El noise, como categoría, es un trabajo sobre el ruido.
Podríamos definirlo como el catálogo de operaciones estéticas que toman al ruido como materia prima. Durante mucho tiempo, el ruido fue considerado un error, un residuo tecnológico. Lejanos quedaron aquellos tiempos. Desde hace rato, diversos artistas vienen proponiendo distintos cultivos y funciones sociales para procesos creativos inspirados en el ruido.
Me acuerdo la satisfacción que sentí cuando, hace tantos años, alguien (no sé quién) me comentó al pasar que Brian Eno había agregado ruido de fondo, es decir, un residuo o una falla estática, al silencio digital de uno de sus compact. Comenté en esa charla que Gillo Dorfles había planteado a fines de los setenta (en El intervalo perdido) esta angustia contemporánea hacia el horror vacui: la granulación de los vinilos y las interferencias permanentes de las transmisiones de radio generaron una continuidad que nuestros oídos reclaman. Las imperfecciones de las viejas tecnologías como un lujo del presente. El ruido sopla donde quiere, como el viento o la conciencia. Se infiltra.
Sin embargo, al principio era el ruido. Michel Serres: “Por fin, el principio. En el principio es el caos. Hoy decimos: el ruido, el ruido de fondo. De dónde queréis que surja el verbo, sino del ruido.
Nuestros antepasados decían: el caos. Ellos estaban colocados en un mundo y nosotros estamos sumergidos en mares de signos. A cada uno su desorden, al borde límite de todo orden. Pero no hay tanta diferencia como se cree. Pantagruel, como nosotros y tantos otros navegantes, había costeado las islas de Tohu y Bohu antes de ahogarse en el tumulto y en los clamores del huracán. No se naufraga todos los días. Ocurre donde el navío pasa en medio de voces insensatas.”
El filósofo palindromático genera, en este breve párrafo, una serie de fórmulas.
Principio = Caos ; caos = ruido.
Ruido = desorden = naufragio en un mar de signos.
Quizá nos habituamos a lo que nuestros antepasados necesitaban extirpar. Absorbimos buenas cuotas de caos. Hicimos del desorden un elemento viable. Del naufragio en una semiología descontrolada una estética, una educación sentimental.
El noise, como categoría, implica saber naufragar todos los días. Hundirse en el ruido. Como Sónoman, el superhéroe argentino creado por Oswal que disponía a voluntad del poder-músico-mental.
En el posteo anterior me referí a la distorsión. La distorsión es una señal alterada. El ruido (el noise), al contrario, es un continuo-tumulto que no admite alteración: se la devora. La modernidad intentó acorralarlo, domarlo, tenerlo a distancia, como si de un bárbaro se tratase. La contemporaneidad, en cambio, avanzó sobre su materia excedente, naturalizó su aceptación cultural.
Y me refiero tanto a los ruidos auditivos como a los visuales y los táctiles: aquello que estuvo desde siempre, el rugido primero, y que la cosmética geológica de estratos y estratos culturales fue disimulando.
Siempre es bueno releer el clásico de Jacques Attali sobre la economía política de la música.
Tan necesario como pensar en nuestros ruidos: esos ángeles de la guarda (o daimones) que nos definen en los sentidos ajenos.
Filosofía del Ruido.El ruido tiene muy mala prensa. Wikipedia denuncia el ruido ambiental, el informático, el electrónico y, por nueva metáfora, el ruido o "perturbación que sufre la señal en el proceso comunicativo". El ruido parece tener mucho que ver, en efecto, con la comunicación, y esta con el lenguaje articulado. Desde el punto de vista "homínido", el primate se convirtió en hombre cuando transformó el sonido de su boca en palabra. Y la palabra, en música.
La filosofía misma tendría, desde Platón, una clara vocación musical: solo eliminando el sonido indeseado del alma podría apreciarse la verdadera música de las esferas (hoy hablaríamos de la radiación cósmica de fondo). El ruido procede de las mismas fuentes del caos, y sólo un logos musical podría evitar su entropía. La música adquiere para Platón (siguiendo el ejemplo egipcio) una gran importancia política
jueves, 12 de julio de 2007
Divino Batifondo: Tratado sobre el Ruido
Publicado por rafael cippolini en 5:00:00 p. m.
Etiquetas: ensayos + adelantos, exploraciones, lecturas, mitologías, poéticas del ruido