómala y seductora?

Otra cuestión es: blogs como El Cocinero Salvaje o El Conejo de la Suerte de Juan Terranova, Once Sur de Cecilia Pavón o Chicos Índigo de Alejandro Méndez, sólo por citar algunos que leo ¿son literatura? ¿pretenden serlo? ¿Son un nuevo género? Extiendo mi pregunta a Twitter y a las más tradicionales páginas web. Patricio Pron también se lo interroga (¿acaso los blogs no tienen más lectores que los libros?) para enseguida responderse sobre las mitologías del márketing. De la construcción social de un escritor por medio de la red a la afectación digital de sus escrituras.

En noviembre pasado en el marco del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), compartí una charla pública sobre e-lit con el escritor ecuatoriano Leonardo Valencia, autor de El libro Flotante de Caytran Dölphin, experiencia en colaboración con el programador y poeta Eduardo Tisselli.

Vale la pena internarse en esta lectura. En este caso la programación es parte de la obra: ya no se trata de escritura montada sobre un software sino de un software especialmente adaptado para este relato.

Insisto en la diferencia. No es lo mismo vehiculizar poemas y relatos en redes sociales que establecer software que modifique las prácticas literarias tal como las conocemos. Edoardo Sanguineti estudió y debatió sobre estos temas hace más de cuarenta años ¿alguien recuerda a los pioneros de la producción de poesía electrónica en la Italia de los sesentas?).

Ante tantos reparos literarios, no está mal pensar la web como el más irresistible de los vicios.